La carrera cinematográfica del director Ron Howard (1954-) es muy irregular. Comenzó en los ochenta con dos taquillazos para olvidar como Splash (1984) y Cocoon (1985). Continuó apostando por el cine de entretenimiento con resultados menos explosivos: Willow (1988) o Backdraft (Llamaradas, 1991). En 1994 dirige The paper que es, en mi opinión, una pequeña obra maestra repleta de talento y madurez, perfecta en la utilización del tiempo cinematográfico. Desgraciadamente, le siguen películas prefabricadas como Apollo 13 (1995) o Ransom (Rescate, 1986), para lucimiento de Mel Gibson. El reconocimiento oficial le llega con A beautiful mind (Una mente maravillosa, 1991) por la que gana el Óscar a la mejor dirección. Cae en picado con las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Dan Brown de The Da Vinci Code (El Código Da Vinci, 2006) y Angels & Demons (Ángeles y demonios, 2009). Pero entre esos dos despropósitos lleva al cine la pieza de teatro de Peter Morgan Frost/Nixon con un resultado notable.
El argumento de Frost/Nixon gira en torno a las entrevistas que el periodista David Frost mantuvo con el ex-presidente Richard Nixon en 1977. Este había sido obligado a dimitir de su cargo por el escándalo Watergate. Había quedado probado que Nixon utilizó los recursos de la Casa Blanca para espiar a sus rivales del Partido Demócrata en el complejo de oficinas Watergate. Además, su popularidad estaba por los suelos por haber masacrado a la población civil de Vietnam y Camboya con con los bombardeos de los temibles B-52. Para intentar regresar al mundo de la política activa se ofreció a realizar una serie de entrevistas televisivas con un presentador inexperto, David Frost. Nixon confiaba en que de este modo podría imponerle a la nación su particular visión de los Historia.
Howard plantea la película imitando el modelo de A few good man (Algunos hombres buenos, Rob Reiner, 1992): un combate dialéctico en el que el representante de la transparencia, la verdad y la democracia se enfrenta al hombre de Estado que ha caído bajo la influencia del lado oscuro del poder. El final en ambas películas es similar: verdad y justicia triunfan sobre los corruptos que se creen por encima de la ley. Sin embargo, en el fondo, en ambos casos quedamos fascinados por la figura del poderoso, del que no teme tomar decisiones, saltarse la ley cuando es necesario hacerlo o mentir al pueblo cuando es por un bien mayor. Quedamos fascinados por el aspecto teológico de la política, aquel en el que la voluntad de uno se convierte automáticamente en ley.
Con estas películas ocurre lo mismo que describe Žižek en su discurso sobre lo simbólico dentro de la tríada lacaniana Imaginario-Simbólico-Real. Cuando Žižek analiza el carácter virtual de lo simbólico utiliza como ejemplo las creencias políticas de Occidente. Así, fingimos creer en los Reyes Magos para no decepcionar a nuestros hijos, aunque en el fondo está claro que los pequeños también colaboran en la ficción a sabiendas. Nuestra confianza en la democracia es del mismo tipo: aparentamos confiar en ella participando en una ilusión colectiva que no decepcione a nadie. Sabemos que los Reyes Magos no existen ni la democracia tampoco, pero necesitamos ambas creencias en su estado virtual. Quien aparenta creer verdaderamente en la democracia o algún dogma religioso se le identifica inmediatamente con un idiota o un monstruo.
Este es el momento crucial de Frost/Nixon. En él Nixon confiesa estar convencido de que la única Ley es la Voluntad del Presidente. El asombro ingenuo del periodista es la misma expresión fingida que ponemos cuando nuestros hijos nos dicen por fin que los Reyes Magos son los padres.

Nixon: Cuando estás en el poder, has de hacer muchas cosas que no son legales en el sentido estricto de la ley, pero las haces en nombre del bienestar de la nación.
Frost: Espere. ¿Está diciendo que en ciertas situaciones el presidente puede, si es por el bien de la nación, hacer algo ilegal?
Nixon: Estoy diciendo que cuando el presidente lo hace, eso significa que no es ilegal.
Frost: ¿Perdón?
Nixon: Eso es lo que pienso.
Frost: Oh, Dios mío.
Nixon: Pero soy consciente de que nadie más comparte esa opinión.

Un plagio u homenaje de la famosa escena final de A few good men (Algunos hombres buenos, 1992)
Ficha técnica
- Título original: Frost/Nixon
- Año: 2008
- Duración: 122 min.
- País: EE.UU.
- Director: Ron Howard
- Guión: Peter Morgan (Obra: Peter Morgan)
- Música: Hans Zimmer
- Fotografía: Salvatore Totino
- Reparto: Frank Langella, Michael Sheen, Rebecca Hall, Toby Jones, Matthew Macfadyen, Kevin Bacon, Oliver Platt, Sam Rockwell.
- Productora: Imagine Entertainment / Working Title Films
En 1992, por vueltas que da la vida, estuve unos meses en Irlanda. Caminaba solitario por las calles, no conocía a nadie. Tan triste iba, que mis lágrimas se confundían con la eterna llovizna de Dublín en diciembre. Una tarde descubrí dos salas de cine, una enfrente de la otra. A un lado de la calle proyectaban “Algunos hombres buenos”, en el otro lado, “El último mohicano”. Yo tenía 4 libras, mi intención era ver primero una y luego la otra. Llegó el día feliz y vi la primera, al coronel y al abogado. A la semana junté otras cuatro libras limpiando colegios con una aspiradora, y volví a ver la primera. La tercera semana reuní de nuevo el dinero y vi una vez más la primera. Nunca fui a ver “El último mohicano”. Me gustaba oír aquel “You can’t handle the truth”, ¡y no tenía idea de lo que significaba!
Es una bonita historia.