Sobre la crueldad

Quentin Tarantino; Kill Bill (vol. 1), 2003.
Quentin Tarantino; Kill Bill (vol. 1), 2003.

En la entrada anterior explicaba que en la Gran Dolina, en Atapuerca, hubo hace unos 450.000 años un campamento de Homo Heidelbergensis donde se han encontrado pruebas de canibalismo infantil. ¿Significa eso que la crueldad es algo inscrito en nuestro ADN?

La forma en que nuestras democracias occidentales, herederas de la Ilustración y el Positivismo, enfrentan la cuestión implica un no rotundo a esa pregunta. Por lo general se considera que la cultura y la ciencia nos alejan de la  barbarie, de ese ser primitivo que fuimos y del que nos avergonzamos. El progreso tecnológico es una evidencia y lo mismo ocurre con nuestra vida moral y costumbres políticas. Una sociedad es tanto más «avanzada» cuanto antes borre los rituales asociados a la crueldad. En cualquier caso piensa en la siguiente paradoja: ¿sabías por qué el waterbording se considera una forma aceptable, «civilizada», de tortura? Pues porque la sangre no va incluida en el ritual: No blood, no foul. Otra paradoja: ¿por qué prohibir las corridas de toros es un signo de progreso y al mismo tiempo disfrutamos con la última de Tarantino o un shooter tipo Dead Trigger? Otra vez: No blood, no foul. Luego, con Baudrillard, retomaremos esta idea.

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En Más allá del bien y del mal, La Genealogía de la moral y El crepúsculo de los ídolos Nietzsche ofrece un visión completamente distinta del problema. Voy a comentar un breve texto de Más allá del bien y del mal.

Casi todo lo que nosotros denominamos cultura superior se basa en la espiritualización y profundización de la crueldad –ésa es mi tesis; aquel animal salvaje no ha sido muerto en absoluto, vive, prospera, únicamente se ha divinizado. (…) Lo que disfrutaba el romano en el circo, el cristiano en los éxtasis de la cruz, el español ante las hogueras o en las corridas de toros, el japonés de hoy que se aglomera para ver la tragedia, el trabajador del suburbio de París que tiene nostalgia de revoluciones sangrientas, la wagneriana que aguanta, con la voluntad en vilo, Tristán e Isolda, – lo que todos ésos disfrutan y aspiran a beber con un ardor misterioso son los brebajes aromáticos de la gran Circe llamada Crueldad. Friedrich Nietzsche: Más allá del bien y del mal. Sección séptima: Nuestras virtudes, p. 228.

Según Nietzsche, el «animal salvaje» que fuimos hace miles de años vive y prospera dentro del Sapiens actual. Ocurre simplemente que la crueldad se ha institucionalizado y refinado. Se la reconoce como intrínseca a la naturaleza humana y la sociedad diseña rituales más o menos sofisticados para satisfacerla. Es curioso que Nietzsche mezcle a Wagner con las corridas de toros. Alimentamos nuestro lado dionisiaco, nocturno, contemplando el espectáculo del sufrimiento porque así es la vida: azar, caos, sangre, destrucción, tragedia. Sin estos elementos no existiría la belleza.

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Quentin Tarantino; Kill Bill (vol. 1), 2003.

A continuación Nietzsche explica que no solamente se disfruta de la crueldad proyectada hacia el exterior, como ocurre en la ópera o en los toros.  El éxtasis también se da cuando la crueldad se desvía hacia uno mismo. «En el hacerse-sufrir-a-sí-mismo se da un goce amplio, amplísimo«. Vale igual la automutilación religiosa o la renuncia pascaliana a la razón. En ambos casos experimentamos esos «peligrosos estremecimientos de la crueldad vuelta contra nosotros mismos.»

Pero Nietzsche no se detiene aquí. El conocer mismo es ya un acto de crueldad. La filosofía es un ejercicio de crueldad:

el tomar las cosas de un modo profundo y radical constituye ya una violación, un querer-hacer-daño a la voluntad fundamental del espíritu, la cual quiere ir incesantemente hacia la apariencia y hacia las superficies, – en todo querer-conocer hay ya una gota de crueldad.(ibid. p 229)

En definitiva, a la pregunta que planteaba arriba acerca de si tenemos la crueldad inscrita en el ADN, la respuesta de Nietzsche es un duro, polémico y de consecuencias impredecibles.

Ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar todavía –ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano, demasiado humano, que, por lo demás, acaso suscribirían ya los monos; pues se cuenta que, en la invención de extrañas crueldades, anuncian ya en gran medida al hombre y, por así decirlo, lo «preludian». Friedrich Nietzsche: La genealogía de la moral, Tratado segundo, sección 6.

¿Es por esta razón el hombre un ser despreciable? ¿Tiene razón el pesimismo cristiano cuando sitúa lo mejor del ser humano en el alma y la otra vida? ¿Tiene razón Schopenhauer cuando nos invita a abandonar la eterna rueda de la vida y negarnos a nosotros mismos? ¿Tienen razón todos los pesimistas?

Nietzsche responde justo lo contrario. Las guerras y todas las atrocidades que padecen los hombres son, en realidad, un festival para los dioses. Y también para el poeta y el artista, constituidos más «divinamente» que el resto de los mortales.

Es más, ¿cuál es el origen de esa fantasía que llamamos «alma» o «mala conciencia» o «sentido de la culpa«? Cuando el instinto de la crueldad revierte hacia atrás porque «ya no puede seguir desahogándose hacia fuera» surge ese ensueño tenebroso que llamamos alma que pone al hombre en guerra consigo mismo. Al separarnos de nuestro pasado animal se puso en marcha la peor dolencia de la humanidad, la compasión y el sufrimiento del hombre por el hombre mismo. «La voz de Dios» no es más que el instinto de crueldad reprimido.

La única salida a este atolladero es, según Nietzsche, el arte, la tragedia. En el arte el poeta muestra «el estado sin miedo ante lo terrible y problemático». Ante un destino adverso, una causa perdida o un problema que causa espanto, el héroe muestra el camino. Sin miedo.

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Quentin Tarantino; Kill Bill (vol. 1), 2003.

En su libro La transparencia del mal el filósofo francés Jean Baudrillard se enfrenta al mismo problema que Nietzsche pero más de un siglo después. La variante ilustrada-positivista acerca de la crueldad ha triunfado definitivamente. Se ha globalizado. Avanzamos hacia una sociedad aséptica donde la violencia es siempre la del otro («terrorista suicida», «fundamentalista islámico», «narcotraficante») y nunca la nuestra. Las bombas inteligentes y los aviones de combate no pilotados (drones) nos eximen de toda culpa. Baudrillard sospecha que tras esta cirugía para extirpar el mal se encuentra el mal verdadero. La violencia blanca del videojuego, del nice-shot, de los modelos matemáticos que rigen el mercado financiero, del terrorismo de Estado convertido en rutina («La Casa Blanca elige cada martes a qué terrorista matar en secreto, asegura Assange«) es el auténtico peligro. Supone una deriva hacia una forma nueva de fascismo.

Se blanquea la violencia, se blanquea la historia en una gigantesca maniobra de cirugía estética al término de la cual sólo existen una sociedad y unos individuos incapaces de violencia, inca-paces de negatividad. Ahora bien, todo lo que ya no se puede negar como tal queda entregado a la incertidumbre radical y a la simulación indefinida. Jean Baudrillard: La transparencia del mal, p. 50

El niño-burbuja es la prefiguración del futuro, de la asepsia moral, del exorcismo total de los gérmenes, que es la forma biológica de la transparencia. Es el símbolo de la existencia al vacío, privilegio hasta ahora de las bacterias y las partículas en los laboratorios que cada vez será más el nuestro; prensados al vacío como los discos, conservados al vacío como los congelados, muriendo al vacío como las víctimas del empecinamiento terapéutico. Pensando y reflexionando al vacío como lo ilustra en todas partes la inteligencia artificial.
No es absurdo suponer que el exterminio del hombre comienza con el exterminio de sus gérmenes. Tal como es, con sus humores, sus pasiones, su risa, su sexo y sus secreciones, el propio hombre no es más que un sucio y pequeño germen, un virus irracional que altera el universo de la transparencia. Cuando sea expurgado, cuando todo haya sido expurgado y haya sido eliminada toda la contaminación social y bacilar, sólo quedará el virus de la tristeza en un universo de una limpieza y una sofisticación mortales. (ibid. p. 66)

Como hemos visto, sospechar de la confianza ciega en el progreso científico-ilustrado está más que justificado pero, por el momento, no veo más alternativa que la deriva violenta de Nietzsche o la parálisis escéptica de Baudrillard.

Una versión actualizada de las conclusiones de Nietzsche  está presente en la próxima película que veremos en el Ciclo de Filosofía y Cine, The Fight Club (El Club de la lucha, David Fincher, 1999) basada en la novela de Chuck Palahniuk de 1996. Sobre ambas escribiré mi próxima entrada y si te animas a asistir al ciclo podremos dialogar sobre el tema después.

Bibliografía

Friedrich Nietzsche:

  1. Más allá del bien y del mal. Alianza Editorial, Madrid, 1988. [Trad. Andrés Sánchez Pascual]
  2. El crepúsculo de los ídolos. Alianza Editorial, Madrid, 2002.[Trad. Andrés Sánchez Pascual]
  3. Ecce Homo. (Alianza Editorial, Madrid, 1988. [Trad. Andrés Sánchez Pascual]
  4. La genealogía de la moral. Alianza Editorial, Madrid, 1986. [Trad. Andrés Sánchez Pascual]

Jean Baudrillard:

  1. La transparencia del mal. Ensayo sobre fenómenos extremos. Anagrama, Barcelona, 1991. [ Trad. Joaquín Jordá]
  2. El crimen perfecto. Anagrama, Barcelona, 1996. [trad. Joaquín Jordá]

9 comentarios en “Sobre la crueldad

  1. Estimado Eugenio, soy Jerónimo Peralta de Buenos Aires, soy físico y tengo 32 años. Me gusta mucho su blog pues me fascina la filosofía. Recién me incorporo y ya he encontrado una enorme cantidad de ideas interesantes, así que le agradezco mucho.

    Sobre esta muy buena entrada, me ha llamado poderosamente la atención la sutileza con la cual la imagen aniquila lo real (a la ligera podría decir que ‘a la Baudrillard’). Esto lo he notado más que nada en la creciente difusión de imágenes violentas: cadáveres, caras y cuerpos mutilados, etc en los periódicos (online o en papel). Cuando uno ve esas fotos, cualquier atisbo de empatía o compasión que pudiera surgir es rápidamente neutralizada, ya sea porque inmediatamente nos ponemos a ver o leer algo distinto, o bien porque (y aquí, creo, está la cuestión) ya perdimos la capacidad de asociar una imagen con lo real: un cadaver de una persona que fue un ser. La imagen ha absorbido, o tal vez ya aniquilado, lo real. Actualmente, estoy intentando escribir algo al respecto (claro que fuertemente influenciado, principalmente, por Baudrillard). ¿Es ésta una de las ‘trampas’ del sistema posmoderno en que estamos? ¿Qué comportamientos y visiones del mundo favorece dicha aniliquilación? Le agradezco nuevamente y espero sinceramente poder seguir intercambiando ideas con Ud. Saludos cordiales,

    Jerónimo.

    1. Hola Jerónimo, Baudrillard es un escéptico, acaso un cínico. El situacionismo (Debord, Vaneigem) sí hace una interpretación de este mundo de imágenes en que vivimos afín a la que sugieres. El propósito de la saturación de imágenes es alejarnos de la vida, convertirnos en zombies, en no-muertos. Baudrillard, en cambio, es ajeno a cualquier tipo de trasfondo político. Él mismo es la trampa a la que te refieres. Para Baudrillard la desaparición de lo real es un crimen perfecto. Un crimen es perfecto cuando no queda resto del cuerpo del delito. Eso es lo que ocurre con nuestro mundo virtual. Una vez instalados en él no hay otro real en el que refugiarnos, en el que defendernos, en el que encontrar una verdad política o de algún otro tipo. Por ejemplo, la política ha de ser necesariamente corrupta, el capital ha de orbitar lejos de cualquier tipo de valor de uso o de cambio… estas cosas son nuestro «destino». La salida de Baudrillard es puramente estética, contemplativa.

      Saludos.
      Eugenio.

      1. Muchas gracias por tu respuesta, y también por la referencia al situacionismo del cual no conocía demasiado, me interesó mucho y seguro leeré a esos autores (el libro de Debord sobre la sociedad del espectáculo lo vi hace poco en una librería y me intrigó un poco, pero no lo leí).
        No estoy de acuerdo con Baudrillard en que el crimen sea perfecto. Probablemente me equivoque, pero tal vez Baudrillard intuyó que la única manera de generar algún cambio es haciendo patente que nada más puede hacerse, que sólo nos queda contemplar. Tal vez sospechó que cualquier cosa que el dijera, que fuera distinta a lo que dijo, sería neutralizada, absorbida por el sistema. La excepción puede ser decir que nada más puede hacerse, pues, al menos en mi, eso lleva a una especie de bronca que me impulsa fuertemente a buscar una salida alternativa, y al mismo tiempo no es tan fácil de rebatir o absorber por el sistema.

        Ahora recuerdo algunos pasajes de uno de sus libros que me gusta mucho (y que quiero releer tan pronto termine el libro que estoy leyendo ahora): «La sociedad de consumo». Recuerdo que varios pasajes me inspiraron bronca de que no pudiera hacerse nada más (pero en mayor o menor medida ya intuia varias de estas cosas, por ejemplo, que la corrupción y el tráfico de drogas es funcional al sistema pues inyecta dinero usado para el «bienestar» de la población). A su vez, esta bronca me llevó a pensamientos nuevos. A nivel personal tal vez uno puede encontrar una solución, aunque más no sea parcial, al problema de la aniquilación de lo real. A nivel social o comunitario creo que la cuestión es mucho más compleja: ¿cómo puede uno transmitir algo -por ejemplo pensamientos que tiendan a revertir o cambiar algunos aspectos del sistema actual- sin ser absorbido, aniquilado, simulado, por el mismo? Me interesa mucho su opinión. Saludos y gracias!

        Jerónimo

  2. Guillermo Iglesias. 1º Bachillerato A.
    El texto sigue una idea principal, que se basa en la crueldad a la que casi siempre llegamos en nuestra sociedad occidental. Nietzsche propone un ejemplo sobre un animal al que se le mata, ponemos la premisa de que pasa a otro plano, que se espiritualiza, para tapar el simple hecho de acabar con su vida. A lo largo del texto propone ejemplos de la vida cotidiana de cada país en los que la crueldad está presente, pero no la vemos como tal, sino como algo diferente, aunque en sí misma sigue teniendo el mismo significado y sentido. También se observa el avance y evolución de la sociedad a lo largo de la historia de la tierra, que es nulo con respecto a este tema, la crueldad, ya que desde los romanos y sus anfiteatros y gladiadores, hemos llegado a las plazas de toros y sus corridas, lo que nos hace pensar que hemos cambiado en la forma, aunque sigue siendo muy parecida, pero en el fondo es el mismo final. Aparte de la crueldad física se plantea una crueldad emocional, al recordar la nostalgia de las revoluciones sangrientas de París, por ejemplo, o aguantar simplemente con nuestros propósitos y fines. Todo esto lo han intentado conducir a otro terreno, en el que no se aprecie la crueldad como es ella, sino como afán de diversión, distracción, arte…, una forma de evadirse utilizando un arma que para unos no tiene ninguna pega, pero para el que la sufre puede llegar a ser la causa de su muerte.

  3. a mi entender la crueldad es una condicion individual no un movimiento de masas, los fuertes puedes ser crueles con los debiles pero los debiles, si no pueden ser crueles con los fuertes, no habra un progreso social.
    por ello la crueldad es el camino a la barbarie, la civilizacion requiere ausencia de crueldad.
    los grupos solamente son crueles como cosecuencia del miedo o de la ira, pero la crueldad es solo una consecuencia no un fin en si mismo.

    1. Hola Félix, deduzco de tus palabras más o menos el siguiente argumento: si la crueldad fuese algo propio de la naturaleza humana la civilización sería imposible. Tenemos civilización, así que la crueldad no es algo instrínseco a la naturaleza humana sino algo puntual que afecta a unos pocos individuos.

      No te gustaba nada la lógica pero has usado muy bien la reducción al absurdo. 🙂

      Nietzsche dice lo siguiente: la civilización se consigue a costa de la degradación de la naturaleza humana. Para entrar en sociedad se nos tiene que extirpar la parte verdadera, se nos tiene que castrar y convertir en borregos. Por eso, dice Nietzsche, la crueldad sí pertenece a la naturaleza humana pero la civilización la reprime. Ahora bien, ¿es posible reinstaurar esa naturaleza humana perdida (primer paso hacia el Übermensch) y conservar la civilización? ¿Qué tipo de civilización? Creo que en términos políticos Nietzsche no va más allá de Platón: un gobierno de sabios en una sociedad donde cada individuo cumple con la función que por naturaleza le corresponde.

      Intenta responderle a Nietzsche. Busca su punto débil.

      Saludos.

  4. Claro, es que el dolor es muy dulce, muy hermoso, torturar anmales es hermosisimo cuando uno no es el torturado, ni el que siente dolor, tan artísticos esos que disdrutan torturando, vaya que sean ellos los torturados o a los que les causen dolor, seguro ya no les parece tan hermoso, ni tan artístico.

    1. Hola Diana, entiendo y comparto tu opinión pero usas dos falacias para defenderla. La primera es la falacia del hombre de paja («el dolor es muy dulce, muy hermoso) y la segunda es la falacia «ad baculum» («que sean ellos los torturados»).

      Creo que puedes argumentar mejor tu opinión recurriendo a Hume. La crueldad en la naturaleza es un hecho pero eso no significa que tenga que formar parte de nuestro modo de vida ni de nuestra moral. Del es no se sigue el debe.

      Saludos.

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