Fernando San Basilio: Mi gran novela sobre La Vaguada

Fernando San Basilio: Mi gran novela sobre La Vaguada. Barcelona, Caballo de Troya, 2010.

El narrador es un aspirante a escritor. A medida que se desgranan los capítulos de la novela no deja de hacer planes sobre su verdadero gran proyecto, una “novela cosmos”, la gran novela sobre La Vaguada. Un proyecto tan sobrehumano, exageradamente ambicioso e interminable como de El libro de los pasajes de Walter Benjamin. Desoladoras fantasías de fama y grandeza surgen aquí y allá en las ensoñaciones del protagonista: una gran novela que lo ridiculizaría todo para, a continuación, comprenderlo todo, salvarlo todo, y terminar con una frase que no significase nada. Decía alguien que la vida es lo que pasa mientras estamos ocupados haciendo planes. Esa es la historia de la novela que efectivamente ha escrito Fernando San Basilio.

La voz del narrador es ingenua. Al principio suena con la lucicez infantil de un Forrest Gump español. Pero a medida que pasan las páginas adquiere un tono cínico, corrosivo y desesperanzado. No es otro el tono que exige la vida del mileurista con aspiraciones literarias en una gran ciudad como Madrid.

Quizás la virtud más interesante de la novela sea que no se abandona a la angustia o al rencor sino que mantiene un carácter desapegado, desapasionado, distante, como la risa sabia de un maestro zen o la paz espiritual que dan muchas cañas de cerveza.

Las víctimas de la inocente sátira del narrador son muy variadas:

  • los cursos del INEM, los “formadores de formadores” y sus habituales bizantinismos: “¿A qué se refiere esta pregunta?: ¿a la evaluación potencial de un trabajador o a la evaluación de un trabajador potencial?”,
  • las bibliotecas públicas abarrotadas de estudiantes que odian lo que hacen y funcionarios de cháchara (“quinquenios, libranzas, órdenes de arriba”),
  • el historiador de cine que “enumeraba las ocasiones en que este actor había trabajado a las órdenes de aquel director y aquel director había trabajado con este guionista”,
  • el ideal liberal de la externalización, personalizado en la empresa Integralia, una empresa que se externaliza a sí misma para sobrevivir a base de subvenciones,
  • los chalecos verdes de los dependientes de la campaña del libro de texto de la Casa del Libro,
  • el casero quimérico, fantástico, que olvida algún año la subida del IPC,
  • los artistas que “eran como perros abandonados y lo único que buscaban era una caricia”,
  • los ambientes que rebosan de “aspiraciones artísticas”, “apetito de cultura” o “inquietud de hacer cosas”, la vida seguro que está en otra parte,
  • la industria turística: “Viajar, haber viajado, me parecía en conjunto una gran tontería, un capricho y acto mayúsculo de vanidad, una pérdida de tiempo y un gasto absurdo de dinero”,
  • el teatro, los escritores de teatro, los directores de teatro, los profesores de la RESAD, los actores y actrices y
  • especialmente las presentaciones de libros:

Fernando nos llevaba también a presentaciones de libros donde daban un poco de vino de Madrid o de La Mancha en vasitos de plástico blanco y galletas saladas. Las presentaciones eran tristes y decadentes: el autor no sabía qué hacer con las manos y bajaba los párpados cuando el presentador decía que aquella novela era fabulosa y se leía de un tirón o que aquel manojo de cuentos constituía en sí mismo una novela porque estaba incardinado por una sola idea o lo contrario, que cada cuento era un mundo, y en cualquier caso siempre estábamos ante un libro extraordinario y cuando por fin se agotaban las intervenciones y nadie preguntaba nada, todos respirábamos tranquilos y se vendían unos pocos libros y el autor y el presentador se levantaban de la silla y se formaban corros y el autor se daba importancia por el método antiquísimo de quitarse importancia y firmaba dedicatorias y luego todos nos metíamos en un bar y allí resultaba que la mayoría de los concurrentes tenía aspiraciones literarias y las ideas muy claras, todo lo cual me sumía en un estado de pereza y depresión. (pp. 87-88)

El comienzo es memorable “En el principio de muchas cosas estaba el amor” y el final también lo es. Se lee de un tirón. ¿Qué más se puede pedir? Muy recomendable.

En su ficha de Mondadori leo que Fernando San Basilio nació en Madrid en 1970 y actualmente trabaja en una librería. Su primera novela fue Curso de librería, también editada por Caballo de Troya.

2 comentarios en “Fernando San Basilio: Mi gran novela sobre La Vaguada

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