Philip K. Dick: El hombre en el castillo. Barcelona: Minotauro, 2002
Minotauro está editando cuidadosa y meritoriamente la obra completa del escritor de ciencia-ficción Philip K. Dick. Es uno de esos raros casos en los que un autor dedicado a un subgénero muy específico traspasa con el tiempo esta frontera para convertirse en un «clásico». La causa de esta transformación reside en la naturaleza visionaria de su obra. Las historias de Dick muestran una y otra vez bajo formas diversas el que puede ser el «tema de nuestro tiempo»: la victoria del simulacro y el desvanecimiento de lo real, utilizando las palabras de Jean Baudrillard.
El hombre en el castillo es su mejor novela. Pero su mérito no es el argumento, el estilo o la estructura narrativa que, por otro lado, no me entusiasman. Creo que Dick simplemente dio en el clavo al preguntarse una y otra vez cómo distinguir el original de la copia, la realidad del simulacro. La pregunta por el Ser y las trampas de la Representación son el verdadero argumento de la obra de Philip K. Dick.
Sus tesis tienen hoy día una relevancia innegable. Recuérdese, por ejemplo, el avión que se estrelló en el Pentágono el 11-S o la amenaza de las armas de destrucción masiva
