
Lao Tse: Tao Te Ching. Los libros del Tao. Iñaki Preciado Idoeta (ed.) Madrid: Trotta, 2006.
Edición bilingüe del archiconocido Tao Te Ching. Bien anotado, traducido y prologado.
También es impresionante el trabajo de Alberto del Río Núñez cuya traducción del Tao está disponible en esta dirección de internet
El Tao Te Ching fue escrito por Lao Tse en el 300 a.C. Traducido a conceptos filosóficos griegos, sus enseñanzas hablan de un «logos» universal que es armonía de contrarios y sólo visible para el sabio.
Tanto el Tao Te Ching como el Baghavad Gita publicados por Trotta (Consuelo Martín ed.: Bhagavad Gita, con los comentarios advaitas de Sankara. 4ª ed. Madrid: Trotta, 2005.) son compañía indispensable para una explicación íntegra de muchos textos presocráticos.
A modo de ejemplo tengamos en cuenta el parecido del siguiente texto con la frase de Anaximandro sobre el retorno de los seres a su origen «según sentencia del tiempo»:
Libro A 13
Alcanzar la vacuidad es el principio supremo,
conservar el vacío es la norma capital;
apenas los infinitos seres empiezan a desarrollarse,
permanézcase en sosiego esperando su retorno.
Los caminos del Cielo (el Tao del Cielo) son circulares,
todos y cada uno (de los seres) retornan a su raíz.
Este otro texto nos acerca a las teorías sobre los contrarios de Heráclito:
En el mundo todos saben por qué lo bello es bello,
y así aparece lo feo.
Todos saben lo que es bueno,
y entonces aparece lo que no es bueno.
Ser y no-ser se engendran mutuamente,
lo difícil y lo fácil se producen mutuamente,
lo largo y lo corto se forman mutuamente,
lo alto y lo bajo se completan mutuamente,
el sentido y el sonido se armonizan mutuamente,
delante y detrás se siguen mutuamente,
es una ley constante.
Por último, pueden leerse temas de Anaximandro, Heráclito y Parménides en el siguiente texto:
Lo miras y no lo ves,
su nombre es wei.
Lo escuchas y no lo oyes,
su nombre es xi.
Lo tientas y no lo tocas,
su nombre es yi.
Los tres no se pueden concebir,
y así se confunden y hacen uno.
En el Uno,
lo que está arriba no es absurdo,
ni confuso lo de abajo.
Persistente,
no se le puede dar un nombre,
retorna siempre a la vacuidad.
Nómbranlo forma sin forma,
figura sin cuerpo.
En primer lugar, mi enhorabuena por su blog. Cada vez que me zambullo en él ya sé de antemano que voy a tardar un buen rato en salir de sus aguas; aguas en las que mi gusto chapotea, nada y se sumerje proporcionándome sumo regocijo.
Estupenda esta edición del Tao Te Ching que comenta. Recomiendo, ya de paso, la excelente versión de Iñaki Preciado de otro clásico del taoísmo, el espléndido Zhuang Zi (https://editorialkairos.com/catalogo/zhuang-zi).
«Iba Lie Zi de viaje, cuando se paró a comer junto al camino. Vio en esto una calavera, vieja de cien años; apartó las yerbas y, apuntando hacia ella su dedo, dijo: -«Sólo yo y tú sabemos que nunca ha habido vida, ni nunca muerte ha habido. ¿Estás tú verdaderamente triste? ¿Estoy yo realmente contento?».
(Zhuang Zi, Libro XVIII, VI).
Muchas gracias por la recomendación. Espléndido. Saludos.