
J. M. Caballero Bonald: Examen de ingenios. Barcelona: Seix Barral 2017.
En el artículo sobre Cela además de buen amigo lo califica de payaso y arribista. Nada que no supiéramos pero es un testimonio de primera mano.
En el artículo sobre Cortázar se queja de que el autor de Rayuela le diga «Nos hemos reunido aquí muchos cronopios». Dice que «usar un término de su cosecha literaria» le pareció «extemporáneo» y «ridículo». ¿?
En el artículo sobre Claudio Rodríguez dice que don Claudio, sobre todo al final de su vida, tenía mal beber.
En el artículo sobre Jorge Luis Borges advierte desde la primera línea que hubiese preferido no haberlo conocido en persona. Tan decepcionante era y no sólo por sus filiaciones políticas.
En el artículo sobre Leopoldo Panero lo mejor queda para el final cuando dice de El desencanto de Chávarri que es una «película impúdica, de obsceno empecinamiento autocrítico» y de los hijos de Panero que se creían herederos de no sé qué jefe de tribu leonesa cuando estaban más bien entre el campesinado astorgano y la nocturnidad dipsómana de la capital. A Leopoldo María Panero le despacha con un latigazo dialéctico, «un pobre diablo plomizo y enfermo, con su malditismo alterado y sus iluminaciones expresivas a cuesta».
En el artículo sobre Gabriel Celaya otro lugar común, «poesía de urgencia», «precariedad estilística», «ajando sin remedio», etc.
En el artículo sobre José Hierro relata algunas anécdotas sobre el alto concepto que tenía de sí mismo, cómo hizo llorar a un azafata porque no había aparecido para recibirle, cómo tildó de enemigos sempiternos a quienes criticaron sus poemas (Valente, Ullán)…
En el artículo sobre Gil de Biedma cuenta que la comida para despedirlo fue en la vecina Arévalo -desde Nava de la Asunción.
En el artículo sobre Vargas Llosa afirma que su primera etapa, La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la Catedral, es, con diferencia, la de mayor excelencia literaria.
En el artículo sobre Víctor García de la Concha recuerda la entrega del Premio Cervantes.
