Odilon Redon: A sí mismo. Diario 1867-1915. Elena Villalonga (tr.). Barcelona: Elba, 2013.
Toda mi originalidad consiste, pues, en hacer vivir humanamente a los seres inverosímiles
según las leyes de lo verosímil, poniendo, siempre y cuando sea posible,
la lógica de lo visible al servicio de lo invisible. (p. 35)
Este volumen del pintor simbolista Odilon Redon incluye, además de un texto breve a modo de programa estético titulado «Confidencias del artista», notas de sus diarios de 1867 a 1915.
Su forma de entender la educación, la creación artística, la belleza, las relaciones entre arte y filosofía o arte y política, me resultan tan familiares que casi podría hablarse de un caso clínico de reminiscencia platónica. 🙂
Y afuera, en el campo, ¡cuánta fascinación ejercían en mí los cielos! … pasaba las horas, o más bien el día entero, echado en el suelo, en los parajes desérticos del campo, mirando pasar las nubes, siguiendo con infinito deleite los mágicos resplandores de sus cambios fugaces. (pp. 16-17)
Dije una infancia enfermiza, y es la razón por la que me mandaron tarde a la escuela, a los once años, creo recordar. Este período es el más triste y más lamentable de mi juventud. A pesar de que me mandaron allí como pupilo externo, sólo recuerdo demorarme para llegar a clase y trabajar con esfuerzo y pesadumbre. Cuántas lágrimas derramadas sobre los libros soporíferos que me hacían aprender palabra por palabra. (p. 17)
Es a mi enseñanza libre a la que debo muchos de los primeros arrebatos de mi espíritu, los mejores, sin duda, los más frescos, los más decisivos; y creo de veras que fueron para mí mucho más valiosos que cualquier enseñanza de una escuela estatal. (p. 20)
También mantuve amistad con Armand Clavaud, un botánico que más tarde trabajó en fisiología vegetal. Se ocupaba en lo infinitamente pequeño. Investigaba -no sabría cómo decirlo- en los confines del mundo imperceptible, (…) Me hizo leer a Edgar Allan Poe y a Baudelaire, Las flores del mal, en el momento de su aparición. Profesaba por Spinoza una admiración casi religiosa. Pronunciaba su nombre con una sensibilidad y una dulzura en la voz que no era posible oírlo sin emocionarse. (pp. 22-23)
No entiendo nada de lo que se conoce por concesiones; uno no hace el arte que quiere. El artista es, día tras día, el receptáculo de las cosas circundantes. Recibe del exterior sensaciones que transforma por vía fatal, inexorable y tenaz, según él mismo y completamente solo.En realidad no existe producción alguna hasta que se tiene algo que decir, por necesidad de expansión. (p. 28)
El arte no toma nada prestado de la filosofía y no tiene otra fuente que el alma en el mundo que lo rodea. Su esencia es desconocida, como la de la vida; y su fin es el arte mismo… el arte debe servir al filósofo, al pensador, al erudito, incluso al teósofo, ¿quién sabe?, materia para especular y para amar.(p. 132)
Veo en una vitrina un libro titulado L’Art Social Me repugna. Lo abro igualmente y leo: Socialización de la belleza; lo cierro. (p. 162)

(1898, oil on canvas, Kröller-Müller Museum, Otterlo, Netherlands)
Saludos Eugenio:
Todo un acierto aproximanos a este » Místico «, o quizá mejor » guardián de la Verdad «. Su discurrir en lo plástico tiene momentos que cita Leonardo en alguno de sus libros, al comentar las sugerencias de las manchas de humedad sobre la pared. Odilon expresa su concepción de aquello en lo que se expresa. Es fiel hasta en la delicadeza de la confusión de las manchas: lo realmente importante es el descubrimiento de un extraordinario artista, humano hasta la médula. Un saludo.
Francisco.
Hola Francisco, a veces conectas con un pintor y no sabes bien por qué. Después de leer este libro entiendes que no hay casualidades. Cuando leo los comentarios de Redon sobre Puvis de Chavannes o Gustave Moreau, sus alusiones a Platón o a Spinoza, sé que de alguna forma el artista y mi mirada caemos dentro del mismo círculo de afinidades electivas.
Las sombras de Redon emergen del mundo de los sueños. Allí se forja el misterio y se crean ficciones nunca vistas. Creo que es el misterio lo que une a Leonardo y a Redon. Sus pinturas parecen estar cifradas, requiere cierto esfuerzo y cierta disposición de la mirada penetrarlas. Ángulos inverosímiles de la realidad, imágenes dentro de imágenes.
Creo que la mención de Spinoza por Redon no es casualidad. Spinoza y sus lentes y lo infinitamente pequeño. Contaba Colerus, el biógrafo de Spinoza, como le encantaba contemplar el trabajo de las arañas en su tela. Supongo que en lo más pequeño se muestra la lógica inexorable con la que se desenvuelve el universo. Redon también pintó dos arañas muy conocidas: una sonriente y otra triste.
Un abrazo.
Ah, se me olvidaba comentarte lo de Robin Williams, la tristeza del payaso…
Hace tiempo vi una de él que me gustó, había pintura, un suicidio, un viaje al infierno: What dreams may come (1998).
Eugenio, en el detalle de la pintura de Jehan Bellegambe, The Last Judgment, ¿podrías decirme que está escrito en la jarra que el demonio da a beber al hombre? Lo he buscado pero no lo encuentro. ¿Es azufre en llamas?
Por cierto, vaya ojos los del demonio.
Ni se me había ocurrido, me pasé un rato mirando las letras y no saqué nada con sentido.
Gracias. Está muy bien. Todas esas cosas del Medievo (religión y dolor) llegan al Renacimiento y hay una explosión tremenda en las formas. Sorprendente. Si a ese demonio lo usaran en el cine, con solo verlo moverse daría miedo, te mira fijamente el jodido.