Ernst Jünger: Pasados los setenta III. Radiaciones V. Diarios (1981-1985). La memoria de un siglo. Carmen Gauger (trad.) Barcelona: Tusquets, 2007.
Quinto volumen de las memorias de Ernst Jünger (Heidelberg, 1895- Wilflingen, 1998). Le preceden Tempestades de acero, Radiaciones I, Radiaciones II, Pasados los setenta I, Pasados los setenta II y, aún sin traducir, Pasados los setenta IV y Pasados los setenta V. Jünger los titula, en general, Radiaciones. En estos siete volúmenes nos ofrece una perspectiva única y completa de los movimientos telúricos catastróficos que Nietzsche predijo para el siglo XX.

Jünger es, antes que nada, guerrero. Todavía menor de edad, se escapó de casa y se alistó en la Legión Extranjera para convertirse en héroe. Su padre le salvó la vida trayéndolo de vuelta. Durante la I Guerra Mundial fue voluntario en el ejército alemán. Herido varias veces y condecorado con la Bleue Max, adquirió en el campo de batalla un prestigio que le salvaría la vida en años venideros. En el período de entreguerras asistió escéptico al auge del partido nazi. Algo no acababa de cuadrar: Jünger esperaba el surgimiento de un nuevo «tipo humano» y una nueva organización social ni democrática ni liberal, que estuviesen preparados para el mundo de la técnica, un mundo de fuego y cifras. Pero no se produjo más que el ascenso al poder de un psicópata antisemita auspiciado por el resentimiento (Tratado de Versalles) y la locura de las masas. En 1939 publicó Sobre los acantilados de mármol, una novela en clave muy crítica con el partido nazi. Se libró de la persecución de las S.S. gracias a la intervención directa de Hitler (op. cit., p. 486). Durante la II Guerra Mundial, el capitán Jünger perteneció al alto mando nazi en París. Participó en el atentado frustrado contra Hitler en 1944 y salvó a cuantos judíos pudo de la repugnante barbarie de los campos de concentración. Abandonó el ejército antes de terminar la guerra con lo que evitó ser juzgado por un Tribunal Militar (op. cit., p. 486).
En segundo lugar, Jünger fue cazador. Durante toda su vida fue un apasionado de la entomología (op. cit., p. 462). En el mundo animal buscó y encontró fuentes de inspiración para la explicación de la naturaleza de la sociedad humana. Pero no sólo se dedicó a la «caza sutil«, que así llamaba a la caza de insectos, sino también a la caza de experiencias al margen de la vida consciente. Su libro, Acercamientos: droga y ebriedad, narra los diversos modos mediante los que intentó abrir las puertas de la percepción. Analiza sus experiencias con sustancias capaces de ayudarnos a traspasar el umbral de la percepción ordinaria: vino (siempre fue un entusiasta de Dionisos como Nietzsche), cannabis, opio y LSD. Además, critica el uso absurdo que las drogas potenciadoras de la energía (anfetaminas y cocaína) tienen en esta civilización de esclavos que se creen libres. Como buen cazador de insectos y experiencias viajó por todo el mundo quedando en sus memorias constancia de sus cacerías mediterráneas y tropicales (Santorini o Singapur en este Pasados los setenta III)
Por último, en cuestiones políticas Jünger fue un anarca. Un observador que desconfía tanto de los tiranos como de los demócratas. Alguien que sabe que la política diaria no es más que hojarasca de otoño que oculta movimientos geológicos más profundos. Alguien que evita las masas. Alguien capaz de defenderse a sí mismo. Alguien que busca la clave profunda de los acontecimientos históricos. Una posición difícil en la sociedad maniquea de la Alemania de posguerra, lo que le valió muchísimas críticas. A sus críticos Jünger les recuerda que «habría que mencionar la pequeña diferencia que existe entre mis exquisitos críticos de hoy y yo: que yo di la cara cuando era la vida lo que estaba en juego.» (op. cit., p. 286)
Sus amigos merecen un párrafo aparte. Fue íntimo de Carl Schmitt, el inteligentísimo profesor de Derecho que hizo una apología aberrante del nazismo. Pero también lo fue de Ernst Niekisch, político y escritor alemán de tendencia nacional-bolchevique. Estas amistades aparentemente contradictorias ilustran ciertos aspectos básicos del pensamiento de Jünger: nacionalista, antiliberal y elitista, por la izquierda y por la derecha. Ideólogo de un orden político y moral nuevo, el Estado Mundial, al que el sentido común llama fascismo y ante el que todos retroceden asustados. Pero no basta simplemente con despachar el pensamiento de Jünger tildándolo de fascista. Su hipótesis de que la democracia no está a la altura del mundo técnico es más aguda de lo que parece a simple vista: obsérvese el funcionamiento reciente de la democracia estadounidense o la farsas que la ONU prepara de cuando en cuando (Líbano, Palestina, Iraq, Afganistán, Chechenia, Birmania…)
Sin embargo, no puedo evitar comparar el Estado Mundial que propone Jünger con la espartana República de Platón. En la utopía platónica cada individuo está supeditado al todo. La comparación que utiliza Jünger para hablar de su propuesta es la organización social de las hormigas. También hay que mencionar la visita que le hace Borges en 1982. La conversación gira en torno a temas políticos pero en lugar de tratar sobre las ejecuciones, torturas y secuestros que acaba de paceder Argentina charlan sobre las bondades de la organización política de un hormiguero. Hasta Borges parece demócrata al lado de Jünger. (op. cit., p. 172) En ocasiones, habla Jünger de cerebro colectivo…
Pasados los setenta III es, como los demás volúmenes, un compendio de sus ideas principales y la búsqueda de pruebas empíricas que las respalden tanto en el mito, como en la historia o la naturaleza. Veamos algunos de esos pensamientos:
- Del mismo modo que Nietzsche quiso hacer pronósticos sobre los profundos cambios que estaban a punto de afectar a la humanidad en el s. XX Jünger intenta, por su parte, dar respuesta al sentido de la historia humana en el XXI. En primer lugar, los conflictos actuales no son meramente políticos sino que remiten a desórdenes más profundos, a los peligros inusitados que ha traído consigo la técnica: armas nucleares, biológicas, calentamiento global, etc. En el lenguaje de Jünger, nos han abandonado los dioses y es el momento de los titanes (Titanic…) La era técnica sólo podrá ser superada mediante el Estado Mundial. «Hay muchas opiniones, muchos partidos, pero sólo una pendiente resbaladiza.»(op. cit., p. 224) A este respecto las tesis de Jünger son muy claras en la entrevista que concede a Alberto Moravia. (op. cit., p. 412 y ss.)
- Como naturalista Jünger admite la hipótesis de Darwin sobre la transformación de unas especies en otras pero se niega a aceptar que sólo la casualidad y millones de años hayan sido capaces de crear las especies, los tipos. El momento de la creación, según Jünger, está fuera del tiempo.
Si alguien quiere atacar de modo convincente a Darwin no debe poner en duda la evolución, puesto que la descendencia y el árbol genealógico son evidentes. Pero sí se puede cuestionar el papel asignado al tiempo. La causa no está en la marcha hacia delante; hay que retroceder mucho más atrás. (op. cit., p. 326)
- Los estragos del tráfico automovilístico y del consumo de drogas son análogos. Se intentan corregir los síntomas de necesidades profundas de las que en este momento no podemos prescindir. Además, una recomendación.
Toda toxicomanía (Sucht) lleva escondida una nostalgia (Sehnsucht); por tanto, puede curarse: con amor y con grandes ideas, con aventuras, líderes espirituales y religión. Ni que decir tiene que la nostalgia ha de ser hoy especialmente dolorosa. Sufre sobre todo el hombre de las Musas, como ya lo prevé muy pronto Hölderlin en «Pan y vino», recomendando refugiarse en Dioniso. (op. cit., p. 344)
- Metafísica de corte platónico-pitagórico:
Para el camino. El plan del universo descansa sobre figuras sencillas: justo por encima de la nada. Antes de que se movieran o de que fueran movidas, han de haber sido concebidas: arriba y abajo, derecha e izquierda, la recta, la curva, el óvalo, la espiral, el círculo. Las matemáticas las abarcan en su reposo, la física en su movimiento.
¿No pudo haber quedado todo limitado a la concepción? El círculo es perfecto en reposo; cuando la rueda se mueve, es una reducción. O mejor: un milagro ha enseñado una, pero sólo una de sus potencias. Tiene muchas, desde representaciones para la pura meditación hasta efectos mecánicos. El círculo es demasiado perfecto para ser bello.
Que esas figuras apenas sean percibidas, ni ópticamente ni en su inimaginable potencia, delata su cercanía de la nada. En el monte y en el valle, en el rojo y el verde, en el odio y el amor, en todo lo separado y polar, ya se manifiestan de modo mediato y alejado.
Hay que representarse su poder desprovisto de calidades y extraordinariamente denso. Da una idea de ello el terror que produce la visión de la serpiente, que desvela el misterio de la espiral. Eso también es sólo un signo, un ligero movimiento del velo. (op. cit., pp.133-144)
- Cuando le reprochan sus críticas a la democracia a veces Jünger se refugia en el criterio de autoridad: Heráclito («Uno me vale por diez mil»), Flaubert, Nietzsche.
- Un párrafo sobre el carácter individual, inspirado en Schopenhauer:
Los ciclos de nuestra vida se parecen entre ellos, pero no tienen la misma duración; el tiempo puede comprimirse y extenderse. El trayecto, con su pro y su contra, mantiene la longitud, ya lo recorramos al paso, al trote o al galope. Asimismo, nuestro carácter permanece en lo esencial inalterado, aunque las circunstancias lo modifiquen. A ello puede contribuir tanto la experiencia como la lasitud. Lo imposible de antiguos sueños y excesos, por un lado, puede ser evitado, y por otro, aplicarse a osadías espirituales. (op. cit., p. 272)
- Sus lecturas: Ilíada, Crimen y castigo y volumen de fragmentos póstumos de las obras completas de Nietzsche. También El nombre de la rosa, El perfume y El Buscón de Quevedo.
- Y mucho más: cómo aprender a escribir, la pena de muerte, las tesis doctorales, la Belleza, la vejez, el tiempo…