
Michel Houellebecq: La posibilidad de una isla. Madrid: Alfaguara, 2005.
Las cuestiones filosóficas que dan profundidad al libro, esto es, las reflexiones sobre la muerte, el amor y la condición no humana de los inmortales son las mismas que las del relato El inmortal de Borges. Houellebecq sólo rodea el nihilismo de Schopenhauer y la fantasía visionaria de Borges de los componentes necesarios para producir un superventas: bastante pornografía, bastante violencia, algo de antropofagia, algo de ciencia ficción y un toque detectivesco. En cierto modo, esos elementos son la excrecencia que nuestro mundo ha generado desde la publicación de El aleph hasta ahora. El kitsch es la naturaleza de nuestro mundo, así que Houellebecq se limita a ser espejo fiel de «lo que hay».
Daniel, el alter-ego de Houellebecq, a pesar de tanto cinismo, a veces se expresa con una sinceridad capaz de transformar algunos párrafos en aparentes confesiones. Por ejemplo, cuando habla de la tristeza del cómico cuyo oficio es utilizar las bajas pasiones del público para «forrarse» o cuando dice «si agredes al mundo con suficiente violencia, él te acaba escupiendo su cochina pasta; pero nunca, nunca te devuelve la alegría». O «En el fondo de mi corazón me daba perfecta cuenta de que ninguno de mis miserables números, ninguno de mis lamentables guiones, elaborados mecánicamente, con la habilidad de un profesional marrullero, para divertir a un público de hijoputas y monos, merecía sobrevivirme.» Totalmente de acuerdo.
Son cómicos y certeros los comentarios sobre la relación entre los españoles y la cultura «Mirando por casualidad un programa cultural en la televisión española (por lo demás era más que una casualidad, era un milagro, porque los programas culturales no abundan en la televisión española, a los españoles no les gustan nada los programas culturales ni la cultura en general, es un terreno que les parece profundamente hostil, a veces tienes la impresión, cuando hablas de cultura, de que se lo toman como una especie de ofensa personal)»
En mi opinión, lo peor de la novela son las 20 o 30 páginas que dedica a describir la convención de la secta elohimita en Lanzarote y los capítulos de corte futurista en los que se enreda con la palabrería propia del kitsch de ciencia-ficción.
Hola Ana, lo leí hace meses. Hice una reseña (¿cómo no?). Te dejo aquí el enlace. En general, me pareció un Goncourt digno pero prefiero sus novelas anteriores.