Foster Wallace: La broma infinita (1996), IV

Odilon Redon: The Smiling Spider
Odilon Redon: The Smiling Spider

David Foster Wallace: The Infinite Jest. Little, Brown & Co. Boston: 1996. [Versión en castellano, La broma infinita, Marcelo Covián (tr.) y Javier Calvo (rev.). Barcelona: Mondadori, 2002].

Las experiencias de los residentes en la Clínica de desintoxicación en que se ambienta la novela dan pie a Foster Wallace a elaborar un discurso bastante atinado sobre la naturaleza de la Adicción, el núcleo de este libro casi infinito. 🙂

Antes de superar la adicción al alcohol, por ejemplo, es necesario apurar al límite toda la autodestrucción que puedas soportar y contemplar, tras varias recaídas, cómo la Sustancia revela su verdadero rostro. No es tu amiga. En realidad te ha convertido en un muerto viviente, incapaz de encontrar trabajo, en la ruina económica y familiar, afectado de cirrosis, pancreatitis, vómitos de sangre, heces de sangre, depresiones tenebrosas…

Parece un milagro que la técnica de AA para recuperarse de semejante catástrofe funcione:

…este sistema anárquico, chapucero y tontorrón de reuniones en sitios baratos, lemas sensibleros, sonrisas de sacarina y café intragable es tan miserable que sabes que no hay manera de que pueda funcionar salvo para el más completo de los tarados…

AA tiene éxito porque ataca a La Enfermedad, la Araña, en el único punto donde es vulnerable: la voluntad propia. La voluntad, el yo o la libertad son ficciones que nos ayudan a sobrellevar una debilidad humana bastante evidente para Spinoza: en general somos conscientes de nuestras acciones pero ignorantes de las causas que las determinan. No hay otro modo de superar la adicción que destruyendo esas ficciones, sacrificando el yo y sus laberintos de autocompasión y negación, convirtiéndote en verdaderamente anónimo.

El meollo de la cuestión es que tú tienes que querer. Si no quieres hacer lo que te dicen –quiero decir, lo que te sugieren que hagas–, ello significa que tu propia voluntad personal aún está bajo control; Eugenio Martínez, en la Ennet House, nunca se cansa de repetir que tu voluntad personal es la red donde se sienta a tejer la Enfermedad. La voluntad que llamas propia dejó de serlo hace no sé cuántos años empapados de Sustancia. Está perforada por la fibrosis arácnida de tu Enfermedad. Por experiencia propia, su nombre para la Enfermedad es: «la Araña». Y a la Araña hay que matarla de hambre: tienes que entregar tu voluntad. Por esa razón, la mayoría de la gente que Entra y Persiste solo lo hacen después de que su propia voluntad enquistada casi haya acabado con ellos. Tienes que querer entregar tu voluntad a la gente que sabe cómo matar de hambre a la Araña. Tienes que querer seguir sus sugerencias, aceptar la tradición del anonimato, la humildad, la entrega a la conciencia del Grupo.

Aunque en el cine y la televisión quienes superan la adicción en los grupos de AA terminan por tejer un nuevo yo y final feliz y títulos de crédito, la realidad suele ser diferente: el escritor deja de escribir, el artista deja de pintar… En definitiva: si no superas la terapia en AA, con suerte, morirás pronto y sin haber probado los placeres de una condena en prisión; si entras en AA también morirás, aunque en otro sentido más sutil pero también poderoso. Es natural que ante semejante dilema, algunos acorten camino y busquen rápidamente dónde hay una pistola o una soga.

2 comentarios en “Foster Wallace: La broma infinita (1996), IV

  1. Es cierto que el ser humano sufre de una dualidad psicológica. Por un lado esa parte encarnada en el ego, en aquel apartado dirigido a la creación y mantenimiento de la imagen que tenemos de nosotros mismos, determinada también en función de lo que pretendemos proyectar en los demás y aquello que entendemos que proyectamos. Es decir, una ilusión mantenida y alimentada. El otro «yo» más profundo, que apenas se deja ver ni sentir, se intuye más cercano a lo que sentimos como nuestra esencia, alejada de toda la abstracción humana construida

    1. Hola José Carlos, habría que matizar un poco más acerca de ese otro «yo» más profundo. ¿Es el inconsciente de Freud? ¿Es el alma? En cualquier caso, tanto para Nietzsche como para Foster Wallace el «yo» es donde reside la «voluntad libre» y no es más que una ficción que tejemos a lo largo del tiempo para tranquilizarnos respecto a nuestra identidad. En el caso del adicto es una ficción cuyo sólo propósito es la autodestrucción, aunque no sea consciente de ello. El problema es que esa ficción es lo único que al adicto le queda. Puedes entregarlo y vivir «comunitariamente» o…

      Saludos.

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