Michel Onfray: El cristianismo hedonista. Contrahistoria de la filosofía, II


Michel Onfray: El cristianismo hedonista. Contrahistoria de la filosofía, II. Marco Aurelio Galmarini (trad.) Barcelona: Anagrama, 2007.

Michel Onfray es más un divulgador que un pensador original. Como divulgador, es un aplicado discípulo de Nietzsche. Cree con firmeza que la historia de la filosofía es el producto de una gigantesca deformación favorable a los principios del platonismo y el cristianismo ortodoxo. En Contrahistoria de la filosofía se propone rescatar del olvido a los que nunca aceptaron el universo conceptual cristiano: Dios, el alma, el desprecio del cuerpo, la culpa, el pecado, el castigo, la misoginia…

Su discurso tiene ciertas limitaciones. Demasiado elemental, meramente didáctico, diría yo. En cualquier caso, mi sintonía con su enfoque de la historia de la filosofía es completa. De ahí que siempre saco provecho de su lectura.

El capítulo dedicado al gnosticismo es probablemente el más interesante del libro. Inspirándose en Les Gnostiques de Jacques Lacarrière (Gallimard, 1973) Onfray hace un bosquejo de las diferentes variantes gnósticas que resulta muy esclarecedor, breve e intenso.

La crisis que experimenta el pensamiento occidental a comienzos de la era cristiana da lugar al surgimiento en Oriente Medio de una infinidad de filosofías que son el producto del choque del antiguo racionalismo griego con la cultura mágico-religiosa propia del lugar. El resultado fueron los gnósticos. De ellos apenas quedan los nombres y los insultos que les proferían los perseguidores cristianos en sus libros: Justino de Roma (160, Apologías), Ireneo de Lyon (170, Contra las herejías), Hipólito de Roma (230, Philosophumena), Clemente de Alejandría (Stromata, final del siglo II-comienzo del s. III) y Epifanio (Panarion, 375). Hay que añadir los rollos de Nag Hamadi, encontrados en 1945, que fueron probablemente los restos de la biblioteca de una comunidad gnóstica.

Existen dos corrientes principales del gnosticismo, la encrática o ascética y licenciosa o hedonista. Fue la primera secta, la encrática, la que triunfó y tomó el nombre de cristianismo. Los gnósticos hedonistas fueron relegados al infierno del olvido. En cualquier caso sus filosofías incluyen algunos elementos comunes:

  1. La división de los hombres en hílicos, psíquicos y pneumáticos. Estos últimos están salvados sean cuales sean sus obras pues están tocados por la gracia. Los hílicos, paganos, son pura materia y están condenados a la extinción y los psíquicos podrían aspirar a la salvación sin encuentran el conocimiento, la gnosis.
  2. La solución al problema del mal incluye la multiplicación de deidades intermedias entre Dios y el mundo. De este modo se libera al hombre y a Dios-Padre de la responsabilidad del desastre moral en que vivimos. En la exploración de este Mundo de las Ideas la inventiva gnóstica es alucinante. Así, el Abismo o Pro-Padre seguido de los treinta Eones que constituyen el Pleroma.
  3. El hedonismo, la búsqueda del placer, el respeto al cuerpo, frente al ascetismo de Pablo.
  4. El pitagorismo disparatado. Por ejemlo, el de los fibionitas que invitan «a sus discípulos a extraer su esperma trescientas sesenta y cinco veces en el curso de trescientas sesenta y cinco uniones con trescientas sesenta y cinco mujeres diferentes.»

Veamos ahora la filosofía de algunos pensadores gnósticos:

  1. Simón el Mago y la gracia. Inspirándose en dos pasajes de Pablo de Tarso, Simón el Mago se opone a una concepción del cristianismo cuyo lema siniestro sea el odio al cuerpo. Dice Pablo que no son las obras las que salvan sino la fe. Y también dice que hay que poner en común lo que se posee. Aplíquese, dice Simón, a las mujeres y dese rienda suelta a la revolución sexual. Los pilares del gnosticismo de Simón van a aparecer de un modo u otro en el resto de gnósticos: negación de la libertad, afirmación del cuerpo y el placer, relativismo y arbitrariedad moral.
  2. Basílides y el desenfreno. Inventa una herejía que se llama docetismo. Jesús, demasiado divino para ser crucificado, se intercambia con el incauto Simón de Cirene que es quien verdaderamente sufre todo el martirio de la cruz. Mientras Simón sufre su calvario, Jesús ríe. Basílides, al igual que Simón, defiende que sólo salva la gracia. La moral es indiferente. Así, Basílides lleva a cabo una nietzscheana transvaloración de todos los valores: el bien está allí donde los otros (los paulistas) ven el mal. No es necesario, además, morir por las ideas.
  3. Valentín y las simientes de la elección. Estas son las individualidades tocadas por la gracia. Si Plotino invita a morir en vida para renacer purificado, Valentín propone la negación de la carne a través de su afirmación absoluta. Agótese el amor sexual, la voluptuosidad, la sensualidad sin límites. De este modo, agotado el cuerpo, resplandecerá la luz del espíritu.
  4. Carpócrates y el amor. Alejandrino de la segunda mitad del s. II. Defiende una curiosa versión de la metempsicosis platónica. Según este gnóstico no alcanzará el alma la salvación hasta que no haya cometido todos los pecados posibles e imaginables. El sabio sólo alcanza la luz cuando su cuerpo agota la negatividad del mundo. Defiende la destrucción de la propiedad privada y el amor orgiástico. De la misma opinión es Nicolás que, además, añade a la eucaristia, comuniones de esperma y sangre menstrual. Lo esencial es no procrear. No añadir más dolor a este mundo.
  5. Epifanio. Muere antes de cumplir los diecisiete años. Critica la degeneración del cristianismo oficial y propone la abolición de la propiedad privada que es la principal causa de dicha decadencia.
  6. Cerinto. Afirma que el reino de Cristo será terrenal. Tras la resurrección, banquetes y orgías que durarán mil años.
  7. Marcos el Mago. Embaucador profesional, hacía creer a las mujeres que si aceptaban su «logos» podrían ellas, a su vez, transmitirlo.

El segundo capítulo del libro está dedicado a los Hermanos y Hermanas del Espíritu Libre. Enseñaron entre el s. XIII y el XVI. Son los Alumbrados en España, los picardos y adamitas en Bohemia, las beguinas y bergardos de Holanda y Béligca, los libertinos de Francia y Alemania. Su filosofía se apoya en los siguientes pilares:

  1. Hemos sido ya redimidos de todos nuestros pecados por el sacrificio de Jesús. Ya hay bastante dolor en el mundo como para transformar la existencia en un valle de lágrimas. Dediquémonos por tanto a extender el placer en este mundo. Es, por ejemplo, la propuesta orgiástica de los adamitas que El Bosco representó en El jardín de las delicias, no sabemos bien si para su disfrute o para su crítica.
  2. El panteísmo es la solución elegida para combatir el problema del mal y descativar el par libertad-culpa inventado por el cristianismo para martirizar las mentes y los cuerpos de la mayoría. Todo es dios, todo tiene su origen en Dios, no existe el pecado, sólo la inocencia del devenir. Es probable que Nietzsche conociera los planteamientos de los Hermanos del Espíritu libre a través de los textos de Lutero.

El tercer capítulo está dedicado al cristianismo epicúreo. Aunque parezca un oxímoron, una contradicción irresoluble, Onfray detecta en ciertos pensadores renacentistas una apuesta por un cristianismo que ennoblece y no condena la figura humana, alejado de las ideas inquisitoriales que imperan en el momento. Ejemplos de esta interesante vertiente del cristianismo son Lorenzo Valla, Marsilio Ficino, Erasmo de Rotterdam y Michel de Montaigne.

Onfray dedica a Montaigne el mayor número de páginas. Sus Ensayos son para el autor una buena muestra de un filósofo cristiano que, al mismo tiempo, defendió la doctrina básica de Epicuro:

  1. La muerte no nos concierne pues cuando llegue ya no estaremos aquí, así que vivamos sin miedo y dediquemos la filosofía a la tarea de averiguar quiénes somos y cómo vivir.
  2. El bienestar o la felicidad coincide con la ausencia de turbaciones. Evita el dolor en lo posible, el dolor no es ningún medio de salvación.
  3. Si el deseo te acucia, olvídate del disparate de Pablo que recomendaba arrancarse los ojos y busca con quién satisfacerlo, como bien decía Lucrecio.
  4. Desarrolla una cuidadosa aritmética del placer para que tu vida sea lo más satisfactoria posible.
  5. Dios ha creado el mundo, sí, pero luego se ha desinteresado de su obra. No hemos de buscar culpables divinos de los desastres mundanos.

En definitiva, una lectura recomendable, aunque de carácter exclusivamente divulgativo.

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