Emile Cioran: El ocaso del pensamiento. Joaquín Garrigós (trad.) Barcelona: Tusquets Fábula, 2006.
La obra de Émile Cioran (Răşinari, Rumanía, entonces parte del Imperio Austrohúngaro, 1911 – París, 1995) habita en la intersección entre la mística y la filosofía. Sus primeros cuatro libros fueron publicados originalmente en rumano. A partir de 1939 vivió en París. Se declaró apátrida en 1946. Su estancia en París va encadenada a la adopción del francés como primera lengua. Prácticamente la totalidad de sus libros ha sido traducida al castellano:
- En las cimas de la desesperación, 1934 (Tusquets)
- El libro de las quimeras, 1936 (Tusquets)
- De lágrimas y de santos, 1937 (Tusquets)
- El ocaso del pensamiento, 1940 (Tusquets)
- Breviario de los vencidos, (escrito a lo largo de los años 30, inédito hasta 1993) (Tusquets)
- Breviario de podredumbre, 1949 (Taurus)
- Silogismos de la amargura, 1952 (Tusquets)
- La tentación de existir, 1956 (Taurus)
- Historia y Utopía, 1960 (Tusquets)
- La caída en el tiempo, 1966 (Tusquets)
- El aciago demiurgo, 1969 (Taurus)
- Del inconveniente de haber nacido, 1973 (Taurus)
- Ensayo sobre el pensamiento reaccionario. A propósito de Joseph de Maistre, 1977 (Montesinos)
- Desgarradura, 1979 (Tusquets)
- Ejercicios de admiración y otros textos, 1986 (Tusquets)
- Ese maldito yo, 1987 (Tusquets)
- Adiós a la filosofía y otros textos, 1982 (Alianza)
- Conversaciones, 1996 (Tusquets)
- Cuadernos (1957-1972), 1997 (Tusquets)
- Cuadernos de Talamanca: Ibiza (31 de julio al 25 de agosto de 1996), 2000 (Pretextos)
- Ejercicios negativos: marginalia al breviario de podredumbre, 2005 (Taurus)
Cioran despierta entre sus lectores actitudes muy encontradas: o se defiende a capa y espada su obra completa o se rechazan de plano sus libros rebajando al autor al limbo de lo inclasificable –ni filósofo, ni poeta, ni místico, ni narrador, ni ensayista. En mi opinión, solo algunos libros de Cioran como sus Cuadernos o El aciago demiurgo forman parte de lo mejor del pensamiento de la segunda mitad del s. XX.
Como vemos, El ocaso del pensamiento pertenece al poco recomendable período rumano de su obra. Las características del pensamiento temprano de Cioran son las siguientes:
- El delirio romántico trasnochado que insiste en la apología de la enfermedad, el sufrimiento, la muerte, la soledad, la locura, la melancolía, la misoginia y el éxtasis.
- El aforismo, su arma filosófica principal, está en proceso de formación. Tardará más de veinte años en pulirlo hasta casi alcanzar la maestría de Nietzsche. Por ahora, hay que conformarse en la mayoría de los párrafos con un estilo recargado, retórico, ampuloso y vacío donde se juega con las palabras en lugar de ir a la cosa misma, vocación que será su fuerte con el tiempo.
- Carece del sentido del humor que caracterizará sus obras de madurez en los años 70 y 80. Las exageraciones y los exabruptos típicos de Cioran sin el contrapeso de la ironía degeneran en la repetición machacona de un mensaje suicida.
Por todo lo anterior, no recomiendo iniciarse en el pensamiento de Cioran recurriendo a sus primeros títulos. Antes bien, estoy convencido de que su obra maestra fue póstuma: Cuadernos (1957-1972), 1997 (Tusquets). Puede empezarse por los Cuadernos e ir leyendo hacia atrás hasta llegar a las raíces de un pensamiento directo y transgresor.
En cualquier caso hay en El ocaso del pensamiento, título de claras resonancias nietzscheanas y wagnerianas, «sentencias y flechas» típicas del Cioran maduro.
Todo el secreto de la vida se reduce a esto: no tiene sentido; pero todos y cada uno de nosotros le encontramos uno (p. 11)
A un hombre, ¿Cuánto tiempo más o menos le dura una verdad? No mucho más que un par de botas. Sólo los mendigos no las cambian nunca. Pero como ahora te encuentras integrado en la vida, tienes que renovarte continuamente, pues la plenitud de una existencia se mide por la suma de errores almacenados, según la cantidad de ex verdades (p. 32, ¡cómo se escucha a Nietzsche aquí!)
Lo que vuelve tan tristes las grandes ciudades es que cada hombre quiere ser feliz, pero las oportunidades disminuyen a medida que el deseo crece. (p. 47)
Puede uno devorar bibliotecas enteras, que no encontrará más allá de tres o cuatro autores a quienes valga la pena leer y releer. Las excepciones de ese tipo son unos analfabetos geniales a quienes hay que admirar y, si hace falta, estudiar, pero que, en el fondo, no nos dicen nada. Me gustaría poder intervenir en la historia del espíritu humano con la brutalidad de un carnicero, revestido con el más refinado diogenismo. Porque ¿hasta cuándo vamos a dejar en pie a tantos creadores que no han sabido nada , niños descarados e inspirados, faltos de la madurez de la felicidad y de la infelicidad? A un genio que no haya llegado a las raíces de la vida, pese a las posibilidades de expresión de que ha gozado, sólo hay que degustarlo en los momentos de indiferencia. Resulta estremecedor pensar qué pocos hombres han sabido algo de verdad, qué pocas existencias completas han aparecido hasta ahora. ¿Y qué es una existencia completa? ¿Qué significa saber? Conservar sed de vida en los ocasos… (p. 47-48, ¡otra vez Nietzsche!)
Siempre que pienso en la muerte me parece que moriré menos, que no puedo extinguirme sabiendo que voy a extinguirme, que no puedo desaparecer sabiendo que voy a desaparecer. Y desaparezco, me extingo y muero desde siempre. (p. 51)
Me gustan las gentes del Antiguo Testamento: son pacientes y tristes. Los únicos que le han pedido cuentas a Dios cuantas veces han querido; que no han dejado pasar ocasión de recordarle que era despiadado y que ellos ya no podían esperar más tiempo. Por entonces los mortales tenían instinto religioso, hoy sólo fe y ni siquiera eso. El mayor fracaso del cristianismo es no haber sabido endurecer las relaciones entre el hombre y el Creador. Demasiadas soluciones y demasiados intermediarios. El drama de Jesús ha aliviado los sufrimientos y ha suprimido la exaltación de la hombría en los asuntos religiosos. En otra época se levantaban los puños al cielo, hoy sólo las miradas. (p. 121)
Hay algunos hombres tan necios que si una sola idea aflorara a la superficie del cerebro, ésta se suicidaría aterrada de su soledad. (p. 124)
Sólo me acuerdo de que soy al oír mis pasos por el suelo a altas horas de la noche. (p. 130)
La pereza es un escepticismo de la carne (p. 163)
No puede concebirse la fuerza sin la enfermedad. No en vano los hombres más peligrosos son los que tienen una salud precaria. El carro de la historia está guiado por hombres que se buscan constantemente el pulso. (p. 166, ¡aquí también suena Nietzsche!)
¿Ser?, una falta de pudor (p. 190)
En el hombre existe un secreto deseo de remordimiento que antecede al Mal, que lo crea. La iniquidad, el vicio o el crimen surgen de esa oculta angustia. Una vez consumado el acto, aparece en la conciencia con claridad y precisión perdiendo el encanto de la virtualidad. El aroma del remordimiento nos conduce hasta el mal, como la nostalgia de otras tierras. (p. 199)
Coincido casi totalmente con el análisis que has realizado de Cioran. Su etapa rumana, en efecto, puede resultar tediosa, poco original, insoportablemente seria. Puede ser interesante, eso sí, para conocer la evolución de Cioran, su transformación en el aforista lúcido, brillante y genial que acabó siendo.>>Cioran es, antes que otra cosa, un poeta. Lo suyo es puro estilo. Las comparaciones con los místicos, a los cuales admiraba, son inevitables. Y es precisamente ahí donde reside gran parte de su gracia: que, sabiendo que podía estar cerca de la mística, era incapaz de creer. Ese lucha constante entre su pesimismo desgarrador y su sed mal disimulada de absoluto es el gran atractivo de su obra, creo.>>Por lo demás, totalmente de acuerdo contigo cuando afirmas que <>Cuadernos<>, lejos de ser una obra menor, es probablemente su libro más rico, más profundo y, por qué no, más divertido.
Le envidio a Cioran esa fuerza tremenda para permanecer firme delante del problema (la muerte, dios, el mal o lo que sea). Donde otros bajan la mirada o buscan algún entretenimiento que distraiga su atención, Cioran permanece firme. Solo. Sin dejarse arrastrar por la locura. Alimentándose de aquello de lo que la mayoría huye. >>Trato de aprender pero, generalmente, prefiero abrir un buen libro.
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