Las ideas de de Heráclito, Platón y Nietzsche sirven al poeta Carlos Marzal para reelaborar de forma original el mito de la caverna.
LA CAVERNA
ESTAS llamas azules que crepitan
en medio de la casa, maternales,
este fuego vigía que sostiene
convulso el corazón de la madera,
y sacrifica en caridad su entraña
mientras nos acogemos al amparo
que prodiga el hogar,
tal vez proyecte
en la pared, ilusas, nuestras sombras.
De espaldas a la cierta luz del día,
quizá nos complacemos en tinieblas,
sin sospechar qué exánime reflejo
somos de otro reflejo evanescente.
Reclusos de contento en la impostura,
somos los prisioneros más extraños.
No obstante, en este claustro reina un orden,
hay un talento de habitar las sombras,
un saber desvalido salvaguarda
la paz inconsistente en que vivimos.
Esta caverna equívoca es la casa
que hemos logrado alzar en la caverna,
nuestro reino de infancia entre las cosas,
nuestro maduro fruto en el espacio,
la terca geometría inteligente
que ha vuelto la apariencia en su morada.
Frente a esta chimenea, sin reposo,
se estremecen eternas las figuras
de quienes nos habitan clandestinos
sobre el muro desnudo.
Demos gracias
por no alcanzar la luz que vive fuera
y estar a puro sol con nuestra imagen.
Carlos Marzal: Metales pesados. Barcelona: Tusquets, 2001.
¿Te sientes capaz de responder a estas preguntas para aclarar el sentido del poema?
- ¿De qué horror nos protegen las sombras que nos hipnotizan desde el fondo de la caverna?
- ¿En qué consiste el talento para habitar en ellas?
- ¿Por qué da gracias el poeta por no tener que enfrentarse a su imagen a la pura luz del día?
- ¿Cuáles son las diferencias entre las ideas del poema y el argumento original de Platón?
- Busca información sobre el filósofo contemporáneo Peter Sloterdijk y descubre si sus «esferas» tienen algo que ver con la versión de Carlos Marzal sobre el mito de la caverna?
