Kathleen Raine: Utilidad de la belleza (1966)

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Kathleen Raine: Utilidad de la belleza. Natalia Carbajosa (tr.) Madrid: Vaso Roto, 2015.

La gente puede vivir toda su vida en ciudades sin belleza
y sin perder nunca la sensación de exilio,
de alienación de algo que ni siquiera ha llegado a conocer.

Se reúnen en este volumen, traducido con extrema claridad por Natalia Carbajosa, tres breves ensayos de la poetisa Kathleen Raine: «Sobre el símbolo», «Sobre lo mitológico» y «Utilidad de la belleza».

En «Sobre el símbolo» sienta las bases plotinianas de su poética. El objeto de la analogía o la metáfora no es la descripción de lo común sino conectar los «diferentes órdenes de lo real», lo sensible y lo invisible platónicos, orientando al alma hacia su fuente u origen. Si el lenguaje poético no apunta a la Belleza que da forma y de la que participa lo que es, tiene lugar la catástrofe cultural en la que vivimos, donde se identifica lo «real» con lo «sórdido», lo «carnal», lo «ordinario». La poesía y, en general, el arte, ha de ser símbolo que señala al alma su origen en lo Eterno, provocando en ella un proceso de transformación, el primer paso en un camino de ascensión fuera de la Caverna. El arte de lo feo o del escándalo o del puro entretenimiento son una maldición de nuestra época, desprovista del poder evocador del símbolo.

Cuando Raine habla de la naturaleza inconsciente del símbolo realiza una interesante comparación entre Freud y Jung. Si bien el primero reduce todo arte a los «límites de la fantasía sexual», principio teórico que entusiasmó al surrealismo, Jung halla en las imágenes del inconsciente el retorno de arquetipos que vinculan nuestra psique con lo sagrado. La mística poética de Milton, Shelley o Yeats tiene su origen en este tipo de epifanías en las que un motivo milenario atrae al iniciado hacia el origen. Si a Milton le inspiró el Jardín del Edén y el origen del Mal, a Kathleen Raine fue el Árbol de la Vida, el árbol común de Wordsworth, «vestido de luz celestial».

Desentrañar el significado de los símbolos usando un aparato académico y erudito es un ejercicio absurdo. Es necesario sumergirse en él y no en sus infinitas interpretaciones. Y cuando parece que no se entiende nada, esperar y guardar silencio.

Las páginas de «Sobre lo mitológico» están dedicadas a explicar cómo los símbolos se aglutinan para formar los mitos, es decir, el contexto sagrado que da sentido a todos los acontecimientos. Cuando las imágenes del mito están ausentes, el alma queda prisionera en la oscuridad, las ciudades se vuelven inhabitables y la poesía un lenguaje privado o una retahíla de vulgaridades. Desgraciadamente, en nuestro tiempo «conocemos todos los mitos pero no tenemos ninguno propio», así que no hay otro remedio que el de Jung: perseguir en los sueños propios las figuras primigenias que están presentes ya en las religiones antiguas.

«Utilidad de la belleza» comienza constatando con amargura que la nuestra es una «sociedad carente de belleza» y la pérdida de la belleza va acompañada de la pérdida del alma. No hay más que echar un vistazo a la programación televisiva para corroborarlo. A pesar de los grandes logros de la ciencia y la técnica, hemos perdido el contacto con el orden superior de lo real, el que otorga el ser, la forma y el sentido. De ahí la abundancia de lo feo tanto en la «alta» como en la «baja» cultura.

kathleen_raineLo feo y lo vulgar nos permiten no sentir, no pensar, no vivir; nos ahorran la angustia de vivir. Admitamos que nuestra sociedad en su conjunto ha elegido la muerte: muerte en dosis pequeñas e indoloras. Se amasan fortunas con su venta. (p. 76)

Cuando nos acercamos a la «verdad belleza» la experimentamos como algo ya conocido y familiar y, sin embargo, huimos de ella por comodidad, pereza, apatía o simple estupidez. Preferimos el arte que es mero entretenimiento frente al que posee la virtud de transformar el alma.

A medida que leía los textos de Raine, me venía a la mente el diagnóstico y la solución mística de otro ferviente platónico del s. XX, Ernst Jünger. Resulta curioso que ambos fuesen naturalistas y diesen el salto desde la ciencia a la mística, encontrando en las formas sencillas de la vida el camino hacia una Forma originaria.

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