Chantal Maillard: La mujer de pie (2015)

Chantal Maillard: La mujer de pie. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2015.

La mujer de pie reúne textos breves de estilos diversos: autobiografía, aforismo, relato, poema en prosa, reflexiones sobre Estética, Metafísica, Filosofía de las Religiones, teoría de la traducción… A primera vista parece un libro caótico, sin principio ni final. Existe, sin embargo, una lógica, un hilo conductor que atraviesa todas las páginas. Puede leerse La mujer de pie como el manifiesto estético que subyace al que es, en mi opinión, el mejor poemario de la autora, Matar a Platón. En definitiva, Maillard trata de ofrecer una alternativa a nuestra cosmovisión occidental tomando como inspiración las religiones orientales.

Se divide La mujer de pie en Libros I, II y III. En la primera parte del Libro I, titulada «Oír en el límite», la autora, con un primer párrafo de una potencia sobrecogedora, nos sitúa en el umbral de la muerte. Es ahí donde se observa con claridad que las historias y relatos que conforman nuestra identidad perecen tal y como perece nuestro cuerpo. En ese umbral se dispersa la supuesta roca inmutable de los filósofos, el «yo» que precede a todo acto de la voluntad y para el que la religión cristiana reclama la inmortalidad. La argumentación de Maillard es muy afín a los planteamientos de Hume y Nietzsche. Sin embargo, su intención es ir más allá: una vez desintegrado el yo se abre la puerta al panteísmo oriental. Evidentemente, la versión de Maillard es mucho más compleja que la habitual de los libros de autoayuda. Sólo quien esté dispuesto a reconocer que el camino pasa por ser desposeído de la identidad y dejar dormir el «yo» y lo «mío», podrá entender de qué habla La mujer de pie.

¿Difícil, mi discurso? Hay quienes no conocen otra dimensión que la superficie y confundiendo las voces de fuera con la interior andan errantes, bicéfalos (díkranoi), según la expresión que utilizaba Parménides. No hablo para ellos. Ante quien se retira, el mundo de superficie abre a otro, mucho más intenso. Allí es donde moro, y hablo a quienes conocen el umbral. (p. 28)

Para evitar vivir minuto a minuto la ausencia de quien muere, apartamos un día del año para el recuerdo y tenemos presentes los aniversarios. Pero el hecho es que lo único que queda de quien se va es mi memoria y ésta es también tan frágil… Experimentar el dolor de esa paulatina e inevitable desaparición-en-mí del ser querido es comprender de veras lo que significa la muerte. Al contrario de lo que dictan Filosofía y Cristianismo, no tiene sentido aferrarse al yo. Hay que aprender a agradecer la pérdida.

Se me escapa la vida y la contemplo con la misma extrañeza como cuando de niña veía escurrirse la arena entre mis dedos.

Morir no es más que otro gesto de superficie. (p. 179)

El libro II está compuesto de textos en su mayoría de corte ensayístico. Maillard lleva a cabo una relectura de la Historia de la Filosofía Occidental en la que ésta no sale muy bien parada. Así,

  • la Idea de Platón, la necesidad de afirmar la identidad de las cosas en un mundo inteligible fue, como todo en Platón, una herramienta política. Detrás de la supresión de las diferencias y el cambio está la voluntad de «unificación política» de los «pueblos conquistadores».
  • el «etno-ego-centrismo occidental» tiene como consecuencia la catastrófica asunción de que todo lo que no es traducible a nuestros esquemas conceptuales es de poco valor o inexistente. Admitir la inconmensurabilidad de las lenguas es el primer paso para el reconocimiento del otro.
  • el arte aspira a ser una forma de comunicación no-lógica, abierta a infinidad de interpretaciones. Cuando el artista contemporáneo, en lugar de mostrar, ejerce sobre su obra una «autointerpretación textual» merma considerablemente las posibilidades del arte.
  • el cristianismo, con todos los castigos y humillaciones que reserva para el «yo», es una forma hipertrofiada de individualismo. Al contrario que las religiones orientales (hinduismo, budismo, taoísmo) la afirmación del individuo en la Biblia y el Corán sirve para legitimar las diferencias y  la dominación de unos pueblos sobre otros.
  • la Historia de la Filosofía no es sino la historia de las ideas cristianas reforzadas con «arbotantes del pensamiento griego». La mayor parte de los conceptos filosóficos no tienen significado fuera de nuestra cultura. La identidad inmutable, ese Santo Grial de la filosofía griega, es una herramienta inútil para comprender el mundo que hay, el mundo de las apariencias. Nietzsche dixit.
  • La decadencia del arte comienza en el Renacimiento cuando la obra sucumbe al poder del capital. Dejó de importar la obra misma y pasó a valorarse únicamente la firma, el genio. Más tarde, llegaron las vanguardias que se apuntaron rápidamente al libre mercado jugando la carta de «irónicos asesinos de genios».
  • Todavía hay herederos del Romanticismo que ven en el arte otra forma de culto a lo infinito, a lo absoluto. Es el error de los griegos. No existe la meta-physica, sólo la physis.
  • La Filosofía es algo que ya nadie entiende porque habla de conceptos que hace siglos quedaron huérfanos de referente. Es buena noticia que, por fin, comience a desaparecer de la enseñanza secundaria. Desafortunadamente, esta idea es un error muy extendido en el gremio de «filósofos profesionales de ámbito universitario». Si pudiesen ver de primera mano el cementerio intelectual y la indignante maquinaria de adiestramiento y vigilancia en que se han convertido los centros educativos no celebrarían la desaparición de una materia que da la oportunidad de abrir las puertas a la creatividad, la belleza, la reflexión y la desobediencia.

Que la denominada «Filosofía», en la que se resume la historia del pensamiento europeo, haya sido desde Agustín de Hipona hasta el siglo XX metafísica judeocristiana es algo que se olvida con demasiada facilidad. Cuando se tiene esto en cuenta, que esté desapareciendo de la enseñanza pública no deja de tener su lado bueno. Ni siquiera sus más sagaces adversarios se libraron de su influencia. Marx quiso salvarnos en la tierra. Nietzsche habló por boca de profeta con la espalda apoyada contra las paredes del templo. Trate usted de hablar en contra de la existencia del mono verde sin hablar del mono verde: no desaparecerá el mono verde de su mente, tampoco de la de sus oyentes; al contrario, reforzará su imagen y, con ella, su existencia. (…)

Su interés por el método dio cauce a la ciencia experimental, y nadie puede negar que ésta haya sido propiamente la aportación de Occidente (las matemáticas y la astronomía fueron indias mucho antes de ser europeas así como la gramática, la lógica y la poética, entre otras disciplinas). Esto, y no otra cosa, es lo que estrictamente debería ser enseñado si se trata de acotar el pensamiento europeo: la historia de la tecnología. Lo demás es metafísica, y no es un mal que desaparezca de la enseñanza. (pp. 218-219)

Estos párrafos de Maillard me recuerdan algo que olvido con frecuencia: se puede escribir de forma exquisita y no tener razón en todo lo que se dice 🙂

El libro III se compone de XVI escenas protagonizadas por la mujer de pie del título, el alter-ego de la autora. La última escena recuerda la proposición 6.54 del Tractatus de Wittgenstein: «Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido.) »

¿Para qué escribir?, se pregunta Maillard. «De entre todas las posibles definiciones de una situación, ¿por qué elegir una antes que otra? ¿No convendría dejar sin definir las sensaciones? Si todo es mudable ¿por qué determinar con palabras lo que sin ellas cambiaría tan fácilmente de rumbo?» Y la mujer de pie «da un paso hacia las sombras«.

 

8 comentarios en “Chantal Maillard: La mujer de pie (2015)

  1. Hola Eugenio. Cuando escribiste aquella reseña, sobre Matar a Platón, me había encantado, y emocionado. Esta entrada que haces ahora también me gusta mucho; me recordaba, al hablar sobre el sentimiento del “yo” y de lo “mío” y esa inspiración oriental, a alguna lectura de antaño pero no era capaz de concretarla, ahora sí la encontré rebuscando entre los libros: Las cabezas trocadas de Thomas Mann, (siempre me sorprende comprobar cómo la literatura va por delante de los cuestionamientos tecnológicos de última generación); por citar algo de ella dice: “Los hombres tienen el privilegio y la aptitud de servirse de lo real para contemplar la verdad, y el lenguaje ha acuñado la palabra poesía para este privilegio y aptitud”. Claro que cuando se dice “los hombres”, no puedo evitar pensar ¿todos los hombres? ¿Y todas las mujeres? ¿A cuántos sirve “lo real”? En nuestra cultura la poesía es una sombra que apunta a algo que está en otra parte respecto a los acontecimientos oficialmente existentes, y aunque ese estado sea contingente no parece preferir otra realización que no sea mordaza.
    Un abrazo,
    Marisa

    1. Hola Marisa, Las cabezas trocadas es otra recomendación literaria de primera.

      En «Una mujer de pie» Maillard rastrea la influencia del budismo en la Historia de la Filosofía desde el primer texto sagrado traducido allá por el s. XVII o XVIII. No recuerdo bien la fecha pero sí que hace un recorrido muy exhaustivo. El caso es que sin esa idea básica del budismo del desprendimiento de la identidad no se entiende ni el idealismo alemán ni Schopenhauer ni, por supuesto, Hermann Hesse o Thomas Mann. Las cabezas trocadas es un buen ejemplo.

      «Servirse de lo real» para apuntar a la verdad es algo que un día hizo la Filosofía, luego la religión y, desde el Romanicismo, el arte. Cuando se habla de muerte del arte creo que nos referimos a que ya no cumple con esa promesa de ascender o descender hacia ese «algo». ¿Cuando dices que ese «algo» está amordazado te refieres a que se ha retirado, estilo Hölderlin-Heidegger?

      Aunque un poco tosca, creo que te sorprendería la mezcla de violencia y filosofía kantiana en ‘i don’t feel at home in this world anymore’. Al fin y al cabo, Kant está siempre buscando el modo de saltarse las reglas que él mismo ha puesto.

      Un abrazo.

  2. Puedo decir muchas cosas sobre tu reseña de la película pero como no la vi es un poco atrevimiento, y tampoco quiero extenderme mucho, pero me gusta poder hablar contigo de estos temas. Aún así te diré que para mí los postulados kantianos, a excepción del primero, no son condicionantes de la moralidad, él mismo se contradecía al hablar de “el deber por el deber”, sin ningún otro fin. Hubo un tiempo en nuestra tradición que se teorizó tanto acerca del bien que la libertad tenía que ser el mal, en el sentido de rebelarse contra los adoctrinamientos vigentes, pero en los tiempos que corren se teoriza tanto desde el mal que también hay que rebelarse contra eso, a no ser que se asuma con alguna excusa determinista (y aun así también podríamos ser libres de servilismos y moralinas). Por seguir con la terminología kantiana, ahora “la minoría de edad de la razón” sustituye el sometimiento a la voluntad del padre, o del gobernante o del sacerdote, por la del mercado o la de la inteligencia artificial. Sobran los críticos de lo primero que le hacen el juego a lo segundo. Podríamos no hablar de economía al hablar de arte o cultura pero es hipócrita porque estamos hablando de propiedad y de ventas. Hacerlo desde otro lugar requiere negación.
    Y en el otro sentido ese “algo” es también negatividad, Heidegger ideó una ontología, intentó conceptualizar la intuición del poeta, tengo en mente su escrito, Holderlin y la esencia de la poesía, pero ésta no se deja conceptualizar (y los hombres no dialogaron ni habitaron poéticamente esta tierra), y sólo se hace consciente a posteriori y de forma efímera. El lenguaje tiene esa doble vertiente, como intuición libera, como representación amordaza.
    Disculpa si me extendí demasiado. Un abrazo,
    Marisa

    1. Ahora entiendo mejor lo que decías sobre el lenguaje y la poesía. No acababa de identificar en el marco de referencias en que te movías.

      Creo que con Hölderlin Heidegger hace un trabajo filosófico digno. Discutible, pero no es mal libro, en mi opinión. Lo que dices lo veo mejor cuando Heidegger empieza a intepretar la poesía tardía de Celan. Ahí se ven todas las limitaciones de un enfoque del lenguaje orientado a la «representación». Por cierto, de las pocas entradas del blog que me gustan está esta que escribí sobre la correspondencia entre Paul Celan y Giselle.

      Sobre los postulados de la razón práctica yo los entiendo y los explico en plan macarra. El Kant cristiano-teólogo me interesa tan poco como a ti. Lo que busco es ver si esos postulados les pueden servir a los chicos para vivir mejor. Y qué nuevas formas pueden adoptar. Para mí los postulados son ideas que algunas personas necesitan para levantarse de la cama, para soportar el día a día. Tenemos que poder creer que somos libres, que podemos domar al dragón de la vida cotidiana (el determinismo, el fatalismo): no dejar que se nos cuelen en la cola del super, por ejemplo. Si necesitas imaginar a un ser querido ya muerto que te anima y aprueba, pues a por la inmortalidad de las almas. Si necesitas relatos en los que un dios justiciero o el destino o lo que sea pone un final digno a las tragedias de la vida pues aliméntate de esas historias. Los postulados son creencias con una naturaleza totalmente performativa y no representativa. No sé si me explico. Hay una película de Woody Allen que se titula «Whatever Works» que más o menos dice esto también.

      Luego me pierdo un poco en tu comentario pero es culpa mía porque estoy agotado. Lo noto cuando pierdo partida tras partida de ajedrez. Necesito las vacaciones urgentemente. 🙂

      Un abrazo.

  3. ¡Ojalá las batallas cotidianas fueran cosas como que se te cuelen en la fila del súper! Es agotador, sí, pero hay que peleárselas porque son consecuencia de los grandes sistemas, y viceversa.
    Eugenio, es muy interesante esa entrada sobre Celan que señalas (si tuviera tiempo leería tu página desde el principio porque está llena de tesoros). Sugiere tantos temas, hay tantos nombres ahí, y relaciones…Puedo empezar diciendo que me encantaría saber qué le dijo Heidegger a Celan en el coche, después de la lectura de ese impresionante poema; cuando pienso que lo fue a ver a la cabaña de Todtnauberg, me hago una composición de lugar partiendo del hecho de que las visitas, en esa etapa, estaban especialmente supervisadas por Elfride, la devota mujer de Heidegger y del nacionalsocialismo alemán. Preferiría que fuera de otra manera, pero creo que el contacto con intelectuales judíos supervivientes fue, sobre todo, un lavado de imagen; tampoco me resulta fácil asumir ese afán redentor de ellos, de Celan, Arendt y otros, por interpretar el silencio, escudriñando en las palabras, del idolatrado pensador, que alejasen definitivamente la inevitable sospecha de antisemitismo. Me cuesta comprenderlo porque por mucho que ames o admires a alguien, incluso en la medida en que lo haces, no puedes humillarte hasta ese límite, y también porque nunca entenderé cómo es posible que, aquellos que destacan por sus palabras y escritos, sean reacios a un diálogo directo, ineludible en ciertas circunstancias.
    Del grupo del 47 conozco sobre todo los poemas de H. Böll, aunque él tenía una relación distinta con el lenguaje (curiosamente tiene uno dedicado a Heissenbüttel, poeta “literalmente” hermético…), y a I. Bachmann, que sí tiene más similitudes con Celan.
    Un abrazo,
    Marisa

    1. Parece que la cola del súper es poca cosa pero recuerdo las palabras de Foster Wallace para un discurso de graduación de la Universidad de Kenyon en 2005, This is Water.

      Me imagino la cola del súper como el lugar donde terminamos reventando.

      Del grupo del 47 Heinrich Böll, Günther Grass, Ingeborg Bachmann, Martin Walser, Enzensberger. Me quedo con el primero y el último. De todos modos no domino su obra como, por ejemplo, la de Thomas Bernhard, que me gusta mucho más, a pesar de que era un poeta horrible.

      Supongo que de la reunión en Todtnauberg a Heidegger le interesaba el «lavado de cara» pero ¿qué sacaba Celan en limpio? ¿unas disculpas? Es extraño.

      Un abrazo.

  4. Conocía el discurso de Foster W. pero no había visto el vídeo. Sí, los problemas cotidianos mejorarían bastante si abundara esa forma de reflexionar…
    Ya sé que no contesto a tu pregunta (es parte de lo que decía que me cuesta asimilar, aunque sé que es difícil asumir los desengaños, dejar de esperar que el otro sea quien creíamos) pero sí, una disculpa sincera y pública habría sido necesaria, si no podía reparar el daño, al menos reconocerlo y contribuir a que no volviera a repetirse, como tantas veces, en otros contextos históricos. En los poemas hay esa desnudez que las ideas demasiadas veces ocultan.
    No sé si Günter Grass escribió poesía, sólo leí El tambor de hojalata. No conocía a T. Bernhard, estuve buscando información, creo que voy a leer su libro titulado El aliento, gracias.
    Sé que son días de mucho trabajo. Ánimo y un abrazo.
    Marisa

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