The Giver, dirigida por Phillip Noyce en 2014, lleva a la gran pantalla el best-seller del mismo título publicado por Lois Lowry en 1993.
Está ambientada en una ciudad-estado ideal que se inspira, cómo no, en la República de Platón. Así, podemos ver un diseño urbanístico cuya obsesión circular recuerda lejanamente a la Atlántida descrita en el Critias. Tiene también el aspecto de una colmena: los gobernantes-filósofos son «reyes de enjambres».
En esta colonia futurista se aspira a la supresión de las emociones en favor del control racional de modo que el individuo se someta fácilmente al Bien de la comunidad. Esta moderación de la parte apetitiva del alma es más llevadera con una inyección diaria de lo que parece ser una variante del Soma que inventó Huxley en Un mundo feliz. En definitiva, un soberano chute de benzodiazepinas para desayunar.
También es evidente la influencia de Orwell: la omnipresencia de cámaras para la vigilancia continua de los individuos, el uso fácil de la mentira de Estado, la proliferación de reglas y prohibiciones. No son estos elementos ajenos al Platón de Las Leyes.
Retomando la utopía platónica, cada miembro del grupo aceptará de por vida la función que le sea encomendada por los sabios gobernantes: piloto, médico, «vientre de alquiler»… Los recién nacidos, genéticamente no aptos, habrán de ser «released to Elsewhere» o, dicho en castellano, enviados al otro barrio con suma diligencia y eficacia. A los ancianos también se les aplica el mismo tratamiento tras una bonita ceremonia. Resulta sorprendente el insondable cinismo con que ideologías, mitos y religiones embellecen el horror y urden eufemismos. Su eficacia se apoya en dos defectos demasiado humanos: la memoria, corta y traidora, y la esperanza, vacía y ciega. A día de hoy, el aprovechamiento político de este cinismo inspirado en el escepticismo de Gorgias puede atribuirse especialmente a la Ciencia Económica.
Es una pena que la alternativa con que The Giver hace frente a la hipótesis del Estado platónico sea una cascada sensiblera de imágenes trilladas que se supone sirven de fundamento para reivindicar el valor de la libertad, las pasiones y el individuo.
En definitiva, The Giver plantea la cuestión de si es conveniente o no modificar la naturaleza humana: ¿por qué no usar la tecnología para mejorarnos genética y socialmente?
¿Qué opinas?
Ficha técnica

– Dirección : Phillip Noyce
– Producción: Nikki Silver, Jeff Bridges, Neil Koenigsberg, Genevieve Hofmeyr
– Guión: Lois Lowry (novela), Michael Mitnick (guión)
– Fotografía: Ross Emery
– Intérpretes: Brenton Thwaites, Jeff Bridges, Meryl Streep, Katie Holmes, Alexander Skarsgård, Odeya Rush, Taylor Swift
– País: Estados Unidos
– Año: 2014
– Idioma: Inglés
– Compañías: Productora Walden Media, The Weinstein Company, Tonik Productions
Hola.
Esta «cascada sensiblera» lleva demasiado tiempo de moda. Belleza vacía. Y si es a cámara lenta, mucho mejor. Lo chungo es que a muchos les gusta.
Me gusta como lo define un amigo: lo llama «el síndrome videoclip».
Aprovecho para recomendar, a quien le interese, una buena lectura con toques filosóficos: «Galaxias como granos de arena», de Brian Aldiss. Son 9 relatos fantásticos (aunque por la ambientación son clasificados como ciencia ficción).
Un saludo.
Gracias por la recomendación. No conocía el libro de Aldiss.
Las imágenes que ilustran en The Giver la belleza y el horror de la humanidad son extremadamente kitsch. El kitsch hace mucho que está ahí. Kundera explica muy bien en qué consiste en La insoportable levedad del ser:
Ahora bien, lo que encuentro novedoso en el síndrome kitsch de The Giver es la obscenidad. Se rompen sin pudor las reglas del lenguaje cinematográfico. El grado de pornografía sentimental de esos fragmentos hubiera sido inimaginable hace un tiempo pero ahí está y va a más y aparecen lagrimitas y sonrisas casi sin querer.
Saludos.
Desconocía el origen de «kitsch». Y me encanta. Gracias por compartirlo.
Hola.
Está muy bien lo que decís.
Como yo lo veo, detrás de la sensiblería de la película hay una intención de llenar las salas (un motivo económico). La chica joven arrastra a su novio a ver la película. No es misoginia, son sólo experiencias vividas aquí y allá.
Todos salen beneficiados, si lo miras con ojos pillos.
Un abrazo.
Hola,
Soy un alumno de 2n de Bachillerato. Gracias a mi profesora Anna que nos ha enseñado este artículo juntamente con la película, nos ha ayudado a comprender la utopía que plantea Platón.
Dejo una pequeña reflexión sobre la utopía que se observa en la película.
– ¿Para tener una ciudad justa compensa la supresión de los sentimientos y emociones?
Qué vida más aburrida si no los tuviéremos, no crees.
También tengo la duda de que si Platón decía que teníamos que enriquecernos de sabiduría y de conocimiento para llegar al mundo de las ideas, ¿porque en la película que está basada en su utopía los habitantes son ignorantes y borregos?
Gracias Eugenio por compartir tus conocimientos en tu magnifica blog.
Sola Sergi, ¿es aburrido un hormiguero? Desde nuestro punto de vista, sí. Pero, las hormigas, gracias a su perfecta ingeniería social, llevan millones de años en el planeta mientras que el ser humano en poco más de 100.000 se ha puesto a sí mismo y a todo el planeta al borde del abismo.
En la película los habitantes no son ignorantes. Cada uno tiene los conocimientos de que es capaz y que necesita para aportar al conjunto de la sociedad. Hay genetistas, cuidadores infantiles, pilotos…
La cuestión de fondo, creo yo, es si parece conveniente mejorar genética y químicamente al ser humano. Es difícil responder. En cualquier caso, entender este problema te ayudará a comprender mucho mejor el núcleo de la idea de superhombre en Nietzsche.
Saludos.
Eugenio.