Zaratustra o Zoroastro

 Ahura Mazda corona a Sapor I
Ahura Mazda corona a Sapor I

Zaratustra, también conocido como Zoroastro, fue un profeta iraní que vivió durante el s. VI a. C. Frente al politeísmo habitual de la zona creó una religión monoteísta en torno al dios Ahura Mazda. De ahí los nombres de mazdeísmo o zoroastrismo que se aplican a su doctrina. Ahura Mazda (Ormuz, en árabe o también Spenta Mainyu) es el dios del cielo y la sabiduría y no es representable, aunque se asocia con el Sol y con el Fuego. Tiene como gran enemigo a Angra Mainyu (también llamado Ahriman) que es el dios del mal, origen de las enfermedades y corruptor del fuego-espíritu.

Los escritos básicos del zoroastrismo son una serie de cánticos atribuidos a Zaratustra y que llevan el nombre de Avesta. Sin embargo, la versión más antigua del Avesta data del s. IX y es, por tanto, muy posterior a la muerte de Zoroastro.

Los orígenes del zoroastrismo pueden encontrarse en el pueblo indoario que conquista Persia e India y del que emanan tanto el Avesta como el Rig Veda (los textos sagrados del hinduísmo). Es incuestionable el origen ario del sánscrito y del culto a un dios Sol (Mitra) que evolucionaría hacia el Ahura Mazda del zoroastrismo y se dividiría en tres (Mitra, Aryaman y Varuna) entre los Vedas.

El zoroastrismo fue, aunque con varias interrupciones, la religión del Imperio Persa desde los tiempos de Zoroastro hasta la conquista árabe en el s. VII y siguientes. Se apoyó en una clase sacerdotal bastante inquisitorial que, junto a la aristocracia militar, ejercía de contrapeso al poder del Emperador. Es conocida la persecución y la ejecución que padeció Mani, el fundador del maniqueísmo, por los sacerdotes de Ahura Mazda bajo el reinado de Bahram I.

Todo lo anterior para desembocar en el Ecce homo de Nietzsche donde explica cuál fue el origen y las razones de elegir al personaje Zaratustra:

No se me ha preguntado, pero debería habérseme preguntado qué significa cabalmente en mi boca, en boca del primer inmoralista, el nombre Zaratustra; pues lo que constituye la inmensa singularidad de este persa en la historia es justo lo contrario de esto. Zaratustra fue el primero en advertir que la auténtica rueda que hace moverse a las cosas es la lucha entre el bien y el mal, la trasposición de la moral a lo metafísico, como fuerza, causa, fin en sí, es obra suya. Mas esa pregunta sería ya, en el fondo, la respuesta. Zaratustra creó ese error, el más fatal de todos, la moral; en consecuencia, también él tiene que ser el primero en reconocerlo. No es sólo que él tenga en esto una experiencia mayor y más extensa que ningún otro pensador –la historia entera constituye, en efecto, la refutación experimental del principio del denominado «orden moral del mundo»–: mayor importancia tiene el que Zaratustra sea más veraz que ningún otro pensador. Su doctrina, y sólo ella, considera la veracidad como virtud suprema. Esto significa lo contrario de la cobardía del «idealista», que, frente a la realidad, huye; Zaratustra tiene en su cuerpo más valentía que todos los demás pensadores juntos. Decir la verdad y disparar bien con flechas, ésta es la virtud persa. ¿Se me entiende? La auto-superación de la moral por veracidad, la auto superación del moralista en su antítesis –en mí– es lo que significa en mi boca el nombre Zaratustra.

Friedrich Nietzsche: Ecce homo, Por qué soy un destino-3.

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