Camille Paglia: Sexual Personae. Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson. Pilar Vázquez Álvarez (tr.) Madrid: Valdemar, 2006.
Apuntes de los capítulos 6, 7 y 8 de Sexual Personae: «Spenser y Apolo», «Shakespeare y Dioniso» y «El retorno de la gran madre».
El discurso de Paglia se orienta en estos capítulos hacia la literatura. Los dos grandes autores de la literatura anglosajona de la época renacentista son Spenser y Shakespeare. La obra cumbre de Spenser es el poema épico The Faerie Queene (1590-1596), donde retornan los ideales apolíneos de la castidad guerrera de las amazonas y la indefinición andrógina. El sexo en todas sus variantes dionisiacas es visto como una maldición femenina a evitar: homosexualidad, priapismo, ninfomanía, exhibicionismo, incesto, bestialismo, necrofilia, feticihismo, travestismo y transexualismo. Un catálogo de perversiones que es una verdadera proeza para un poema épico. Frente a la visión del mundo más propia del hombre común que se da en los Cuentos de Canterbury de Chaucer, Paglia prefiere el maximalismo apolíneo y jerárquico de Spenser.
Shakespeare, al contrario que Spenser, está de algún modo inspirado por Dioniso. Frente a los rígidos arquetipos de Spenser, Shakespeare juega con la confusión sexual como motor del drama. Así, por ejemplo, en Como gustéis o Noche de Reyes todo el argumento gira en torno a la ambigüedad sexual de los protagonistas. En cualquier caso, la tendencia apolínea aparece bien clara en sus sonetos. Incluso seres dionisíacos como su Cleopatra están subordinados al orden social y moral apolíneo.Frente al dominio de la racionalidad apolínea que impone la Ilustración surge una rebelión ctónica fortísima que fue el Romanticismo. El Romanticismo es el retorno a la Gran Madre, a la Naturaleza, a la que San Agustín había condenado como la mayor enemiga del cristianismo. Rousseau es quien crea la visión romántica del mundo pero realzará ante todo el carácter benévolo de la Gran Madre. Sin embargo esta descripción no tardará en verse rebatida por románticos posteriores como Blake o Sade.El amor por la Naturaleza de Rousseau es puro masoquismo, ansia de ser dominado por una criatura superior que es la mujer. El debilitamiento de las jerarquías morales y sociales favoreció el retorno de la supremacía primitiva de lo dionisiaco, de la mujer.
Mi teoría es que cuando flaquea la autoridad política y religiosa, la jerarquía se reafirma en el sexo, como sucede con el arcaizante fenómeno del sadomasoquismo. La libertad crea nuevas prisiones. No podemos escapar de nuestras vidas en estos cuerpos fascistas. La masoquista subordinación de Rousseau a las mujeres procede de su hiperidealización de la naturaleza y de la emoción. Fue a coger miel y le picaron las abejas. (p. 356)
La ferocidad de la Madre Naturaleza, oculta en Rousseau, retorna en Sade con sus dientes y garras manchados de sangre. «La crueldad«, dice en La filosofía en el tocador (1795) es «el primer sentimiento que la naturaleza imprime en nosotros».
El sexo y la agresividad van unidos de tal forma que no sólo es el sexo asesino, sino que el asesinato es un acto sexual. (p. 357)
Sade ataca todo en Rousseau: la compasión por los más débiles y los parias, la igualdad y la fraternidad, los ideales demócratas. La desigualdad es lo natural para Sade: la única certeza es la diferencia entre el fuerte y el débil. En las personas del sexo brilla la confusión absoluta: bisexualiadad, coprofagia, vampirismo, incesto, orgías, travestismo. Es el retorno de los viejos cultos paganos de la diosa Cibeles. Sin embargo, a pesar de todo, Paglia resalta que los personajes de Sade no se dejan llevar por el éxtasis sino que mantienen siempre viva la llama de una inteligencia perversa, al servicio de la cruel Naturaleza.
Por último, como curiosidad, podemos encontrar en la martirología cristiana los antecedentes directos de la barbarie sadiana.