Consuelo Martín (ed.): Bhagavad Gita, con los comentarios advaitas de Sankara. 4ª ed. Madrid: Trotta, 2005.
La expresión Bhagavad Gita significa «Canto del Señor». En este caso, el señor es Krishna, encarnación humana de dios. El Bhagavad Gita pertenece a un extenso poéma épico, el Mahabharata, tan importante en la India como los poemos homéricos en Occidente. El Bhagavad Gita es un episodio del libro VI del Mahabharata, donde Krishna, que ha asumido el papel de auriga del valiente arquero Arjuna, le explica los secretos del Universo antes de entrar en batalla. Esta es la situación que se ilustra en la imagen.
Las coincidencias entre las enseñanzas de Krishna y la sabiduría de los filósofos occidentales (Parménides, Heráclito, Platón, estoicos, Schopenhauer) son muy llamativas. Así que te propongo como ejercicio que revises los siguientes textos y encuentres puntos de coincidencia entre la filosofía griega y la filosofía oriental. A este tipo de sabiduría se le llama filosofía perenne.
Utilizamos la excelente edición de Consuelo Martín en la editorial Trotta. Magníficos el prólogo y la traducción.
II, 16. De lo irreal no surge el Ser. Lo real no puede dejar de ser. Los buscadores de la verdad son los que han descubierto la esencia de estas cosas.
II, 20. Nunca ha nacido y nunca muere el Ser Uno. Al no haber existido, nunca cesará de existir. No tiene origen, es eterno, imperecedero, ancestral, y no muere cuando el cuerpo muere.
II, 26. Y aun si creyeras que el Ser nace y muere siempre, guerrero de brazos poderosos, no tendrías razón para lamentarte.
II, 27. Porque todo lo que nace debe morir y todo lo que muere renace sin duda. No debes, por tanto, lamentarte por lo que es un hecho inevitable.
II, 28. Descendiente de Bhárata, todos los seres en un principio son inmanifestados, se manifiestan en un estado intermedio y tras la muerte vuelven a estar inmanifestados. ¿Por qué te lamentas por ellos?
II, 58. Y cuando aquella persona retira completamente los sentidos de todos los objetos sensoriales, como la tortuga guarda del todo sus miembros, entonces su sabiduría se mantiene estable.
II, 69. Aquello que es noche para todas las criaturas, es día para el dueño de sí mismo, y lo que es día para aquéllas, es noche para el que ve, para el sabio.
VI, 5. Que cada uno se salve por sí mismo y no se rebaje por debajo de sí. Porque en verdad uno mismo es su propio amigo y también su propio enemigo.
VI, 6. Quien se ha vencido a sí mismo tiene como amigo a su propio ser. Mientras que aquel que no lo ha hecho, lo tiene como enemigo.
VI, 7. El Ser se manifiesta en aquel que está equilibrado y sereno. Y por eso se mantiene inmutable en el calor y en el frío, en la felicidad y en el sufrimiento, en el honor y en la desgracia.
VI, 8. Quien se encuentra satisfecho al conocer la verdad y vivenciarla, el que es firme y tiene controlados sus sentidos, aquel yogui considera iguales una piedra, un ladrillo y un trozo de oro. Y de él se dice que está absorto en el Ser.
VII, 24. Aquellos a los que falta inteligencia desconocen mi estado eterno y trascendente y creen que tengo una forma Manifiesta, aunque en verdad soy inmanifestado.
VII, 25. Al estar cubierto por el velo que todo lo envuelve en ilusión, no soy manifiesto para todos. Y por eso el mundo que está engañado no me conoce a mí, que no tengo origen ni fin.
VIII, 4. El mundo entero está interpenetrado por mí, en mi forma invisible. Todos los seres están en mí, aunque yo no esté en ellos.
VIII, 5. En verdad los seres no habitan en mí. Contempla el misterio de la unidad divina. Aunque soy fundamento y origen de todos los seres, mi Ser no está contenido en ellos.
XI, 7. Contempla ahora mi cuerpo, Arjuna, el universo entero animado e inanimado, uno conmigo y contempla cualquier otra cosa que quieras ver.
XI, 8. Pero no puedes verme con tus ojos naturales. Te concederé la visión sobrenatural. Contempla mi poder divino.
XI, 10. Y se mostró en la forma que tiene muchas bocas y ojos, con multitud de aspectos extraordinarios, la que está adornada con numerosos ornamentos celestiales y sostiene cantidad de armas de incalculable valor.
XI, 11. Estaba ataviado con magníficas vestiduras y guirnaldas, perfumado con aromas celestiales, pleno de toda clase de maravillas, resplandeciente, infinito, con su faz en todas partes.
XI, 12. Era tal el resplandor de aquel excelso Ser que podría compararse a la luz de mil soles que brillaran a la vez en el firmamento.
XI, 13. En ese momento, Arjuna contempló allí, en el cuerpo del Dios de dioses, la unidad del universo con su inmensa diversidad.
XI, 14. Y sobrecogido por el asombro, con el cabello erizado, Arjuna inclinó su cabeza ante Dios y juntando sus manos le habló así:
(Arjuna pensó): «Estoy viendo la forma cósmica que me ha sido revelada por ti». Y expresó su propia experiencia:
XI, 15. En tu cuerpo, Dios mío, contemplo todos los dioses, y las infinitas variedades de seres, Brahma, el Creador que todo lo dirige sentado en un trono de loto, y a los sabios y serpientes celestiales.
XI, 16. Veo por doquier las formas infinitas de tus numerosos brazos, pechos, bocas y ojos. ¡Dios del Universo, Espíritu cósmico, en ti no existe principio ni medio ni fin!
XI, 17. Veo ceñidas tus sienes con la tiara, y en tus manos la maza y el disco. Y una mole de luz que resplandece alrededor tuyo impide contemplarte de frente desde cualquier lado, ya que resplandeces como el fuego flamígero y el sol radiante e inmenso.
XI, 18. Tú eres el Inmutable, lo más elevado que pueda concebirse, eres el sublime receptáculo del universo, el permanente protector de la ley eterna, el Espíritu trascendente. Esta es mi fe.
XI, 19. Veo que no tienes principio, medio ni fin, y tu poder es infinito. Te veo con innumerables brazos, con el sol y la luna como ojos, con una boca de fuego flamígero. El universo arde en tu resplandor.
XI, 23. ¡Oh tú, el de poderosos brazos! Al ver tu inmensa forma de múltiples bocas, ojos, brazos, piernas y pies, con amplios pechos y terribles dientes, lo mismo que yo se aterran todas las criaturas.
XI, 24. Al verte tocando el cielo, resplandeciente en múltiples colores, con tus abiertas bocas y tus enormes y fieros ojos, mi mente se espanta, Vishnu, y no puedo encontrar la paz y la serenidad.
XI, 25. Cuando veo tus mandíbulas con sus amenazadores dientes que parecen el fuego de la disolución, pierdo mi equilibrio y no me siento bien. ¡Ten piedad de mí, Dios de dioses, morada del universo!
XI, 27. Corren a precipitarse en tus horribles bocas de despiadados dientes. Algunos de éstos se ven con las cabezas trituradas atrapados entre los resquicios de los dientes.
XI, 28. Como las múltiples corrientes de las aguas de los ríos van hacia el mar, así esos héroes del mundo humano se lanzan en tus llameantes bocas.
XI, 29. Como insectos que se precipitan volando en el ardiente fuego que los destruye, así también las criaturas se lanzan en tus bocas con acelerado ímpetu para destruirse.
XI, 30. Por todas partes tus labios absorben las criaturas y tus flamígeras fauces todo lo devoran. El universo entero está lleno de ese ardor, Vishnu, y en tus fieros rayos se abrasa.
XI, 31. Dime, ¿quién eres tú que en tan espantosa forma apareces? Te saludo, excelso Dios. Se magnánimo conmigo. Anhelo conocer tu esencia original. Porque no llego a comprender tus manifestaciones.
Y Krishna dijo:
XI, 32. Soy el tiempo que al crecer destruye el mundo. Y ahora me dedico a aniquilar las criaturas humanas. Incluso sin ti, todos los guerreros de los ejércitos enfrentados dejarán de existir.
XI, 33. Levántate, por tanto. Alcanza la gloria y triunfando de tus enemigos disfruta de un próspero reino. Fui yo quien les quitó la vida con anterioridad. Sé tú tan sólo instrumento de mi decisión, Arjuna.
XVIII, 42. Los deberes naturales de los brahmanes son el control de los sentidos y la mente, la austeridad, la pureza, la paciencia, la rectitud, el conocimiento de las escrituras e incluso la sabiduría y la fe».
XVIII, 43. Los deberes naturales de los ksatriyas son el heroísmo, el arrojo, la fortaleza, la disponibilidad, e incluso el ánimo en las batallas, la generosidad y el don de mando.
XVIII, 44. Los deberes naturales de los vaisyas son la agricultura, la ganadería y el comercio. Y el deber natural de los sútdas es el servicio.
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