José Luis Brea (1957-2010) fue profesor de Estética en la Universidad Carlos III de Madrid. cultura_ RAM, publicado en 2007 y VI premio de Ensayo Eusebi Colomer de la Fundación Epson, analiza los cambios profundos que se están gestando en la cultura en la era de las sociedades del conocimiento o del capitalismo cultural electrónico.
cultura_RAM se divide en dos partes:
- la primera, titulada micrologías, define cultura_RAM y, a continuación, sus posibilidades en el universo del capitalismo cultural electrónico. Finaliza con una serie de intuiciones proféticas, futurotopías.
- La segunda, titulada mutaciones, analiza las repercusiones de estas transformaciones culturales en los dispositivos tradicionales de conocimiento: especialmente, la Universidad, el Museo, la Imagen y la Crítica.
En general, la influencia filosófica más llamativa en el discurso de José Luis Brea es la terminología de Deleuze: rizomas, intensidades, imagen-tiempo…
I. Primera parte: Micrologías
1. cultura_RAM
La cultura_RAM se ha hecho posible gracias las nuevas modalidades técnicas de almacenamiento y gestión de la información. Se opone a la cultura_ROM, centrada en el docu-monumento. La cultura_RAM lo ha sustituido por dispositivos memoria en red permanentemente actualizados. El saber ya no consiste el rememorar el pasado sino en la simultaneidad del presente y el atisbo del futuro. La economía ROM giraba en torno al objeto mercancía mientras que la economía RAM se fundamenta en la producción cultural, inmaterial… También se modifica el modo en que se forman las identidades subjetivas, antes individualista, ahora colectiva y distribuida.
Esta nueva forma de la cultura plantea un conflicto irresoluble entre una economía que exige la libre distribución y una concepción liberal de la propiedad:
Pues si bien ésta es la nueva condición del saber, la forma propia que adquiere la cultura y la propia del darse de su sujeto -y aun de la economía que en esas circunstancias se articula bajo nuevas condiciones- entretanto toda la regulación del orden jurídico -y en particular la que afecta a la de la propiedad- sigue estructurada bajo los parámetros de privacidad prefigurados por una concepción y experiencia de las formas de sujección dominantemente individualistas -una concepción y experiencia que la puesta en eficacia de los nuevos modos de organización de la economía y las formas efectuales de la producción y puesta en circulación pública de las ideas y formaciones simbólicas tiende cada vez más a dejar en desuso, a poner en cuestión. (pp. 28-29)
2. Capitalismo cultural electrónico.
El capitalismo cultural electrónico es el régimen económico que corresponde a las sociedades del conocimiento. Sus características difieren de formas previas del capitalismo en que 1) el crecimiento de la propiedad del otro no amenaza la propia sino que la refuerza 2) el comercio no se estructura en torno a la compraventa sino alrededor de la participación masiva y el libre acceso y 3) la muerte del objeto mercancía.
Esta transición revolucionaria implica una ampliación del campo de batalla. Ya no está el foco de la cuestión en la propiedad de la tierra o del capital sino en la así llamada propiedad intelectual. Piénsese, por ejemplo, cómo las farmacéuticas han tenido que ceder las patentes de los retrovirales contra el SIDA por la presión de los países del tercer mundo.
En el campo más polémico, el de la distribución gratuita de música y cine por Internet, José Luis Brea tiene tiene claro que la amenaza nunca fue Napster, como ahora no lo es Megaupload o Megavideo. Estas son empresas cuya intención fue desde un primer momento lucrativa y que continuaban concibiendo al producto cultural como mercancía y al individuo como consumidor pasivo. La verdadera revolución que afecta a la propiedad intelectual tiene que ver con un cambio mucho más profundo, la posibilidad de un intercambio libre, directo y no lucrativo entre usuarios:
Puede que en ello se cumpla el encuentro soñado por Breton -de las revoluciones de Marx y Rimbaud-. Y el nacimiento de una nueva clase revolucionaria cuya lucha en la historia se realizaría no menos en la fábrica o en la barricada que en el sueño, la lectura, la vacación o el deseo. (p. 41)
Redes de trueque digital. La verdadera amenaza es la propia espontaneidad con que la experiencia estética produce sentimiento de gregariedad, se expande y enriquece al ser comunicada, compartida. Es ahí —en el deseado intercambio directo y libre entre los usuarios— donde las nuevas industrias del conocimiento que desarrollan sus producciones en formatos digitales, inherentemente reproducibles por tanto, tienen su damocles. El trueque digital con carácter no oneroso, sin que en ninguno de sus puntos se produzca intercambio lucrativo alguno —ésa es la verdadera amenaza-. (p. 47)
En un escenario económico radicalmente liberal irrumpen de forma imparable formas de economía colaborativas como la construcción colectiva del sistema operativo Linux. El retraso en la puesta en marcha de todas las tecnologías de “digitalización cultural” es la táctica que la industria cultural ha adoptado hasta averiguar el modo en que pueda detener esos “rizomas de intercambio cooperativo”.
A pesar de sus prometedoras posibilidades el capitalismo cultural electrónico no sólo presenta ese rostro libertario sino que también cabe la posibilidad de que se convierta en una estructura alienante, perfecto mecanismo de manipulación de masas bajo el disfraz de colectividad, humanidad, solidaridad.
Otro de los graves fallos que presenta el capitalismo cultural electrónico y que, como ha sugerido Žižek, está en el fondo de los renacidos fundamentalismos, es la incapacidad del capitalismo cultural para igualar el poder agregador de las viejas identidades territoriales. El imaginario electrónico tiene a su favor su carácter global pero, al mismo tiempo, es insuficiente para consolidar el sentimiento de grupo.
Frente al vendaval del capitalismo cultural electrónico a la filosofía le corresponde una práctica cultural crítica que lucha en tres frentes: 1) desenmascarar los intereses y dependencias que se esconden tras los productos de la industria cultural, 2) “producir experiencia y producir comunidad”, es decir, crear los espacios adecuados para que sea posible el encuentro con el “otro”, extender la “conciencia compatida de desasistimiento y contingencia” y 3) “presionar a favor de la implantación desregulada de las nuevas economías de distribución, contra las establecidas de comercio” (p. 87)
3. Futurotopias.
Entre los atisbos del futuro que José Luis Brea sugiere en esta tercera parte, futurotopias, me parece especialmente reseñable la consolidación de la hipótesis Matrix. No hay diferencia entre lo real-auténtico y lo simulado. “Nada tan espurio aquí como las fantasías de salvación, orden o verdad.” (p. 99)
II. Segunda parte: Mutaciones.
1. La Universidad.
Existen dos modelos clásicos de Universidad. Uno se corresponde con las instituciones docentes surgidas durante la II República francesa y otro con la Universidad de Berlín en pleno auge idealista a principios del s. XIX. En el caso francés el objetivo es “la emancipación de la humanidad por el progreso de la ciencia” y en el caso idealista la consecución de la “unidad de los saberes en el Espíritu Absoluto”. En el primer tipo se busca la liberación de las masas y en el segundo el ordenamiento de todo el saber en torno a una única verdad.
De todos modos, ambos modelos se sostienen sobre la idea de Estado moderno que actúa como mediador tanto para la liberación del pueblo como para garantizar la pureza del saber.
El siglo XX supuso la devaluación de ambos programas. Por un lado, se extiende la desconfianza hacia las posibilidades emancipatorias del progreso científico-técnico y, por otro, la clase universitaria ha de situarse fuera del paraguas de la única verdad, el Estado, para poder ejercer su función crítica. A estas crisis que no han hecho sino agravarse con el tiempo ha de añadírseles un tercer elemento: la presión del tejido económico o el mercado sobre la organización del saber.
En La condición posmoderna Lyotard ya advertía que la universidad no tendría más remedio que orientarse a safisfacer las competencias que el sistema social reclama.
La orientación «profesionalista» de la universidad a partir de ahí parece evidente. Se pretende desde entonces menos la formación integral del «espíritu» del estudiante que el desarrollo de su «competencia», de su capacidad profesional -incluso en el terreno de la formación humanística, en que se hace valer la adquisición de lo que Pierre Bourdieu ha definido como «capital cultural», capital simbólico—. (pp. 134-135)
Esta función profesionalista de la universidad tiene como consecuencia inmediata la rebaja del valor social de los títulos de grado. La formación universitaria se empobrece hasta tal punto que ya no vale más que como una nueva formación profesional. Este proceso va acompañado de una “re-elitización” de la universidad de posgrado aunque no por ello deja de existir el sometimiento del interés cognoscitivo al corporativo del mercado laboral.
En medio de este enfermedad degenerativa de la universidad, también conocida como Bolonia, José Luis Brea sugiere algunas alternativas posibles. En primer lugar las empresas no pueden asumir los costes de los programas de Investigación y Desarrollo. Aunque necesarios, sus hipótesis arriesgadas terminan habitualmente en el fracaso. Como propone Negroponte, la inversión corporativo-pública tendría que hacerse cargo de esta investigación “contrainductiva, paralógica”
En segundo lugar, en el campo de los estudios humanísticos la mutación más viable para la universidad es el abandono del “modelo de organización occidental-céntrico del mundo” en la producción de conocimiento para dejar paso a la radical inconmensurabilidad de otras voces.
2. El museo.
El museo es la institución cultural básica del programa de la Ilustración. El museo, tanto en el orden de las ciencias como de las artes, habría de convertirse en “la casa del hombre”, el reflejo de su esencia universal y eterna.
El clásico museo lleno de pinturas no es sólo mnemotecnia de la belleza sino también memoria del ser, refugio del instante perecedero. Este museo orientado al pasado, a la reminiscencia, ha entrado en crisis con la generalización de los nuevos dispositivos de almacenamiento y distribución de la información.
La crisis de la idea tradicional de museo puede situarse en tres frentes: 1) la mentira del etnocentrismo, 2) la desconfianza de las vanguardias (museo es igual a mausoleo, decía Adorno, noches en blanco son noches de zombies) y 3) el abandono de una idea de cultura como identidad a favor de otra que implica conectividad, encuentro de la diversidad.
La función del museo_RAM sería más bien gestionar las conexiones múltiples de memorias para “hacer advenir a su través lo desconocido, aquello que está aún y siempre por llegar.”
3. Cambio en el régimen escópico: surgimiento de la e-image
La imagen clásica tiene una clara función docu-monumental, archivística, mientras que la e-image tiene, por naturaleza, un carácter volátil que no apunta al pasado sino al futuro, casi como “las precogs de Minority Report” y, además, no está aislada y localizada sino que está en permanente relación.
Ahora bien la e-image plantea problemas graves para nuestra forma actual de entender la obra de arte:
¿Puede haber «arte» como tal que no «espacialice», que no demande «lugar» para ser presentado? ¿Puede la institución-arte sobrevivirse a esa exigencia, puede haber de hecho institución-arte sin la exigencia de que las imágenes del arte ocurran en sus lugares, en sus edificios-espectáculo, en sus espacializaciones? (p. 197)
4. RAM_ critique: La crítica en la era del capitalismo cultural.
No existe la interpretación correcta, el juicio de valor absoluto, el crítico en posesión de la Verdad. La crítica_RAM debe pensarse más bien en términos deleuzianos como “dispositivo diseminador”, “maquinaria de proliferación de sentido”; su trabajo es “generar roces, fricciones”, el encuentro intempestivo con lo extraño, “decir lo contrario de toda convicción asentada”, “desidentificarse de cualquier consenso social establecido”, “decir justo lo que parece que no debe decirse”.
La crítica tradicional, por el contrario, está esclavizada por la industria cultural por dos vías principales: convirtiendo al crítico en “curator” o “agenciador de oferta cultural” y promocionando su papel propagandístico en la prensa escrita. Entre el museo y el periódico muere la función crítica.
Creo que las contundentes propuestas de José Luis Brea a este respecto son el mejor modo de cerrar este extenso post:
Lo que está en juego —y dejémonos de pamplinas— es el tránsito para todo el sector de las prácticas artísticas desde una dominante economía de comercio (con una escena del don dominada por el intercambio oneroso de objeto-mercancía) hacia otra de distribución (en la que la producción de beneficio económico se fija en relación con la posible regulación del derecho de acceso a la información circulante, distribuida).
Indiscutible que para que ella pueda realizarse es preciso dar por finiquitada la dependencia de la exigencia de espacialización y materialización en objeto, y que sería preciso requerir a la crítica ponerse del lado y a favor de ese proceso.Pero creo que fácilmente podría exigírsele algo más: que actuara de modelo. Que ella misma dejara atrás su propia dependencia de alguna restante «economía de objeto» —acaso el «fetichismo del impreso»—. Que toda la crítica empiece a hacerse y darse online, y que los críticos sólo cobraran por descarga. Démosle al lector la ocasión de vengarse en la cartera del crítico pésimo ejercitando su más elemental derecho de justa venganza: no leyéndole (y que el que no sea leído, no cobre por sus memeces y simplonerías sin cuento). (p. 217)
Enlaces
- joseluisbrea.net. Aquí puedes descargar su obra bajo licencia CC.
- Los últimos días, el último post de José Luis Brea en salonKritik.
Hola Eugenio.
¿No es interesante poner éste texto contra los otros dos (contra el bienalismo y mierda y catástrofe)? Habría que tener en cuenta que uno tiene unos años menos que los otros dos.
Han pasado cuatro años desde que lo leíste, ¿cómo ha envejecido en tu memoria?
Saludos
Hola Matías, está claro que el discurso de Castro Flórez acerca de las posibilidades estéticas, éticas y políticas de la revolución digital es un poco decepcionante y un poco previsible. No se aleja mucho de las habituales críticas contra el rebaño digital. Las ideas de Brea, en cambio, desbordan entusiasmo y optimismo.
Supongo que si le dedico tanto tiempo a este blog es porque algo del espíritu de Brea se me ha contagiado.
Saludos.