Richard Linklater utiliza en Waking Life la rotoscopia, el mismo formato que usará después en A Scanner Darkly, adaptación de la novela más lisérgica de Philip K. Dick. La rotoscopia es una técnica cinematográfica que consiste en aplicar la animación a metraje filmado en vivo. El resultado de colorear digitalmente los fotogramas es muy apropiado para dar la sensación de que se está inmerso en una alucinación o una realidad peculiar.
A partir de los sueños del joven protagonista de Waking Life, Wiley Wiggins, el director despliega una serie de problemas filosóficos que siguen presentes en este nuevo siglo. Estas ideas nos llegan a través de personajes ficticios y reales. De este modo, Linklater transita con facilidad del cine al documental, de la imaginación a lo real.
La idea originaria surge de un juego infantil, Paper Game. «Dream is Destiny» es la consigna que recibe el protagonista. El título Waking Life hace referencia a un estado peculiar de conciencia en el despertamos a la vida con un conocimiento más lúcido y profundo de la misma. Las escenas se suceden siguiendo la lógica de un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño…
El conductor del coche pirata (Bill Wise) que da comienzo al viaje de Willy lo hace con una afirmación de corte budista: «The idea is to remain in a state of constant departure while always arriving».
Le sigue el profesor de Filosofía Robert C. Solomon que da una charla a Willy sobre el conflicto entre existencialismo y postmodernidad. Solomon, a contracorriente, insiste en que es necesario rescatar la potencia de la libertad individual frente al pesimismo antropológico y político del pensamiento postmoderno.
A continuación Kim Krizan, escritora y actriz que creó junto a Linklater los personajes de Jesse y Celine de la saga Before Sunrise. Krizan habla sobre los orígenes del lenguaje y la dificultad para expresar lo inexpresable. El hecho de que sea casi imposible que las palabras relativas a estados de ánimo, como el amor o la ira, tengan el mismo significado para individuos diferentes es lo que convierte a la comunicación en casi un milagro.
Eamonn Healy, profesor de Química en la Universidad de Texas Austin, está convencido de que la evolución se ha acelerado tanto que no habrá que esperar millones de años para que sus cambios fructifiquen. Al contrario, serán visibles dentro de una misma generación y supondrán el advenimiento de un hombre nuevo.
J. C. Shakespeare es el hombre desesperado que se prende fuego a lo bonzo por la impotencia que experimenta hacia un sistema democrático que ha sido castrado por el capitalismo.
Ethan Hawke (Jesse) y Julie Delpy (Celine), protagonistas de Before Sunrise, conversan sobre la paradoja de descubrimientos como el del fuego, que tuvo lugar en todo el planeta al mismo tiempo hace 500.000 años. Su diálogo es la forma new-age en que se expresan viejas ideas como el Espíritu de Hegel o el inconsciente colectivo de Jung.
El actor Charles Gunning intepreta a un preso cuyo único objetivo es vengarse de la humanidad entera. No hay mucha diferencia entre el mal natural y el mal moral o humano. Son igual de catastróficos e inevitables.
El filósofo David Sosa, de la Universidad de Texas Austin, charla sobre la necesidad de salvar la libertad y la individualidad en un mundo donde el puesto del dios omnisciente lo han ocupado las leyes de la Física.
El conspiranoico presentador de radio Alex Jones se pasea en un coche con altavoces agitando a las masas para que se reivindiquen su libertad frente al Estado opresor. Recuerda mucho a Howard Beale en Network (Sidney Lumet, 1975).
Otto Hofmann, organista, se interpreta a sí mismo y repite las tesis del eterno retorno de Nietzsche.
Tras la breve intervención de Otto Hofmann, Willy conversa con el escritor afroamericano Aklilu Gebrewold sobre la importancia de cada una de nuestras pequeñas acciones en la inmensidad del Universo.
Las actrices Carol Dawson y Lisa Moore charlan en una cafetería sobre la fragilidad de la identidad humana usando argumentos que recuerdan bastante a la crítica a la sustancia del filósofo escocés David Hume.
La situación se vuelve kafkiana cuando un chimpancé (el músico Steve Fitch) aporta la voz en off a un documental sobre la posibilidad de crear un nuevo mundo.
Las afirmaciones del filósofo Louis Mackey recuerdan a las críticas al último hombre de Nietzsche.
Los actores Steven Prince y Ken Webster interpretan a dos descerebrados que defienden la necesidad de las armas para garantizar la libertad individual.
Después de un recorrido surrealista por varios canales de televisión, el protagonista termina en una habitación donde el actor Jason T. Hodge y sus amigos le explican las ideas básicas de la duda cartesiana: la imposibilidad de distinguir el sueño y la realidad. O tal y como lo contaba Hilary Putnam, la posibilidad de que toda nuestra experiencia sea la de un cerebro en una cubeta.
El director de cine de ascendencia iraní Caveh Zahedi explica al poeta David Jewell las teorías cinematográficas de André Bazin. La ventaja del cine respecto a la literatura reside en que el cine hereda de la fotografía la capacidad para capturar el instante. Dentro de una metafísica panteísta como la de Bazin esto es casi como tomar fotos de dios. Cada fotograma se convierte en un momento sagrado. Este discurso recuerda un poco a las conocidas escenas de las bolsas de plástico en el aire de American Beauty (Sam Mendes, 1999) o The Brand New Testament (Jaco van Dormael, 2015).
A continuación cuatro situacionistas, mucha teoría y nada de acción, pasean por las calles soltando consignas revolucionarias que suenan a mayo del 68. Terminan encontrando a su ídolo Guy Debord, interpretado por el actor Hymie Samuelson.
David Martínez, escritor, cineasta y activista político, interpreta al viajero que baja del tren para advertir al protagonista del peligro que corre el mundo si la gente dejase de soñar.
Ryan Power, cineasta, da vida al único personaje que tiene éxito en escapar del mundo de los sueños. Es un viaje al infinito. Una idea de corte budista que enlaza muy bien con el inicio de la película.
Tiana Hux, actriz y artista de performance, habla sobre la tragedia de la sociedad de consumo donde todos los encuentros son tan unidimensionales como los que suceden en un hormiguero. La libertad se halla en la comunión de las almas y para que esta suceda no podemos vivir como zombis, autómatas, insectos.
Timothy ‘Speed’ Levitch, actor y poeta, cita a Lorca y a Giacometti para reclamar en un discurso muy vehemente la necesidad de acumular experiencias auténticas para poder comprender la vida.
La actriz Marta Banda condensa los deseos eróticos de Willy.
Steven Soderbergh aparece en televisión para contar una divertidad anécdota de Louis Malle y Billy Wilder sobre el poco dinero que dejan en taquilla las películas para intelectuales.
A continuación vuelve la actriz Mary McBay para explicar por qué el protagonista no puede despertarse. Está en el reino de los muertos, que es como estar soñando, pero sin poder retornar a un cuerpo físico. Permanecemos en ese reino hasta que acumulamos la sabiduría suficiente para escapar al infinito.
Richard Linklater interpreta al amigo de Willy y corrobora lo dicho anteriormente. El sueño del que no se puede despertar es el reino de los muertos. Para explicarlo recurre al caso de Philip K. Dick, autor de ‘Flow my tears, the policeman said‘. Cuatro años después de escribir esta novela el autor tiene un excepcional déjà vu en el que revive lo que ha narrado en su historia. Tras preguntar a un sacerdote, este le recomienda la lectura del Book of Acts y Philip K. Dick llega a la conclusión de que el tiempo, tal y como lo experimentamos, es una ilusión que nos aparta de la auténtica realidad. Verdaderamente vivimos en el s. I d. C. esperando la llegada del Mesías pero el Imperio fabrica la ilusión del tiempo para que olvidemos el inminente final del mundo. Linklater aprovecha las dudas que siembra P. K. Dick sobre la dificultad para distinguir apariencia y realidad y lo reinterpreta del siguiente modo: eso que llamamos tiempo no es más que nuestra continua negativa a aceptar la muerte y «unirnos a la eternidad». Nuestro rechazo, aunque en último término inútil, es el que crea la sucesión de instantes que llamamos tiempo.
Y finalmente comienza el viaje del protagonista al infinito.
Grandísimo análisis de una pelicula cuanto menos arriesgada y original ( que no es poco ).
Una pregunta: ¿cuando lee a un autor procura acabar con él, exprimirlo y leer toda su bibliografia lara así entrar de lleno en su mundo o prefiere dosificar sus lecturas poco a poco y variar de generos, estilos y épocas?
Saludos!
Hola Anónimo, cuando un autor me gusta tengo que reconocer que soy un poco obsesivo. Lo devoro con ansia. Todo lo contrario en el caso de que no me guste. Paso de largo, aunque sea muy «importante».
Por ejemplo, me gustan los filósofos que saben escribir, que son también literatos. Por ejemplo, Heráclito, Platón, Descartes o Nietzsche. Borges decía que la metafísica era una rama de la ficción literaria. A esos los leo más de una vez. Son como la Ilíada. Están ahí para recordarte que vivir tiene sentido.
Hay otros como Tomás de Aquíno, Kant, Hegel o Marx que me aburren. Leo unas páginas y se me caen de las manos. Los abandono.
Puede ser que tenga una «mala» tendencia natural a buscar en todo la belleza antes que el contenido. No soy un ejemplo a seguir. 🙂
Saludos.
Hola. Soy Ente. Gracias por compartir las ideas.
Estaba pensando en los que se arrojaron desde las torres gemelas.
Somos hormigas que, a veces, se suicidan.
Me alegra haberlo podido solucionar. Qué sería del sitio sin tus recomendaciones. Habrá que ver a esa dueña de galería de arte acosada en Nocturnal Animals.
Un abrazo.
Que buen analisis, gracias!!