Paul Auster: La invención de la soledad. Mª Eugenia Ciocchini (tr.) 14ª ed. Barcelona: Anagrama, 2006.
Catorceava edición de esta temprana novela de Auster. El libro se divide en dos partes. La primera, Retrato de un hombre invisible, la dedica Auster a lidiar con la muerte y la memoria de su padre. La segunda, El libro de la memoria, es metaliteratura corriente en la que aparecen Hölderlin, Mallarmé, Blanchot, Emily Dickinson, Jonás y Pinocho.
¿Qué hacemos con un libro de Auster cuando ya no resulta creíble ese tono pretendidamente sentencioso, sabio y distante?
Podemos hacer lo que hizo aquel pájaro que se puso sobre mí mientras leía en la calle… ¿es necesario que sea explícito?>>Auster conmueve cuando es el primero. Si te pones a leer más de él, es como el mal ilusionista: se le ven los cables en los trucos.>>Un saludazo.
Bienvenido situacionista:>>A mí, por ejemplo, este no me parece un párrafo serio:>>«Supongo que es imposible entrar en la soledad de otro. Sólo podemos conocer un poco a otro ser humano, si es que esto es posible, en la medida en que él se quiera dar a conocer. Un hombre dirá: «tengo frío», o temblará, y de cualquiera de las dos formas sabremos que tiene frío. Pero ¿qué pasa con el hombre que ni dice nada ni tiembla? Cuando alguien es inescrutable, cuando es hermético y evasivo, uno no puede hacer otra cosa que observar; pero de ahí a sacar algo en limpio de lo que observa hay un gran trecho.» (<>La invención de la soledad<>, p. 32)>>La imposibilidad de conocerse a uno mismo o entrar en otro, la soledad ante la muerte, son temas que he leído en Proust y Bernhard y siempre me han resultado sugerentes e incluso verdades a martillazos. Pero este párrafo en una novela de un príncipe de asturias con catorce ediciones… no sé.>>Un saludo.