José Luis Molinuevo: El artista filósofo como marca comercial en la obra de David Lynch (2013)

Jose luis Molinuevo. El artista filósofo como marca comercial en la obra de David LynchJosé Luis Molinuevo: El artista filósofo como marca comercial en la obra de David Lynch. Salamanca, Archipiélagos, 2013

El texto de Molinuevo se distribuye bajo licencia Creative Commons y puedes descargarlo haciendo click en la portada de arriba.

En lo que sigue intentaré explicar por qué su enfoque sobre la obra de Lynch aporta importantes novedades al ámbito de la Estética y resulta, por tanto, extraordinariamente enriquecedor. La principal entre ellas sería el convencimiento de que es muchísimo más efectivo pensar las imágenes desde otras imágenes que intentar aplicarles categorías o etiquetas del pasado.

David Lynch, comieza diciendo Molinuevo, es un artista polifacético y contradictorio: pintura, cine, música, publicidad… Para algunos, especialmente si su punto de vista es cercano a la Teoría Crítica, es difícil entender que un director de culto (paradigma de la autenticidad) se rebaje a participar asiduamente en la creación de anuncios publicitarios o videoclips. La respuesta es sencilla: en primer lugar, el trabajo de un artista no es mejor porque viva en la más absuluta miseria y, en segundo lugar, la publicidad es un reto, una aventura que implica más medios y más libertad creativa. Un buen ejemplo fue la campaña para la PlayStation 2, The Third Place, (2000)Su valor no es sólo comercial sino que ayuda a entender mejor ese extraño lugar donde se desarrolla el final de Twin Peaks. 

La publicidad de Lynch no busca manipular al espectador deleitando sus sentidos sino despertar su curiosidad «a través de lo bizarro y lo siniestro». No existe una relación directa entre la publicidad y la mercancía. Las imágenes, aunque sean publicidad, tienen validez en sí mismas.

En el polo opuesto a este planteamiento se hallan, por ejemplo, las declaraciones de Wim Wenders que Molinuevo recoge en su libro:

Cuando empecé a hacer películas y la gente me dijo: “Me gusta tu película, porque todas esas imágenes son maravillosas”, yo estaba orgulloso. En estos días me digo a mí mismo, “Mierda, debí meter la pata en alguna parte”. Debido a que cualquier imagen, cualquier belleza es sólo un instrumento para decir algo. El único código moral que un director de cine puede tener de ahora en adelante ya no puede ser el de un esteta. Sería mejor decir algo con una imagen horrible que con una imagen ultra-brillante. Creo cada vez más, que la más hermosa de las imágenes carece de sentido. Nos están rodeando. (p. 20)

Esta era la idea dominante a principios de los noventa y, en cierto modo, sigue siéndolo hoy día. La proliferación de imágenes es vista como un instrumento de incitación al consumo para acelerar la maquinaria capitalista, en definitiva, de manipulación política. Molinuevo sospecha de que detrás de este reproche moral hay pánico al progreso arrollador de lo digital.

Hay, pues, un rechazo estético a lo comercial desde una base moral. Pero cabe matizar que la postura ética no es la causa sino la consecuencia de la enorme presión que están soportando debida al cambio de modelo cultural que les está particularmente afectando. Es el desafío de lo poliestético propiciado por la diversidad de soportes y medios expresivos, es la competitividad, sí, pero no de lo antiguo con lo nuevo, sino del reto que les desconcierta íntimamente, de que ahora pueden hacer lo que quieran con esos nuevos medios y, en no menor medida, que los anunciantes acuden a ellos, no para que se “vendan”, sino para que vendan lo que quieran y como quieran. En definitiva, que lo que les piden no es su renuncia a la creatividad sino que se aventuren a ejercerla en nuevos ámbitos y con los medios tecnológicos más modernos. Los empresarios acuden al genio para que trabaje y se anuncie como genio. Su miedo es convertirse en un hombre anuncio. (p. 22)

Al director no se le abonan unos honorarios superlativos para que asocie su nombre al del producto sino para que produzca una «obra de culto«. En este sentido, el trabajo de David Lynch es pionero en la industria cinematográfica. En sus anuncios, la mercancía deviene arte.

En su análisis del manifiesto filósofico de LynchCatching The Big Fish, Molinuevo encuentra algunos pensamientos razonables y otros no tanto. Por ejemplo, da validez a la separación completa entre vida privada y creación artística. Las Ideas no provienen de la biografía personal del autor sino, dice Lynch, de ese océano al que accede mediante la Meditación Trascendental. Transformar esas Ideas en películas, fotografías, cuadros o música es el trabajo del artista.

Asimismo, encuentra en la colección de fotografías añadidas al álbum Dark Night Of The Soul (Danger Mouse y Sparklehorse, 2010) la forma de salvar el hiato entre la felicidad que emana de lo Uno y la violencia y oscuridad de su obra artística. La experiencia trascendental de las Ideasla noche oscura del alma de San Juan de la Cruz, se manifiesta en la creación y la solidaridad, siendo todo esto ajeno a una vida privada feliz. Esta complejidad del «artista filósofo» Lynch es el núcleo de la cuestión del libro de Molinuevo.

Resumiendo, un libro muy recomendable que muestra en la práctica las posibilidades del pensamiento en imágenes.

Para terminar otras dos obras cortas de David Lynch que estoy seguro te gustarán. Un videoclip de Moby, Shot In The Back Of The Head (CD Wait for me, 2009),  y una serie de ocho animaciones que llevan el esperpento de la vida familiar al extremo, Dumbland (2002). A disfrutar.

(Una advertencia: cuando veas cabezas volando recuerda que su primera película fue Eraserhead. Cine y publicidad se complementan de nuevo.)

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Deja tu comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s