Emilia Fernández Tejero (ed. y tr.): El cantar más bello. El Cantar de los cantares de Salomón. 4ª ed. Madrid: Trotta, 2007.
Espléndida edición de uno de los libros más hermosos del Antiguo Testamento. Siendo como es, un poema dedicado a la pasión amorosa, al rapto erótico, fue introducido en la Biblia por el simple motivo de haber sido atribuida su autoría al rey Salomón.
Ella, la amante, él, el amado, se buscan, se encuentran, se separan y vuelven a encontrarse. A lo largo de la historia el Cantar ha sufrido interpretaciones alegóricas que minusvaloran sus referencias al amor carnal para transformarlo en la historia de las relaciones entre Yaveh y el pueblo de Israel. Sin embargo, gracias a esta edición podemos hacer una lectura clara de un poema amoroso rebosante de metáforas inolvidables que han terminado por convertirse prácticamente en arquetipos jungianos.
El libro se divide en tres partes: una espléndida traducción versificada del Cantar, una panorámica de las interpretaciones que ha padecido y, por último, un recorrido por su influencia en toda la poesía amorosa o mística de Occidente, incluyendo, por ejemplo, a Fray Luis de León y Quevedo.
Para terminar cito algunos de los versos del Cantar que me han acompañado a lo largo de los años:
Ella
Bésame con esos besos tuyos,
son mejores que el vino tus caricias…
Llévame contigo, vamos, vamos;
y el rey me llevó a la penumbra
a reír y ser felices juntos…
Cuando el rey reposaba en su diván
mi nardo despidió su perfume…
En mi lecho, por las noches,
busco
al amor de mi vida;
lo busco sin hallarlo.
Me levanto y recorro la ciudad
por calles y plazas,
buscando
al amor de mi vida;
lo busco sin hallarlo.
Me encuentran los guardias
que patrullan por la ciudad:
«¿habéis visto al amor de mi vida?»
En cuanto me alejo de ellos
encuentro
al amor de mi vida;
lo abrazo, no lo suelto
hasta llevarlo a mi casa materna,
a la habitación de mi madre.
Él
…son tus pechos como dos cervatilos
mellizos de gacela,
pacen entre rosas….
Tus labios destilan dulzura,
esposa;
miel y leche hay bajo tu lengua,
y el perfume de tus ropas
es como aroma del Líbano.
Ella
Ya me he quitado la túnica,
¿tendré que vestirme?:
ya me he lavado los pies,
¿me los he de mancar?
Mas mi amor alarga su mano
y ya soy puro temblor.
Él
Qué bella eres, amiga mía,
pero qué bella;
tus ojos son palomas
…aparta de mí tus ojos,
que me enloquecen…
Qué bella eres, qué suave,
mi delicioso amor;
tu cuerpo parece una palma,
racimos tus pechos;
me dije:»subiré a la palma,
apresaré sus frutos»
Que son tus pechos como racimos de vid,
y tu aliento, perfume de manzanas;
tu paladar es vino generoso
que fluye suavemente hacia mi amor,
turbando labios y dientes.
Imprescindible.