
Hot Girs Wanted es un documental presentado en el Festival de Sundance y distribuido masivamente por Netflix en mayo de 2015. Dirigido por Jill Bauer y Ronna Gradus, que habían debutado en 2012 con la provocadora Sexy Baby, investiga el devenir actual de la industria pornográfica. El modelo de negocio ha pasado de ser dominio exclusivo de unas pocas compañías, director@s y porn stars a multiplicarse en un sinfín de sitios web alimentados por el ansia siempre renovada de fama y dinero de miles de jóvenes amateurs. Desde el primer número de “Playboy” hasta la actualidad, el cuerpo de la mujer ha sido reducido a pura mercancía al servicio de un orden patriarcal y capitalista que ha sabido rentabilizar “el carácter compulsivamente masturbatorio de la subjetividad moderna” (Beatriz Preciado, Pornotopía, p. 113).
Sin embargo, como bien muestran las directoras de Hot Girls Wanted, los niveles de difusión, explotación y violencia contra la mujer en el universo del porno actual han sobrepasado cualquier expectativa. Para empezar, considérese que, en número de visitas, la pornografía amateur supera con creces la suma del tráfico que puedan tener Netflix, Amazon y Twitter unidos. Al mismo tiempo, no existe legislación alguna que proteja a estas trabajadoras del sexo, excepto que deben superar los dieciocho años de edad. Asimismo, si bien en California está prohibida la filmación de porno sin preservativo, no ocurre lo mismo en Florida. Por último, nadie se escandaliza al comprobar que las escenas más vistas y rentables no tienen nada que envidiar a las imágenes de las torturas en Abu Ghraib.
Mi objetivo en esta reseña es evaluar el alcance de los dos argumentos principales en favor de la pornografía y su relación con el feminismo. Para ello, procederé a examinar algunas de las ideas y experiencias de tres de las protagonistas: Belle Knox, Tressa y Jade.
Aunque no pertenece al grupo de las cinco actrices porno cuya historia recoge el documental, el caso Belle Knox está presente a lo largo de todo el metraje. Los medios de comunicación estadounidenses convirtieron a Belle Knox en un fenómeno viral cuando en 2014 salió a la luz pública que trabajaba en la industria del porno para costearse los gastos en una Universidad de prestigio como Duke. En esta entrevista para la CNN utiliza dos argumentos frecuentes en defensa de la pornografía: a) es menos alienante trabajar en el cine porno, donde cada escena se paga a una media de ochocientos dólares y pueden rodarse entre tres y cinco a la semana, que en interminables turnos de camarera a cinco dólares la hora y b) en una sociedad sexualmente represiva como la que vivimos participar en la industria del cine para adultos es una experiencia que libera y fortalece a la mujer.
El primer argumento, de naturaleza económica, es utilizado repetidamente a lo largo de todo el documental. Es el caso, por ejemplo, de Tressa, que no pudo resistirse, como muchas otras, a la posibilidad de dejar atrás el pequeño pueblo de sus padres y su trabajo de camarera en una de esas franquicias que contratan en régimen de semi-esclavitud. A través de un foro de Internet se le ofrecía vuelo gratis a Florida, un salario que le garantizaba autonomía y libertad y, de algún modo, también la posibilidad convertirse en una celebridad con miles de seguidores en Twitter. No hay que desatender este ansia de popularidad dentro del conjunto de razones que mueven a las protagonistas de Hot Girls Wanted a elegir el porno como medio de vida.
No resulta fácil poner objeciones a esta idea. Es una realidad que el orden patriarcal puede convertir una simple relación de pareja en un infierno y que el capitalismo global nos muestra a diario cómo el trabajador experimenta su vida laboral como “una actividad extraña, que no le pertenece, la acción como pasión, la fuerza como impotencia, la generación como castración”. (Karl Marx: Manuscritos de economía y filosofía). En este contexto resulta razonable pensar que una mujer pueda sentirse realizada ejerciendo la prostitución o la pornografía: liberación del deseo más allá de los estrechos márgenes del patriarcado y un salario que permite recuperar a la trabajadora cierta dignidad. Esta es, a grandes rasgos, la experiencia de crecimiento personal que Virginie Despentes relata en Teoría King Kong asociada a su etapa como prostituta.
No obstante, el documental de Jill Bauer y Ronna Gradus muestra que las condiciones de trabajo dentro del negocio del porno amateur complican muchísimo la generalización de esta idea. El salario, atractivo en principio, es un señuelo, una distracción. En realidad, la actriz corre con todos los gastos, desde el vestuario a las revisiones médicas. Los riesgos laborales son espeluznantes dado que no está regulado algo tan básico como el uso del preservativo. La carrera profesional de una actriz porno amateur tiene una duración máxima de seis meses. Pasado ese tiempo, o bien abandona el negocio o bien tiene que dedicarse a subgéneros del porno donde las reglas de juego se parecen bastante a las de la colonización belga del Congo.
Por lo tanto, creo que se puede asumir sin escándalo que el ejercicio de la prostitución o la pornografía no es algo denigrante en sí mismo; ni siquiera es de suyo un ambiente más misógino que el que pueda darse en determinados episodios de la vida cotidiana. Sin embargo, tanto las condiciones laborales que arrastran a las protagonistas al mundo del porno online como las que se encuentran una vez que ingresan en él son una aberración que debe ser corregida. En este caso, el feminismo tiene que abrirse al marxismo: la liberación de la mujer pasa necesariamente por la lucha de clases.
Acerca del segundo argumento, la idea de que el cine para adultos es una experiencia que favorece el «empoderamiento» de la mujer, Camille Paglia se pronunció de un modo semejante en la convulsa revisión del feminismo que lleva a cabo en Vamps & Tramps. Afirma Paglia que la incapacidad del feminismo para asimilar la pornografía es un síntoma de su conservadurismo político. Considerar que “la pornografía degrada a las mujeres” significa que nunca se ha visto cine porno. Paglia reescribe a Nietzsche cuando sentencia que “en las cavernas del porno, las luces de la cámara son las antorchas de los Misterios eleusinos, arrojándonos flashes de los secretos de la naturaleza” (p. 133).
En términos más sosegados, pero muy afines a Paglia, se expresa el filósofo postmoderno Jean Baudrillard en Cool Memories: “En pleno rodaje de una película porno, una de las chicas adopta todas las posiciones sin cambiar de cara, una rubia con una cinta de terciopelo negro en el cuello. Su indiferencia es seductora.” (p. 49)
En su archiconocida y provocadora Teoría King Kong Virginie Despentes expresa una opinión semejante a la de Paglia. Despentes cree que desde el feminismo se ataca al porno por dudosas razones políticas. En realidad, la pornografía ayuda a que la sexualidad no de miedo, ofrece sexo en un espacio de seguridad. Sin embargo, el porno actual no es del agrado de Despentes porque, en realidad, son miradas y deseos de hombre en cuerpos de mujer. El varón medio se identifica con la actriz porno, en el fondo “ellos quieren verse follando entre ellos, mirarse las pollas los unos a los otros, empalmarse juntos, diremos que tienen ganas de metérsela entre ellos por el culo.” (p. 118). Aunque a primera vista suene disparatado, no se puede negar el talento de Despentes para cortocircuitar las “ideas comunes” del feminismo situándonos ante casos extremos y paradójicos. ¿Cómo interpretar el argumento de su novela Perras sabias donde la protagonista se enamora del vándalo que la viola?
En cualquier caso, ante el argumento expresado por Belle Knox de que el porno es una vía para la liberación y fortalecimiento de la sexualidad femenina cabe plantear la cuestión de si realmente se refiere a ese cuarenta por ciento del porno amateur online cuyo principal gancho es la violencia explícita contra la mujer. No es casualidad, como demuestra Román Gubern en Patologías de la imagen, que coincida el despegue del cine X (Garganta profunda, 1972) y el gore (La matanza de Texas, 1974). En Hot Girls Wanted se menciona un caso paradigmático de sitio web amateur donde, después de una violencia verbal repugnante, se somete a las actrices a sexo oral extremo hasta provocarles el vómito. Al final del documental una de las actrices más experimentadas, Jade, sospecha de la asepsia con que Belle Knox habla de su experiencia en ese cuestionable subgénero. Aunque anteriormente ha defendido posiciones semejantes a las expuestas más arriba, Jade está convencida de que no se sale de una vivencia como esa sin cicatrices profundas, de que la aparición de Knox en la CNN no pasa de ser una mera operación de marketing.

En mi opinión, resulta incomprensible que a estas alturas de la era digital no haya una legislación adecuada al respecto. Hay una escena en Hot Girls Wanted que pudiera parecer irrelevante pero no lo es. En ella puede verse que las actrices y su “representante” salen de la casa para fumar y conversar sobre banalidades. Creo que, del mismo modo que se han asumido las normas anti-tabaco con tanta naturalidad, también podría hacerse efectiva una legislación adecuada que prohíba la tortura y minimice los riesgos laborales en la industria del porno.

Soy consciente de que es un terreno resbaladizo y lleno de matices este del “deseo” pero no por ello esencialmente diferente de cualquier otra actividad humana. El vacío legal que suele acompañar a la actividad “empresarial” en Internet y los ingentes beneficios económicos que reporta no pueden considerarse un obstáculo insalvable para que determinadas cuestiones de sentido común estén sometidas a un marco legal que sea global y acorde a valores éticos consensuados desde la Ilustración.
Es curioso observar cómo los abismos y los matices a los que nos acerca el documental de Bauer y Gradus son normalizados mediante la portentosa versatilidad de la comedia romántica para fijar una normativa libidinal sumisa al capital y el patriarcado. Es irritante el modo en que The Escort (Slocombe, 2015) transforma a Belle Knox en la Cenicienta de Disney 🙂
Bibliografía
- Baudrillard, Jean: Cool Memories.Barcelona: Anagrama, 1989.
- Carmona, Carla: En la cuerda floja de lo eterno. Sobre la gramática alucinada de Egon Schiele. Barcelona: Acantilado, 2013.
- Comité invisible: La insurrección que viene. Barcelona: Melusina, 2010.
- Paglia, Camille: Vamps & Tramps. Más allá del feminismo. Madrid: Valdemar, 2001.
- Despentes, Virginie: Teoría King Kong. Barcelona: Melusina, 2009.
- Despentes, Virginie: Perras sabias. Barcelona: Anagrama, 1998.
- Gubern, Román: Patologías de la imagen. Barcelona: Anagrama, 2004.
- Mark, Karl: Manuscritos de economía y filosofía. Madrid: Alianza Editorial, 2005.
- Preciado, Beatriz: Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en “Playboy” durante la guerra fría. Barcelona: Anagrama, 2010.
- Eloy Fernández Porta: €®O$ Barcelona: Anagrama, 2010.
Ficha técnica

– Dirección: Jill Bauer, Ronna Gradus.
– Producción: Rashida Jones, Jill Bauer, Ronna Gradus, Brittany Huckabee.
– Guión: Brittany Huckabee.
– Música: Daniel Ahearn.
– Fotografía: Ronna Gradus.
– Montaje: Brittany Huckabee.
– Compañía productora: Two to Tangle Productions.
– Distribución: Netflix.
– Estreno: 24 de enero de 2015 (Sundance).
– Duración: 84 minutos.
– Sitio web oficial: HOT GIRLS WANTED (http://www.hotgirlswantedmovie.com/)
– País: Estados Unidos.
– Idioma: Inglés.
