Peter Wollen: El asalto a la nevera

Peter Wollen: El asalto a la nevera. Reflexiones sobre la cultura del siglo XX. Cristina Piña Aldao (tr.) Madrid: Akal (Cuestiones de antagonismo), 2006.

La orientación ideológica de la colección «Cuestiones de antagonismo» de la Editorial Akal se halla claramente definida tanto en el color rojo de la cubierta como en la selección de autores publicados, que incluye, entre otros, a Zizek (promotor de la inverosímil recuperación del pensamiento de Lenin), a Gramsci o Althusser. Así, esta colección ofrece un enfoque «de izquierdas» sobre temas varios como Historia de la Filosofía, Sociología, Economía o Estética. El texto de Wollen pertenece a la reflexión filosófica sobre las relaciones entre arte y política.

Peter Wollen es profesor emérito de la Universidad de California. Su trayectoria intelectual ha sido, antes que nada, polifacética: comisario de exposiciones en Europa y Estados Unidos, director de cine experimental y crítico de arte.

El asalto a la nevera es un título que, para ser un libro de filosofía, despierta inmediatamente la curiosidad. Pero esta primera expectativa se ve truncada por el contenido. En lugar de la unidad de un ensayo filosófico nos encontramos con la típica colección irregular de artículos independientes, a los que se intenta otorgar unidad mediante el frágil hilo conductor de las relaciones entre el arte de vanguardia y la política. Hay que añadir que el significado del título sólo se desvela al final del libro tras la lectura de uno de los capítulos menos interesantes.

Henry Matisse, Odalisca en un sofá turco
Jackson Pollock: Islas amarillas, 1952

El libro se abre con un artículo breve y brillante sobre el origen de la Modernidad en el arte del s. XX: «Directamente del pasado. La moda, el orientalismo, el cuerpo». Wollen argumenta que, frente a una Modernidad funcional, minimalista, cubista, futurista y etnocéntrica se produce una reacción generalizada en el mundo del arte que se orienta al gusto por lo exótico oriental y lo ornamental . A esta segunda Modernidad pertenecen los ballets rusos de Diagilev (especialmente Scherezade), la moda en el vestir, recargada y sensual, de Poiret y las odaliscas de Matisse, donde es evidente la influencia de sus viajes a Marruecos.

Curiosamente, cuenta Wollen, nos ha tocado vivir en el mundo el arte a finales del s. XX una antítesis semejante. Con mucho sentido común, Wollen afirma que, tal y como ocurrió a principios del s. XX, el recurso a lo decorativo, lo figurativo o el kitsch, tal y como aparece por ejemplo en Andy Warhol, no es una solución a una Modernidad que se agota, sino una reacción que pertenece a la Modernidad misma. Así, Warhol no es solución para el callejón sin salida en que cae el arte abstracto cuando empieza a devorarse a sí mismo, como ocurre en los clásicos murales de Pollock.

El segundo artículo, más extenso y menos brillante, se titula «Tiempos modernos. El cine, el americanismo, el robot». Wollen narra cómo la vanguardia europea se inspiró en el triunfo de la revolución tecnológica asociada a la producción en serie tal y como la organizó Ford. Toda Europa, en el arte y en la política, consideró que el progreso y el éxito vendrían de la mano de la de la exaltación de la máquina y de la industria. En el arte esta inspiración implicaba prescindir del adorno, de lo no racional como la sexualidad (Gramsci) o de la fijación por el original y la aversión a la copia (Benjamin). El fracaso de la excesivamente austera utopía fordista ha degenerado en la sociedad de consumo donde el diseño y lo accesorio se han hipertrofiado de tal manera que han saturado el mundo de imágenes que han perdido todo significado. A este mundo virtual han intentado dar respuesta tanto la versión optimista de la aldea global de Mcluhan como el pesimista «desierto de lo real» de Baudrillard.

El tercer artículo está dedicado íntegramente a la figura de Jackson Pollock. La obra de Pollock es para el autor, tal y como lo fue para el crítico de arte Greenberg, la condensación de todas las virtudes y los problemas que plantea la Modernidad. En Pollock se consagra la idea de «el arte por el arte» frente al arte figurativo u ornamental. Wollen narra cómo Pollock descubrió su camino tras un largo recorrido en el que recibió varios tipos de influencias:

  • el arte como terapia psicoanalítica, herencia del surrealismo,
  • el arte como recuperación de los orígenes, reivindicación del arte indígena,
  • el arte como revuelta política, los murales del comunista Diego Rivera para el Rockefeller center, y
  • el arte como el discurso propio de un genio demente (Van Gogh, Cezanne o Rousseau)

Todos estos caminos convergieron en el arte abstracto de Pollock. Su obra suponía un ataque al Kitsch, arte figurativo y propagandístico, utilizado por los totalitarismos de todo signo. Greenberg defendió que el arte abstracto de Pollock era expresión de una verdadera revolución artística y política. Pero se equivocó; el camino abierto por Pollock tuvo una consecuencia indeseable: la carga revolucionaria fue neutralizada al maximizarse la idea de «el arte por el arte» pues esta implica la desconexión con la realidad de la obra y el artista.

El cuarto capítulo, de menor interés, está dedicado a las vicisitudes de la Internacional Situacionista y el mayo del 68.

El quinto artículo se centra en la figura de Warhol. Este fue la respuesta inmediata al expresionismo abstracto de Pollock. En Warhol convergen principalmente dos influencias:

  • el minimalismo panteísta de John Cage, cuya consecuencia más visible es encontrar arte en todas las cosas y
  • el camp, defindo por Susan Sontag en los cincuenta como la reinvindicación de la cultura pop (películas malas, comics, estrellas de cine…)

El capítulo sexto describe la evolución de dos artistas soviéticos, Komar & Melamid, emigrados a Nueva York a finales de los setenta. Ambos experimentan un tránsito brusco desde el realismo socialista a la posmodernidad propia de la sociedad de consumo.

Por último el capítulo titulado «Hacia el futuro. El turismo, el lenguaje y el arte» nos desvela el significado del título del libro. Wollen observa que en las ex-colonias europeas artistas de diverso signo están produciendo arte con el que abrirse paso en el primer mundo. Con sus técnicas y sus temas peculiares intentan crear una identidad propia.

En definitiva, un libro irregular donde los mejores capítulos están dedicados a las vanguardias de principios del siglo XX, a Pollock y a Warhol.

2 comentarios en “Peter Wollen: El asalto a la nevera

  1. Totalmente de acuerdo contigo en el juicio del libro. Son como artículos dispersos encajados de una forma de lo más forzada.Me ha pasado recientemente con «Vida Liquida» de Bauman, parece que cuando tienen varios capítulos de algo se encuaderna y se publica.El libro de WOLLEN además me resulta de una erudición bestial, imposible de seguirlo.

  2. A pesar de su evidente falta de unidad y el bajón de calidad de algunos capítulos, me pareció el libro de Wollen mucho más provechoso que el de < HREF="http://auladefilosofia.blogspot.com/search/label/Bauman" REL="nofollow">Bauman<>. Este sociólogo, además de soporífero, creo que no es más que una moda pasajera. Pero ¿quién sabe?

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