Slavoj Zizek: una lectura política del Hombre de las Ratas.

Zizek. Fotografía: Linda Nylind

El psicoanálisis de Freud tuvo, en su momento, un carácter liberador, pues puso de manifiesto la relevancia de la libido, del deseo, en la constitución de la personalidad del invididuo. El caso paradigmático donde se aplica esta idea es el de la neurósis histérica. El histérico sana cuando desbloquea el deseo y lo desplaza hacia un objeto «civilizado».

Sin embargo, con el tiempo, el psicoanálisis demostró ser, al mismo tiempo, una maquinaria «laica» de control. La reducción de todos los conflictos del deseo al esquema edípico implica sustraer al deseo sus connotaciones económicas y políticas. Esta es la línea en la que se mueve el antiEdipo de Deleuze, y también Zizek. En su libro Bienevenidos al desierto de lo real Zizek hace una interesante interpretación política del caso del Hombre de las Ratas que he resumido en otro artículo del blog. Según Zizek, el conflicto que experimenta el sujeto tiene un origen político y económico: del mismo modo que su padre lo estuvo, está obligado a decidir entre un matrimonio burgués de conveniencia y un amor libre y apasionado por una mujer de clase social inferior. En el fondo, su trastorno no remite al conflicto de Edipo sino a la lucha de clases. A continuación cito el texto de Zizek:

Cojamos el análisis que Freud hace del caso del hombre de las ratas. La madre del hombre de las ratas tenía un status social más alto que su padre, y éste tenía cierta tendencia al lenguaje soez y una herencia de deudas sin pagar. Además, el hombre de las ratas descubrió que no mucho antes de conocer a su madre su padre había pretendido a una mujer atractiva, pero sin dinero, a la que había abandonado para casarse con una mujer rica. El plan de su madre de casarlo con una familia rica lo puso en la misma situación en la que había estado su padre: la elección entre la mujer pobre a la que amaba y el más prometedor, desde el punto de vista material, matrimonio arreglado para él por su madre. Es dentro de estas coordenadas donde deberíamos situar la fantasía de la tortura de las ratas (la víctima es atada a un tarro que contiene ratas hambrientas; el tarro esta situado bajo el culo de la víctima de modo que las ratas se abren camino a través de su ano): esta historia se la contaron al hombre de las ratas durante el servicio militar. Él quería demostrar a sus superiores que la gente como él (de buena familia) podía soportar los rigores de la vida militar como cualquier soldado endurecido de origen más humilde. En este sentido, el hombre de las ratas quería unir los dos polos de la riqueza y la pobreza, del status social más alto y del más bajo, que dividían su historia familiar. El cruel capitán de su unidad defendía de forma entusiasta la práctica del castigo corporal y cuando el hombre de las ratas se opuso a él de forma enérgica, el capitán le describió la tortura de las ratas. No se trata sólo de que la multiplicidad de vínculos que fundamentan el poder terriblemente fascinante de la fantasía de la tortura de las ratas se sostenga por el tejido de asociaciones significativas (Rat, consejo; Ratte, rata; Rate, los intereses que hay que pagar; heiraten, casarse; Spielraten, nombre en argot con el que se conoce a los jugadores compulsivos…). Lo que parece crucial es el hecho -rara vez mencionado, si es que lo ha sido en alguna ocasión, por los numerosos intérpretes- de que la elección a la que se enfrentan tanto el padre como el hijo tiene que ver con el antagonismo de clase: ambos tratan de superar la división de clases reconciliando sus dos polos; su historia es la de un chico de origen humilde que se casa con una familia rica, pero aún así conserva su actitud de clase baja. La figura del cruel capitán interviene en el punto preciso: su zafia obscenidad anula la idea de reconciliación de clases, invocando las crueles prácticas corporales que sostienen la autoridad social. ¿No sería posible leer esta figura del capitán cruel como una figura fascista vinculada al ejercicio obsceno del poder brutal, como el matón fascista que desprecia al blando liberal, consciente de que está haciendo el trabajo sucio por él?

Slavoj Zizek: Bienvenidos al desierto de lo real. Madrid: Akal, 2008, p. 25

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