Carlos Marzal: Los países nocturnos.

Carlos Marzal: Los países nocturnos. 2ª ed. Barcelona: Tusquets, 2007.

Los países nocturnos (1996) no es un libro tan acabado como el magnífico Metales pesados (2001), que ya comenté en el blog. Hay en Los países nocturnos ciertas intromisiones de un de «yo lírico» que desaparece afortunadamente en los mejores poemas, y lo hará luego por completo en Metales pesados.Marzal expone en «Por si no lo sabías» de qué va su poesía: ni refugio, ni moraleja, ni belleza, ni compasión. «Ni semejante, ni hermano», como decía Baudelaire, es el lector. Se trata de poner las cartas boca arriba o, dicho de otro modo, de hacer metafísica. Y la metafísica, al modo de Schopenhauer, sustrato filosófico de este libro, implica poner de manifiesto el dolor que impregna la esencia del mundo.

Quien escribió estas líneas,
el tipo que ha venido
con sus huesos a dar en esta página,
—por si no lo sabías— no es tu benefactor,
no es un filántropo, no siente compasión
por quien ahora le mira más allá de este libro.
Conque ni semejante, ni hermano, ni otras estupideces.
Tiene un arma en la mano y lo que quiere
es descargarla entera en tu cabeza. (p. 71)

El individuo no es destino ni esencia sino tiempo que se desvanece en el olvido. En «Fotos del XIX» dice Marzal con mucho acierto:

El destino tal vez consista en eso:
ser una sombra más de un retrato de grupo,
en el que nadie sepa recordar nuestro nombre
ni si alguna vez fuimos valerosos y fuertes,
ni de dónde vinimos,
ni qué estamos mirando,
ni por qué mantenemos esa sonrisa tonta. (p. 20)

O dicho a la manera de Borges, en «Uno y ninguno»

Cualquier hombre es ninguno, y es legión
y es nadie y uno mismo.
Y ahora que ya lo sabes, date cuenta:
estás equivocado por completo. (p. 53)

Tras la muerte, los restos del individuo no son más que «Los restos de un naufragio»,

un prolijo catálogo de absurdos,
rutas desdibujadas de un mapa inexistente,
pájaros disecados cuyos ojos
no saben recordar un cielo que ya ha ardido. (p.124)

Y la poesía es un arma inútil contra esa magia negra del tiempo. Como dice en «Palabras», recordando a Godard:

Si piensas que te aguarda
la suerte en el final de la escapada,
estás listo. Son unas pobres armas
con que hacer frente al tiempo
todas esas palabras, palabras y palabras. (p. 65)

Cabe la clásica queja gnóstica, ¿a quién se le habrá ocurrido encargar la Creación, «trabajo tan difícil, al más inepto alumno de la clase»?

Para finalizar una advertencia y un deseo. La advertencia desarrolla una sentencia memorable de Calvino en Si una noche de inverno un viajero: «Tú sabes que lo mejor que cabe esperar es evitar lo peor». El deseo tiene que ver con la muerte, con la verdadera muerte, con el deseo de no haber sido y de que nada exista.

CAUTELA
Tu infierno aún tiene un escalón no descendido.
Hay muertes que no has muerto todavía.
Por poco que imagines, si imaginas,
sabes que no has llegado tarde al infortunio.
Las fuentes del dolor no se han secado.
En el ojo del miedo aún hay más miedo.
Ni los tuyos ni tú estáis a salvo ahora
de todo lo que fuera está aguardando.
Aún puede hacer más frío. Aún hay más noche
dentro de la noche, y el desierto
se renueva detrás de aquel desierto. (p. 45)

APETITO DE MUERTE
(Antonin Artaud)
El apetito no es de muerte nuestra,
porque la muerte propia es un lugar vacío,
y en ella no hay espacio para que quepan cuerpos,
o dolor o nostalgias. La muerte no es palabra
con que explicar qué muerte he añorado a menudo.
Es ser un no haber sido.
Ser un no haber siquiera llegado a imaginarlo.
Ser un que nada exista, ya que nada es posible. (p. 61)

Para los aficionados a la filosofía y la poesía Carlos Marzal, al igual que Felipe Benítez Reyes, es un autor imprescindible.

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