Ignacio García-Valiño: Las dos muertes de Sócrates

Ignacio García-Valiño: Las dos muertes de Sócrates. 1ª ed. 2003. Barcelona: Debolsillo, 2009.

Desconfío del reciente auge de la novela histórica por dos motivos: uno, el autor persigue, ante todo, el éxito de ventas, el best-seller, y con algo más de suerte la adaptación televisiva o cinematográfica, lo cual obliga a recurrir al kitsch y fórmulas prefabricadas y, dos, el lector compra el libro con la sana intención de no sólo entretenerse (porque ¿para qué otra cosa sirve la lectura?) sino, además, aprender alguna cosa y, de ese modo, no perder el tiempo.

Así, las objeciones que le plantearía al autor son sencillas: pornografía y pederastia, sexo a raudales, escándalo y provocación, pero con un objetivo predecible; tópicos que hagan atractiva a la filosofía, que venzan las resistencias del lector neófito, al precio de una cierta superficialidad en el tratamiento de los grandes temas del pensamiento clásico. Se añade a esto una trama con un final rocambolesco e inverosímil y cierto lirismo algo cuestionable:

Lejanamente pensó en una existencia inmediata, sin metáforas, languidez y abandono, exhalaciones de nardo, aromas, vino y embriaguez, tactos cálidos, miradas húmedas en la oscuridad; una voz cálida que susurra algo que parece ser por fin entendido desde cada poro de la piel. Verdades ficticias, amadas mentiras. ( p. 230)

De todos modos, una vez superamos lo anterior, la lectura nos ofrece algunos aspectos realmente interesantes como:

  • un panorama del juicio y la condena de Sócrates bastante fiel a la versión de Jenofonte según la cual su muerte tendría como causa principal sus prejuicios antidemócratas y filoespartanos,
  • un retrato bastante acertado del relativismo pragmático de los sofistas en los personajes de Pródico y Aspasia,
  • una lectura nada inocente y políticamente incorrecta de la Lisístrata de Aristófanes, cuyas sentencias y desventuras son de lo mejor y más ameno de la novela.

Para terminar destacaría cómo el autor toma razonablemente partido por el punto de vista sofista en el tratamiento de la cuestión de fondo, la muerte de Sócrates. Este no fue un mártir de la virtud, tal y como lo retrata Platón, y más tarde aprovechará el cristianismo. Al contrario, su muerte fue la consecuencia indirecta del conflicto que enfrentó durante años a Esparta y Atenas:

Por otra parte, existía una relación clara entre la muerte de Anito y la de Sócrates. Ambos eran los extremos de una misma madeja política. Anito representaba la línea ortodoxa; Sócrates, la disidente. Este era contrario a las tesis de un gobierno popular, defendido por Anito; no creía en el sistema asambleísta de toma de decisiones, ni en el diletantismo político del pueblo, ni en los tribunales populares o en los comicios públicos. Propugnaba una clase política especializada, contra la injerencia del vulgo, formada en la filosofía y en el conocimiento de la esencia de las leyes. Su pensamiento imprimía una ruptura de fondo con la polis. (p. 178)

Una lectura amena y una novela con méritos suficientes para aproximar al lector al debate filosófico y político del momento crucial de la cultura ateniense.

Gracias a Paul por la recomendación.

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