
La vida de Empédocles es digna de un evangelio. Vestía de púrpura, con sandalias de bronce, el pelo muy largo, corona délfica, y, detrás, hermosos jóvenes sirvientes. Órfico aventajado, podía recordar sus vidas anteriores: afirmaba haber sido ya pájaro, arbusto, pez, muchacho y muchacha. Al igual que Heráclito, rehusó reinar. A cambio, persuadió a sus conciudadanos para cultivar la igualdad política. Se enfrentó peligrosamente a la Asamblea de los Mil que, según algunos, terminaron exiliándolo al Peloponeso, donde murió. Como investigador de la naturaleza, cuenta Aristóteles y, recuerda Carl Sagan en Cosmos, Empédocles fue el descubridor del «aire«:
Como ingeniero, libró de la peste a los selinuncios potabilizando las aguas del río. Se le atribuyeron poderes mágicos y curativos, e incluso el milagro de la resurrección. Discípulo de Parménides y maestro de Gorgias se le considera el inventor de la retórica y, por tanto, padre de los sofistas. La leyenda cuenta que, o bien fue arrebatado al cielo por los dioses, o bien se arrojó al Etna para purificarse por el fuego y alcanzar el centro de la tierra. Desoyó la conocida advertencia de Píndaro: «¡No te esfuerces en llegar a ser Zeus! A los mortales conviene lo mortal» (Ístmicas, V)
Un resumen de su física en este fragmento de Simplicio:
Postula cuatro elementos materiales, fuego, aire, agua y tierra, todos eternos, que aumentan y decrecen mediante la mezcla y la separación; pero sus auténticos primeros principios, los que imparten el movimiento a aquellos, son el Amor y la Discordia. Los elementos están constantemente sometidos a un cambio alternante, mezclándose unas veces por obra del Amor y separándose otras por la acción de la Discordia; sus primeros principios, en consecuencia, son seis.
Simplicio, Fís. 25, 21. citado en Kirk G. S., Raven, J. E.: Los filósofos presocráticos, Jesús García Hernández (tr.), Madrid: Gredos, 1981, p.460.
Uno de los grandes admiradores de Empédocles fue el autor de Hiperión, Friedrich Hölderlin. En su obra inacabada, La muerte de Empédocles, utiliza al filósofo para tratar dos temas clave del romanticismo: la soledad del genio y la lejanía de los dioses. Como es habitual, lo que distingue al auténtico filósofo es su modo de enfrentar a la muerte. Así puedes comprobarlo en este breve fragmento en el que Empédocles, antes de encaminarse al Etna, se dirige a aquellos de sus compatriotas que lo habían traicionado:
¡Nos hemos reconciliado, amigos!
Pero dejadme,porque es mucho mejor que ya no veáis más
el rostro que ultrajasteis; es preferible que penséis
en el hombre que amasteis, y nunca más
se extraviará vuestro espíritu sereno.
Eternamente joven vivirá con vosotros mi imagen
y sonarán más hermosos, si estoy lejos,
los cantos de alegría que me habéis prometido.
¡Oh, separémonos, antes de que nos separe
la necedad y la vejez, y así viviremos advertidos,
y permanecerán unidos los que a su debido tiempo
eligieron por sí mismos la hora de separarse!(…)
Y de la muerte purificadora, que ellos mismos
eligieron el momento justo,
resurgen los pueblos como Aquiles del Estigio.
¡Oh, daos a la naturaleza, antes que ella os tome!
Friedrich Hölderlin: La muerte de Empédocles, Feliu Formosa (tr.) Barcelona: Acantilado, 2001
lo de los selinuncios, qué historia es esa?
«El hombre es un dios cuando sueña, y un mendigo cuando razona…»
un saludo.
Una de esas historias simpáticas de Diógenes Laercio. Siempre es hermoso escuchar esa cita del Hiperión. Saludos.
Hola Eugenio, me opodrías ayudar aclarándome ¿cuál es la intención general de los pluralistas? Gracias de antemano.
Se suele resumir en una frase: «salvar las apariencias». El enemigo es la lógica irrefutable de Parménides. Los pluralistas quieren seguir haciendo física pero sin saltarse a Parménides. Lo logran identificando el arjé con un elementos múltiples pero inmutables.
Saludos.