Friedrich Nietzsche: Aforismos

Friedrich Nietzsche: Aforismos. Andrés Sánchez Pascual (tr., ed.). 3ª reimp. Barcelona: Edhasa, 2002.

Andrés Sánchez Pascual, excelente traductor de la obra de Nietzsche en Alianza Editorial desde el año 71, lleva a cabo una selección de aforismos entresacados de Humano demasiado humano (HDH), Aurora (A), Gaya ciencia (GC), Más allá del bien y del mal (MDM), Crepúsculo de los ídolos (CI) y Fragmentos Póstumos (FP). El peor defecto de esta edición es la arbitrariedad con que se presentan los aforismos; el orden no respeta criterio alguno, ni cronológico ni temático. Abundan, además, las opiniones de Nietzsche acerca de la mujer, el matrimonio y las relaciones sentimentales, temas en los que no fue ningún experto.

Por el contrario, la virtud más llamativa del trabajo de Sánchez Pascual reside en haber puesto al alcance del lector en castellano algunos fragmentos póstumos de los que no existía traducción en 1994, año de la primera edición. Desafortunadamente, la edición completa de los escritos póstumos de Nietzsche en España ha empezado algo tarde: en 2006 a cargo de Diego Sánchez Meca para la editorial Tecnos. Hasta el momento ha aparecido sólo el volumen IV, que recoge los fragmentos de los años previos a la locura, de 1885 a 1889.

Defiende Sánchez Pascual en el prólogo que la afición de Nietzsche al aforismo tiene dos causas. En primer lugar, la imposibilidad de volver a construir un sistema filosófico después del fracaso del idealismo hegeliano. Y, segundo, la desconfianza de Nietzsche hacia el lenguaje, que, sin darnos cuenta, nos hace volver a tropezar siempre en los mismos errores metafísicos. Creo que habría que añadir una tercera relacionada con la salud del propio Nietzsche. La miopía extrema más los frecuentes dolores de cabeza le impiden llevar a cabo un trabajo sistemático, le obligan a pensar como una tormenta que lanza sus relámpagos.

En mi opinión, los aforismos más conseguidos pertenecen a las últimas obras de Nietzsche: Más allá del bien y del mal, Crepúsculo de los ídolos y Fragmentos Póstumos. Ahí convierte el género aforístico en un instrumento tan sofisticado como contundente. Veamos algunos ejemplos:

De un examen de doctorado. -«¿Cuál es la tarea de todo sistema escolar superior?» -Hacer del hombre una máquina. -«¿Cuál es el medio para ello?» -El hombre tiene que aprender a aburrirse. -«¿Cómo se consigue eso?» -Con el concepto del deber. -«¿Quién es su modelo en esto?» -El filólogo: éste enseña a ser un empollón. -«¿Quién es el hombre perfecto?» -El funcionario estatal. – «¿Cuál es la filosofía que proporciona la fórmula suprema del funcionario estatal?» -La de Kant: el funcionario estatal como cosa en sí, erigido en juez del funcionario estatal como fenómeno. CI, p. 104

Ejecución.– ¿Cómo es que toda ejecución nos ofende más que un asesinato? Es la frialdad de los jueces, la meticulosa preparación, la inteligencia de que aquí se utiliza a una persona como medio para intimidar a otras. Pues no se castiga la culpa, aunque la hubiese: la culpa se halla en los educadores, en los padres, en el ambiente, en nosotros, no en el asesino — estoy refiriéndome a las circunstancias ocasionantes. HDH I, 70

Un filósofo: es alguien que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tormenta que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia tiene miedo de sí, -pero que es demasiado curioso para no «volver a sí» una y otra vez… MDM, p. 250

Caspar David Friedrich, El vagabundo en la niebla (1818)

Observe usted lo rápido que ese lector lee, cómo vuelve las páginas -tarda en leer cada una el mismo número de segundos. Saque usted el reloj.
Son todos ellos pensamientos sobre los que es preciso meditar bien, unos más pesados, otros más ligeros -¡y él tiene para todos un solo modo de disfrutarlos! Los lee uno tras otro, el desgraciado, ¡como si fuera lícito leer así colecciones de pensamientos! FP

Muerte.- La segura perspectiva de la muerte podría mezclar en cada vida una gota de ligereza preciosa y aromática: ¡y vosotros, mentes de boticario, habéis hecho de ella una nauseabunda gota de veneno que vuelve la vida entera repugnante! HDH II, 2/ 322

En Getsemaní. — Lo más doloroso que el pensador puede decir a los artistas suena así: «¿No podríais velar una hora conmigo?» HDH II, 1/ 29

Por último, un consejo: si se busca un acercamiento a los aforismos de Nietzsche no veo muy recomendable esta anárquica selección de Sánchez Pascual. Mejor leer despacio el capítulo Sentencias y flechas de Crepúsculo de los ídolos, la sección Sentencias e interludios de Más allá del bien y del mal y, en general, el volumen II de Humano, demasiado humano titulado El paseante y su sombra, editado en una traducción exquisita de José Luis Arántegui en Siruela.

2 comentarios en “Friedrich Nietzsche: Aforismos

  1. Tengo un grato recuerdo de la lectura de «Humano, demasiado humano» y casi aprendí filosofía, o me inicié en ella, con Nietzsche y con Platon, que ironía. Hay otro libro, no recuerdo cual, en que Nietzsche recupera un fragmento de algún santo cristiano(puede ser San Pablo?) en el que el mismo se contempla a si mismo en una especie de balcón, desde el que observa los tormentos eternos de aquellos que le atacaron en vida y que ahora sufren sus castigo en el infierno. Recuerdo que quedé muy impresionado. Supongo que lo mejor es este caso es hacer una selección propia a partir de las lecturas de todos los libros que mencionas. Leer una selección ajena de una obra como la de Nietzsche, con la cantidad de aversiones y adhesiones que suscita su figura, solo pueder servir para adquirir una idea segada de su pensamiento.

  2. Me alegra que mis comentarios te hayan sido útiles.El episodio que recuerdas es de La genealogía de la moral, Tratado Primero, parágrafo 15.¿O se quiere escuchar esto mismo en un tono más fuerte, de la boca, por ejemplo, de un triunfante padre de la Iglesia, el cual desaconsejaba a sus cristianos las crueles voluptuosidades de los espectáculos públicos –por qué, en realidad? «La fe nos ofrece, en efecto, muchas más cosas –dice, de spectac, c. 29 ss.– , algo mucho más fuerte; gracias a la redención disponemos, en efecto, de alegrías completamente distintas; en lugar de los atletas nosotros tenemos nuestros mártires; y si queremos sangre, bien, tenemos la sangre de Cristo… Mas ¡qué cosas nos esperan el día de su vuelta, de su triunfo!» — y ahora continúa así este visionario extasiado: «[Pero quedan todavía otros espectáculos, aquel último y perpetuo día del juicio, día no esperado por las naciones, día del cual se mofan, cuando esta tan grande decrepitud del mundo y tantas generaciones del mismo ardan en un fuego común. ¡Qué espectáculo tan grandioso entonces! ¡De cuántas cosas me asombraré! ¡De cuántas cosas me reiré! ¡Allí gozaré! ¡Allí me regocijaré, contemplando cómo tantos y tan grandes reyes, de quienes se decía que habían sido recibidos en el cielo, gimen en profundas tinieblas junto con el mismo Júpiter y con sus mismos testigos! ¡Viendo también cómo los presidentes perseguidores del nombre del Señor se derriten en llamas más crueles que aquellas con que ellos mismos se ensañaron contra los cristianos! ¡Viendo además cómo aquellos sabios filósofos se llenan de rubor ante sus discípulos, que con ellos se queman, a los cuales convencían de que nada pertenece a Dios, a los cuales aseguraban que las almas o no existen o no volverán a sus cuerpos primitivos! ¡Y viendo asimismo cómo los poetas tiemblan, no ante el tribunal de Radamanto ni de Minos, sino ante el de Cristo, a quien no esperaban! Entonces oiré más a los actores de tragedias, es decir, serán más elocuentes hablando de su propia desgracia; entonces conoceré a los histriones, mucho más ágiles a causa del fuego; entonces veré al auriga, totalmente rojo en el carro de fuego; entonces contemplaré a los atletas, lanzando la jabalina no en los gimnasios, sino en el fuego, a no ser que entonces no quisiera que estuviesen vivos y prefiriese dirigir una mirada insaciable a aquellos que se ensañaron con el Señor. «Éste es, diré, el hijo del carpintero o de la prostituta, el destructor del sábado, el samaritano y endemoniado. Éste es aquel a quien comprasteis a Judas, este es aquel que fue golpeado con la caña y con bofetadas, humillado con salivazos, a quien disteis a beber hiel y vinagre. Éste es aquel a quien sus discípulos robaron a escondidas, para que se dijese que había resucitado, o a quien el dueño del huerto retiró de allí, para que la gran afluencia de quienes iban y venían no estropease sus lechugas.» La visión de tales espectáculos, la posibilidad de alegrarte de tales cosas, ¿qué pretor, o cónsul, o cuestor, o sacerdote, podrá ofrecértela, aun con toda su generosidad? Y, sin embargo, en cierto modo tenemos ya estas cosas por la fe representadas en el espíritu que las imagina. Por lo demás, ¿cuáles son aquellas cosas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni entraron en corazón de hombre? (1 Cor. 2, 9). Creo que son más agradables que el circo, y el doble teatro, y todos los estadios.]» Per fidem: así está escrito.Gracias por participar.

Deja tu comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s