Kurt Vonnegut: Matadero cinco o La cruzada de los niños. Barcelona: Anagrama, 1999.
Esta no es, evidentemente, una novedad editorial -el libro se publicó en 1969-; pero lo que sí es reciente es mi fascinación por los escritos de Vonnegut.
Kurt Vonnegut Jr. (Vonnegut Sr., o Vonnegut padre, fue un importante arquitecto) es un novelista estadounidense nacido en Indianapolis (EE.UU.) en 1922. Estudió Bioquímica en la Universidad de Cornell hasta 1942, fecha en la que se alistó en el Ejército. En 1944, mientras Vonnegut sobrevivía a duras penas a la guerra en Europa, su madre se suicidaba con una sobredosis de somníferos. Casi al término de la guerra es capturado por los nazis y encarcelado en la ciudad alemana de Dresde. Allí le tocó sufrir los terribles bombardeos que arrasaron la ciudad en una sola noche: murieron más de ciento treinta mil personas. Esta experiencia fue la inspiración de la obra que le dio fama internacional y que comentamos aquí: Matadero cinco.
De vuelta a casa, y tras varios intentos frustrados de ganarse la vida, decide dedicar todo su tiempo a la literatura. En 1952 publica su primera novela, Pianola. No obtiene el éxito que esperaba así que tiene que trabajar en la enseñanza durante un tiempo. Su padre fallece en 1957. A partir de 1959 inicia una producción literaria estable: Las sirenas de Titán (1959), Cuna de gato (1960), Madre noche (1961), Dios le bendiga, Mr. Rosewater (1965) y Matadero cinco(1969)
A las décadas de los 70 y 80 pertenecen las novelas El desayuno de los campeones (1973), Slapstick (1976), Jailbird (1979), Deadeye Dick (1982) y Galapagos (1985).
A mediados de los ochenta Vonnegut intenta suicidarse utilizando somníferos y alcohol. Tras este incidente continúa escribiendo: Barbazul (1987), Hocus Pocus (1990), Timequake (1997) y Dios le bendiga, Dr. Kevorkian (1999).
La mayoría de sus libros están editados por Minotauro, Anagrama, Plaza y Janés y Alfaguara. En realidad, actualmente sólo están disponbles, Matadero 5 y El desayuno de los campeones en Anagrama y Las sirenas de Titán y Galápagos en Minotauro. El resto permanecen en el limbo del «pedido-que-nunca-llega».
Las razones por las que creo que puede considerarse a Vonnegut, tal como a Philip K. Dick, algo más que un escritor de «ciencia ficción», tienen que ver con la profundidad de las cuestiones metafísicas tratadas en su obra. Detrás del sarcasmo y los platillos volantes hallamos un discurso sólido acerca de la naturaleza del tiempo y la divinidad.
El siguiente texto retrata la visión del mundo de los tralfamadorianos, criaturas de otro planeta interesados en los asuntos humanos. Es un texto en el que, como el arrullo del mar, resuenan de fondo las viejas ideas de Parménides y Spinoza acerca del tiempo, sólo que esta vez están puestas en boca de criaturas «que medían sesenta centímetros de altura, que eran verdes y que tenían una forma como si hubieran sido hechos por algún fontanero. Sus remaches o ventosas descansaban sobre el suelo, y sus tuberías, que eran extremadamente flexibles, apuntaban generalmente al cielo. Además, en el extremo de cada una de estas tuberías o cañerías había una pequeña mano con un ojo verde en la palma. Esas criaturas eran amistosas, podían ver en cuatro dimensiones —por lo que compadecían a los terrestres, que no pueden ver más que en tres— y tenían muchas cosas maravillosas que enseñarnos, especialmente sobre el tiempo.»(pp. 19-20)
— Los terrestres son grandes narradores; siempre están explicando por qué determinado acontecimiento ha sido estructurado de tal forma, o cómo puede alcanzarse o evitarse. Yo soy tralfamadoriano, y veo el tiempo en su totalidad de la misma forma que usted puede ver un paisaje de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos como lo que son, momentos, y pronto se dará cuenta de que todos somos, como he dicho anteriormente, insectos prisioneros en ámbar.
—Eso me suena como si ustedes no creyeran en el libre albedrío —dijo Billy Pilgrim.
—Si no hubiera pasado tanto tiempo estudiando a los terrestres —explicó el tralfamadoriano—, no tendría ni idea de lo que significa «libre albedrío». He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de «libre albedrío».
Billy Pilgrim afirma que, para las criaturas de Tralfamadore, el Universo no tiene la apariencia de pequeñas manchas luminosas. Esas criaturas pueden ver cada estrella donde ha estado, donde está y donde estará. Así pues, para ellos, el cielo es un enorme plato de spaghetti luminoso. Además, según él, los tralfamadorianos no ven a los seres humanos como criaturas de dos piernas. Los ven como grandes ciempiés, «con piernas infantiles en un extremo y piernas de anciano en el otro», afirma Billy Pilgrim. (pp. 56-57)
Decía Cioran en Conversaciones (p. 68) que «en el fondo, todas las enfermedades psíquicas, todas las conmociones interiores, se deben, en mi opinión, a una sensación especial del tiempo.» Y quiero traer aquí a consideración el mejor libro de uno de los más grandes y polémicos pensadores del s. XX: Ernst Jünger. En Acercamientos Jünger profundiza en la maleabilidad del tiempo, llegando a afirmar como un tralfamadoriano cualquiera que quien experimenta el acercamiento a lo Elemental adquiere un conocimiento del mundo que atraviesa los siglos.
Sobre la divinidad, las tesis de Vonnegut recogidas, por ejemplo, en El desayuno de los campeones, recuerdan bastante al Cioran de El aciago demiurgo. Cioran está convencido de que dios, o bien es maligno, o bien es un chapucero. Así también, Vonnegut.
En el caso de Matadero cinco Vonnegut nos regala una novedosa interpretación del Nuevo Testamento. Según Vonnegut la enseñanza que alguien neutral extrae de su lectura es «Antes de matar a alguien, asegúrate de que no está bien relacionado.» El problema reside en que se advierte constantemente de que Jesucristo es Hijo de Dios así que la historia es algo contradictoria. Por eso los tralfamadorianos escribieron una nueva versión del Nuevo Testamento en el que no se descubre que Jesucristo es Hijo de Dios hasta el momento de su muerte de modo que la moraleja final sea realmente «Y desde este momento Él castigará horriblemente a todo aquel que torture a cualquier golfo que no esté bien relacionado».
Por último, Vonnegut pone en boca de un traidor nazi norteamericano algunas críticas al modo de vida estadounidense. Lo curioso es que sus explicaciones dan todas en el clavo cuando afirma que el capitalismo no genera sólo riqueza sino también pobreza, alienación, egoísmo y mezquindad para la mayoría.
me parece que deberian ser mas de la obra y que muestrenb los personajes,tiempo y lugar espero que coloquen la ideal principal>>que manera con esos escritos
Sobre lo que dice anónimo: ¿Qué clase de frustración tiene alguien que no se decide por hacer una crítica a su gusto de una obra sino que va por ahí diciendo cómo hay que hacerlo? ¿Criticar al crítico es una forma de superar el narcisismo?
Lo extraordinario es ver en este escritor como uno envejecerá, si lo dejan, pero no su imaginación. Dan ganas de ponerse a escribir algo tras leer que en realidad lucimos como ciempiés, una variedad de pasos para hacer caminos en el futuro.
Sí que es una metáfora sugerente esa de que parecemos ciempiés.
Qué obras recomienda para iniciarse en el universo Vonnegut?
Un saludo!