Platón: Las leyes, libro V

Sócrates y Platón. Pergamino del s. XIII realizado por el monje Mateo Paris en la Abadía de Saint Alban. Se conserva en Oxfor. Este pergamino es muy conocido por su influencia en la obra del deconstruccionista Jacques Derrida.
Extraña imagen en la que Platón da órdenes a Sócrates para que escriba. Es un pergamino del s. XIII realizado por el monje Mateo Paris en la Abadía de Saint Alban. Se conserva en la Biblioteca de Oxford. Es muy conocido gracias al filósofo Jacques Derrida y su libro «La tarjeta postal: de Sócrates a Freud y más allá». (http://ficus.pntic.mec.es/~wque0012/filantigua/platon/#socrates_platon)

En el libro V Platón desarrolla dos de sus tópicos políticos más escandalosos y provocadores: la pureza de la raza y el comunismo. Continuando con el discurso a los hombres libres  que había comenzado en el libro IV resume los fundamentos legales de la nueva ciudad.

En primer lugar, una idea habitual de la filosofía platónica: hay que honrar antes al alma que al cuerpo, pues este es inferior y esclavo. Y por encima del alma a dioses, espíritus y héroes. No se honra al alma cuando se piensa que vivir es un bien absoluto, que la culpa es siempre de otros o que la belleza corporal es preferible a la virtud.

¿Cuál es el castigo por permitir la corrupción del alma, por permitir que se aloje en nosotros la maldad? La respuesta merece una cita:

… el así llamado castigo por la maldad. El máximo es el asemejarse a los que son malos hombres y, al asemejarse a ellos, huir y apartarse de los hombres buenos y de las buenas razones, mientras uno busca pegarse a la compañía de los otros, yendo tras ellos. Haciéndose uno con ellos, hace y sufre necesariamente las cosas que es natural que gente semejante se haga y diga entre sí. 728b

A continuación del alma es apropiado honrar el cuerpo. A este respecto Platón adelanta la conocida doctrina del término medio aristotélico al afirmar que no se debe honrar en el cuerpo ni la belleza, ni la fuerza, ni la rapidez ni las virtudes contrarias a estas, sino aquellas que se encuentran en el medio.

Platón recomienda la misma receta del término medio para la posesión de riquezas. Ni demasiado ni demasiado poco. No es bueno acumular dinero para dejar ricos a los hijos pues esto interfiere en su educación. A los hijos no hay que dejarles oro, sino sentido del pudor, de la vergüenza. No se trata de educar con meras palabras sino de mostrarse siempre pudoroso y recto ante los más jóvenes.

Una de las normas más sagradas a respetar es la hospitalidad con los extranjeros. El crimen contra el extranjero despierta la ira de los dioses como ninguno, especialmente cuando se comete contra algunos de sus servidores o suplicantes.

Una vez terminada la exposición de cómo deben ser las relaciones con los padres, las propiedades, amigos y extranjeros, Platón pasa a exponer cómo debe ser uno mismo para vivir de la mejor manera posible. En primer lugar, ser fiel a la verdad. Quien se alía con la mentira vivirá el final de sus días en terrible soledad.

La verdad gobierna todos los bienes de los dioses y todos los de los hombres. De ella debe participar directamente desde el principio el que va a llegar a ser bienaventurado y feliz, para vivir la mayor parte del tiempo siendo veraz. 730a

Valioso es también quien no comete injusticia pero lo es aún más quien impide a los injustos cometerla. Ese, el que ayuda a la ciudad a castigar a los criminales, es el ciudadano perfecto. En cualquier caso, el trato con los injustos requiere de un alma que sea la más irascible y al mismo tiempo la más afable. La más irascible porque es necesario reaccionar con rapidez y contundencia ante la injusticia. Pero también la más amable pues el malvado no lo es nunca por voluntad propia y es, por tanto, digno de compasión.

… todo injusto no es injusto por propia voluntad, pues nunca nadie en ningún lugar poseería voluntariamente ninguno de los mayores males y, mucho menos, en lo que son sus posesiones más valiosas. El alma, como dijimos, es verdaderamente lo más valioso para todos. Ahora bien, nunca nadie admite el mayor mal en lo más valioso ni vive poseyéndolo toda la vida. El injusto y el que sufre algún mal son completamente dignos de compasión. Es posible apiadarse del que tiene males curables y, refrenando el ánimo, suavizarlo y despojarlo de apasionamiento y exasperación femenina, pero hay que desacargar la ira con el completa e incorregiblemente vicioso y malo. 731c-d

El peor de los males habita en las almas de todos los hombres y, en cierto modo, está bien que así sea: es el amor a sí mismo. Pero el caso es que es también la causa de todos los errores. El que ama se enceguece respecto de lo amado y juzga mal lo justo, lo bueno y lo bello. Por tanto, quien quiera llegar a ser un gran varón no debe amarse a sí mismo ni lo suyo sino lo justo y verdadero. Otra recomendación estoica para alcanzar la virtud es «contener las risas violentas y lágrimas abundantes».

¿Qué le corresponde a la vida virtuosa, el placer o el dolor? Es evidente que el ser humano desea por naturaleza el placer antes que el dolor. No es inteligente engañarse acerca de esto. La vida prudente, inteligente, valiente y saludable es más placentera que la vida necia, cobarde, incontinente y enferma. Aunque en estas últimas los placeres puedan ser más intensos también lo son los dolores.

Aquí (734e) termina el preludio de las leyes. A continuación Platón distingue dentro de la sociedad la trama (el pueblo) y la urdimbre (los magistrados) de la misma. Esta ha de ser por fuerza de una calidad superior. Y Platón retoma su conocida  argumentación en la que compara la dirección de la sociedad humana con la ganadería. ¿No se preocupará un pastor o un criador de caballos en separar los animales de raza pura de los que no lo son, enviando a los impuros a otras manadas? Pues la misma limpieza debe llevarla a cabo el legislador en la ciudad. Las mejores limpiezas son las que lleva a cabo el legislador cuando es un gobernador absoluto pues se libra mediante la muerte y el exilio de los que han cometido los mayores crímenes. Como esta purificación tan radical es pocas veces posible habrá que conformarse con una limpieza más suave: persuadir a los pobres de que abandonen la ciudad y, con la excusa de hacer justicia tomando las riquezas injustas de otros, formar una colonia. Un párrafo inolvidable:

De las muchas limpiezas existentes, unas son más superficiales, otras más radicales, y unas las podría hacer el legislador si él mismo fuera un gobernante absoluto, todas las que son más radicales y mejores, pero un legislador que establece un nuevo orden político y nuevas leyes sin tiranía, si pudiera llevar a cabo la más suave de las limpiezas, hasta con esa se daría por muy contento. La mejor limpieza es dolorosa, como los remedios de ese tipo, la que castiga por medio de la justicia ayudada por la represalia, poniendo el fin a la represalia en la muerte y el exilio, pues suele librarse de los que han cometido los mayores crímenes, porque son incurables y el daño de la ciudad es máximo. La purificación más suave es para nosotros la siguiente. Como a una enfermedad que se le ha generado a la ciudad, el legislador envía con la mejor disposición posible fuera del estado a todos los pobres que a causa de la escasez de alimento se  muestran dispuestos y preparados para seguir a sus líderes contra las posesiones de los ricos y les da el nombre de colonia, extirpación por medio de un eufemismo. 735d-e

En cualquier caso al legislador que comienza le basta con impedir la entrada de los malos y corruptos y someter a prueba continuadamente a los buenos. Otros características de la nueva ciudad habrán de ser las siguientes:

  1. Una sólida base para el orden social es el reparto igualitario de la riqueza. Las grandes fortunas generan desigualdades que terminan por corromper la sociedad.
  2. En un arranque típicamente pitagórico Platón afirma que el número de ciudadanos debe ser 5040, número al que atribuye propiedades ideales para ordenar tierras y ciudadanos. La modificación de este número supondrá la desintegración de la sociedad. Se le deben, por tanto, honores religiosos.
  3. Nadie inteligente intentará cambiar los dioses y las religiones del lugar.

A continuación realiza Platón una apología del comunismo que ha inspirado a muchas de las utopías sociales posteriores. Así dice:

Pues bien, la primera ciudad, el mejor sistema político y las mejores leyes se dan donde en toda la ciudad llega a  realizarse en el mayor grado posible el antiguo dicho. Se dice, en efecto, que las cosas de los amigos son realmente comunes, sea que esto se dé ahora en algún lugar o se vaya a dar alguna vez —que sean comunes las mujeres, comunes los hijos, comunes todas las cosas— y que por todos los medios se extirpe completamente de todos los ámbitos de la vida lo llamado particular y se forje un plan para que en lo posible también las cosas que son propias por naturaleza se hagan de alguna manera comunes, como que ojos, orejas y manos parezcan ver, oír y actuar en común, y todos alaben y critiquen al unísono lo más que puedan, alegrándose y doliéndose de las mismas cosas, y, por fin, las leyes que en lo posible hagan una ciudad unida al máximo. Nunca nadie que defina de otra manera dará otra definición más correcta ni mejor que ésta en excelencia para la virtud. Una ciudad tal, por cierto, ya sea que dioses o hijos de dioses, más de uno, la habiten, si viven así, moran en ella siendo felices. Por eso, no hay que mirar a otro lado en busca de un modelo de orden político, sino que, ateniéndonos a este régimen, debemos buscar uno que en lo posible tenga al máximo tales características. 739c-e

Las leyes, por tanto, deben repartir igualitariamente las tierras, prohibir el préstamo con interés y la entrada de moneda extranjera, e impedir que aumente o disminuya la población. Asimismo Platón afirma que nadie puede llegar a ser muy rico y muy bueno y, si no puede ser bueno tampoco podrá ser feliz. La riqueza, por tanto, es un obstáculo para el bien y la felicidad. (743a-d) La honra por los bienes materiales ha de estar en último lugar y los magistrados deben controlar que las ganancias de los individuos no puedan ser causa de enfrentamientos entre ellos. Otro argumento en contra de los usos y costumbres «capitalistas» que ofrece Platón es que la extrema pobreza en algunos de los ciudadanos unida a la riqueza excesiva de otros suele dar lugar a la peor de las guerras, la guerra civil. Para evitar estas diferencias propone utilizar un sistema de cuatro clases impositivas que mantenga el equilibrio entre las clases sociales.

Platón reconoce que este ideal de ciudad con el que está fantaseando es muy difícil que se de en la realidad: una sociedad de hombres puros a los que no interese el oro sino la justicia y lo común no parece algo de este mundo. A pesar de todo, dice Platón, el ideal es necesario para señalar la meta final y poder comenzar a andar…

Pero creo que, en cada una de las cosas que van a nacer, lo más lógico es que el que muestra el modelo de cómo debe llegar a ser lo que se está intentando no se quede corto en nada de lo que es lo más bello y verdadero. No obstante, aquel al que le sea imposible realizar algo, debe dejarlo y no hacerlo, pero debe planear dar lo que más se aproxima y es más afín a lo que conviene hacer entre las demás posibilidades y permitir al legislador terminar lo que se propone. 746c-d

Concluye el capítulo con otra defensa pitagórica de la necesidad del límite de 5040 ciudadanos divididos en 12 tribus. Todo debe ajustarse a esta forma duodecimal del número frente a la decimal ateniense. Tras atender a todo esto el legislador debe garantizar que todos los ciudadanos conocen este orden numérico. Por último, la habitual apología platónica acerca del poder educativo de las matemáticas.

El legislador, tras atender a todo esto, debe ordenar a todos los ciudadanos que en lo posible no se aparten de ese orden numérico. Ninguna materia educativa tiene un poder tan grande para la organización de la casa, para el orden político y para todas las artes como la ocupación con los números. Sin embargo, lo más importante es que despierta al que es de natural dormido y necio y lo convierte en listo, memorioso y agudo, haciéndolo progresar con un arte divino contra su propia índole. En caso de que con otras costumbres y hábitos se arranque de las almas de los que los van a dominar con suficiencia y provecho el servilismo y el amor al dinero, todos estos conocimientos llegarían a ser materias de enseñanza bellas y adecuadas. Si no, podría producirse inadvertidamente la habitual tunantería en vez de la sabiduría, como es posible ver en lo que han convertido ahora sus otros usos y su codicia a los egipcios, fenicios y muchos otros pueblos, ya sea que esto se lo hubiera hecho un mal legislador o una mala fortuna que se les vino encima o alguna otra influencia natural semejante. 747 b-d

6 comentarios en “Platón: Las leyes, libro V

    1. Hola Jairo, verlo desde esa óptica desvirtúa a Platón. Lo que Platón quiere hacer en la República es instaurar un modelo duradero y eficaz de gobierno y toma como modelo las organizaciones sociales más estables de la naturaleza, las de los insectos. El sacrificio del individuo en favor de lo colectivo o los programas eugenésicos de Platón son una copia del modelo social más perfecto que la Naturaleza nos da. En los hormigueros no hay delincuencia, ni hospitales, ni disputas internas…

      Saludos
      Eugenio.

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