Gilles Deleuze, Félix Guattari: Rizoma (1976)

Deleuze Guattari Rizoma

Gilles Deleuze Félix Guattari: Rizoma. José Vázquez Pérez y Umbelina Larraceleta (tr.) Valencia: Pre-textos, 2005.

Rizoma es la introducción a Mil mesetas, libro en el que también colaboraron Deleuze y Guattari. Mil mesetas es la continuación y final de El Anti-Edipo, un libro que combate el capitalismo con esquizoanálisis.

En Rizoma la afirmación de la hipótesis del devenir perpetuo (Heráclito-Nietzsche) supone la disolución de la identidad del sujeto, que se fragmenta en una multiplicidad irreductible.

Como cada uno de nosotros era varios, en total ya éramos muchos. ¿Porqué hemos conservado nuestros nombres?  Por rutina, únicamente por rutina. Ya no somos nosotros mismos.

El libro que produce esa multitud heterogénea carece de un significado unitario. Es absurdo leerlo de principio a fin, perseguir una lógica deductiva en su argumentación o buscarle un significado «claro y distinto». Al contrario, lo esencial es dejarse afectar por él para que pasen las intensidades, para que nos metamorfosee.  Ocurre lo mismo con la Ética de Spinoza, que guía al lector a la iluminación, al amor Dei. El problema es que, si esta transformación no ha tenido lugar previamente, nada parece tener sentido.

El modelo literario en que se inspira Mil mesetas son las novelas de Burroughs: un collage donde textos sin aparente conexión remiten unos a otros o se pliegan sobre sí mismos. Se busca la multiplicidad pero, para que esta sea auténtica, hay que trabajar siempre a «n menos 1», es decir, evitando en todo momento principios y axiomas, la estructura lógica del árbol, la unidad al fondo. Es el principio de inmanencia llevado al extremo.

Los textos y las identidades que habitan un libro no remiten al autor como titiritero máximo sino que componen fibras nerviosas que se conectan entre sí. A ese crecimiento reticular le denominan Deleuze y Guattari «rizoma». También puede explicarse usando el virtuosismo de Glenn Gould.

En un rizoma no hay puntos o posiciones, como ocurre en una estructura, un árbol, una raíz.  En un rizoma sólo hay líneas.  Cuando Glenn Gould acelera la ejecución de un fragmento, no solo actúa como virtuoso, transforma los puntos musicales en líneas, hace proliferar el conjunto.

La multiplicidad, dicen al estilo presocrático, funciona por desterritorialización y reterritorialización. Es la relación entre los fragmentos la que establece nuevas identidades. Vale este esquema para la orquídea y la avispa, el libro y el mundo:

Cómo no iban a ser relativos los movimientos de desterritorialización y los procesos de reterritorialización, a estar en constante conexión, incluidos unos en otros?  La orquídea se desterritorializa al formar una imagen, un calco de avispa; pero la avispa se reterritorializa en esa imagen. No obstante, también la avispa se desterritorializa, deviene  una pieza del aparato de reproducción de la orquídea; pero reterritorializa a la orquídea al transportar el polen.

La avispa y la orquídea hacen rizoma, en tanto que heterogéneos.  Diríase que la orquídea imita a la avispa, cuya imagen reproduce de forma significante (mimesis, mimetismo, señuelo, etc.)  Pero eso sólo es válido al nivel de los estratos -paralelismo entre dos estratos de tal forma que la organización vegetal de uno imita a la organización animal del otro-.

Igual ocurre con el libro y el mundo: el libro no es una imagen del mundo, según una creencia muy arraigada.  Hace rizoma con el mundo, hay una evolución a-paralela del libro y el mundo, el libro asegura la desterritorialización del mundo, pero el mundo efectúa una reterritorialización del libro, que a su vez se desterritorializa  en sí mismo en el mundo (si puede y es capaz).

Escribir es hacer rizoma, multiplicarse por desterritorialización y reinventarse por reterritorialización. Escribir no es hacer una copia del mundo, calcarlo. Es, al contrario, dibujar un mapa donde lo esencial son los puntos de fuga, lo que cae fuera del mismo, las vías de escape, las múltiples dimensiones transformadoras por descubrir.

Una aplicación concreta del rizoma de Deleuze la lleva a cabo Brigitte Vasallo en «Romper la monogamia como apuesta política«, artículo que puedes leer en Píkara online magazine.

El capitalismo emocional

“Eres mío”, “yo soy tuya”, “te lo he dado todo”, “te debo la vida”, “me robaste el corazón”, “voy a conquistarla”. “Me las pagarás”.

El triángulo amoroso que forman la monogamia, la fidelidad y el amor romántico usa términos del capital para definirse. Y las palabras, lo sabemos, no son inocentes. Si nuestro impulso romántico busca la media naranja, una vez que logramos ser naranjas completas la otra persona nos pertenece. O, al menos, pertenece a ese cítrico redondamente perfecto que formamos como dúo. Así, como propiedad, si nuestra “mitad” tiene relaciones sexuales o afectivas con otras personas nos está quitando algo que nos pertenece, está disminuyendo nuestra parte de ser. Compartir el amor es, sin duda, el infierno. Pero, en realidad, el amor no se comparte. No es como alquilarle una habitación en tu casa a alguien, o como dejarle la ropa a tus hermanos, o como viajar en un mismo coche para pagar a medias la gasolina. El Amor, con mayúsculas, no es un bien escaso sino un órgano que crece cuando lo ejercitas, un ser vivo que responde al alimento. El amor debería ser energía renovable, ese estado ideal que no resta, sino que suma. Que no te mengua, sino que eleva tu potencia y te hace grande.

Maite Larrauri  lo explica así en su libro ‘El deseo según Deleuze’:

“Vamos a tomar prestada una idea de Nietzsche y definiremos a las personas vitalistas como aquellas que aman la vida no porque están acostumbradas a vivir, sino porque están acostumbradas a amar. Estar acostumbrada a vivir significa que la vida es algo conocido, que sus presencias, sus gestos, sus sucesiones se repiten y ya no sorprenden. Amar la vida porque estamos acostumbradas a vivir es amar lo que ya hemos vivido. En cambio, amar la vida porque estamos acostumbradas a amar no nos remite a una vida repetitiva. Lo que se repite es el impulso por el cual nos unimos a las ideas, a las cosas y a las personas; no podemos vivir sin amar, sin desear, sin dejarnos llevar por el movimiento mismo de la vida. Amar la vida es aquí amar el cambio, la corriente, el movimiento perpetuo. La persona vitalista no ha domesticado la vida con sus costumbres, porque sabe que la vida es mucho más fuerte que una misma”

Entendido de esta manera, el amor no crea cítricos… sino campos de patatas.

¿Quién sabe? ¿Utopía o ideal regulativo?, es decir, ¿algo irrealizable porque a la naturaleza humana le pertenece el derecho a la «propiedad privada» o algo a nuestro alcance y que permite luchar contra el capitalismo desde la vida cotidiana? ¿Qué piensas tú?

6 comentarios en “Gilles Deleuze, Félix Guattari: Rizoma (1976)

  1. Nunca sé cómo enfrentarme a Deleuze, su obra me parece encriptada. Si se inspira en el almuerzo desnudo para escribir esta obra mal vamos ya que no pude terminarlo. Con qué obra podría iniciarme en la Filosofía de Deleuze? (No quiero leer sus monografías sobre otros filósofos)

    Y para adentrarme en la obra de artaud qué libros me recomienda?

    Muchas gracias de parte de un joven de 22 años que le lee con fervor.

  2. Pienso en el paralelismo entre el rizoma y la teoría de Margulis de la que te hablé. En el plano de la biología me parece una visión más acertada que el darwinismo. En el plano del pensamiento equivale a establecer libremente relaciones con diferentes criterios; por ejemplo, relacionar tu comentario con otra obra de Deleuze, el pliegue, una especie de neomonadología que aplicada al arte y a la filosofía me recuerda al pensador de Rodín, y, a la vez, con relación al escultor, me parece importante recordar a Camille Claudel.
    Y como ya he leído tu siguiente entrada, me viene a la cabeza el debate Chomsky-Foucault sobre poder y justicia. Yo prefiero a Chomsky en la medida en que implica el papel de la acción frente a esa especie de crítica inmovilista que los planteamientos postmodernos tienen. Curiosamente el talón de Aquiles en la postura del primero es el alegato a “la naturaleza humana”. Claro, yo tampoco creo en una concepción fija de tal cosa pero creo que en nuestra cultura, esa “sin naturaleza” se fraguó en una nefasta metafísica de la competencia en el medio. Me gusta más esa alternativa de la naturaleza como simbiosis en la relación. La naturaleza creadora frente a la tendenciosa idea de evolución.
    Me gusta eso de hablar de botánica y técnica para hablar de relación, aunque la metáfora de la patata no tanto y tampoco la palabra red porque suena a peces atrapados. Pero qué bonito preferir la preposición “con”.
    Abrazos,
    Marisa

    1. Hola Marisa,

      he echado un vistazo a «La mente y el cosmos» de Nagel. Me está gustando mucho. De Margulis no sabía nada, pero sus ideas sobre Gaia también me parecen interesantes. Me gustaría que nos recomendaras algún libro de Margulis aquí en el blog, que quién sabe si algún lector se anima. De entrada, que alguien del prestigio de Margulis haya expresado públicamente sus dudas sobre la versión oficial del 11/S me llama la atención.

      Es verdad que el punto fuerte de Deleuze y Guattari en «Rizoma» no son las metáforas. Pero entiendo que es difícil ofrecer imágenes que hagan comprensible la alternativa metafísica que proponen. Lo intentan, pero las patatas y las raicillas, ay…

      Me atasqué a las pocas páginas de empezar «El pliegue» de Deleuze. Pero fue hace mucho tiempo y yo era otro. 🙂

      Esta mañana veíamos en Ética «Lloviendo piedras» de Ken Loach. Conecto inmediatamente con las imágenes y las situaciones y el discurso de Loach. Pero cuando miro a los chic@s tengo miedo de que ese gancho de «izquierda sentimental» no les llegue. Ya te contaré. A Chomsky, por el momento, ni se los presento, que me lo tiran a la cara.

      Abrazos.

  3. Para clase puede interesar el de Margulis escrito con D. Sagan que explica esa visión novedosa de la diversidad, se titula Captando genomas. También en relación a esa interdependencia entre distintas escalas está el libro de Carson Primavera silenciosa. Como usaste el término “gaia” también me acordé de la hipótesis Gaia de Lovelock que considera la tierra como un gran organismo autorregulable en función de las relaciones que se establecen y con las interacciones entre lo orgánico y lo inorgánico, dando lugar a nuevas formas de vida. Es decir, entiendo que las partes no forman el todo sino que lo crean como resultado de sus acciones.
    No me gustaba la metáfora de las patatas porque me recuerda a una vez, cuando era alumna en B.U.P., que un profesor (es anecdótico porque es una buena persona y para mí fue un gran profesor) que debía tener un día cruzado, comentó que “ellos vendían patatas y nosotros se las comprábamos”, me afectó muchísimo aquel comentario, yo estaba allí, en ese sitio del mundo, escuchando atentamente lo que me explicaban, y de repente es doloroso descubrir que la Cultura (la gran cultura, con mayúsculas) es un mercado y las patatas producidas al por mayor explotan la tierra y a todos los diminutos incultos habitantes que la sostienen. Es un arte sin escuela “saber” decir algo a tiempo cuando cometemos algún error emocional que es hacer sentir mal a quien no se lo merece, las nuevas generaciones que apandan con las circunstancias que los mayores les vamos dejando. De todos modos a los que siguen practicando una Cultura poco respetuosa siempre se les puede decir que la escopeta de matar elefantes no logra cazar voladoras, como mucho las espantan. Por lo demás, tengo un pequeño jardín donde cuido de lo que se ve y de sus raíces bien cubiertas.
    En Ética puse este trimestre Diarios de motocicleta, esos dos jóvenes cuya formación intelectual no les impide tener conciencia social (hoy pensé en leerles las humildes y valientes Coplas del Payador Perseguido de Cafrune). Me gusta mucho el cine de Ken Loach pero no he visto Lloviendo piedras, la veré…También he seguido tu recomendación y estoy leyendo Un árbol caído y me está gustando.
    Abrazos,
    Marisa

  4. Apunto en el blog La mente y el cosmos de Nagel y Captando genomas de Margulis como lecturas para el verano. Es un tema del que me había desconectado y creo que es un fallo por mi parte.

    Todos tenemos días en clase que decimos disparates y terminamos hiriendo la sensibilidad de algunos alumnos. A veces de los que más nos quieren. Es inevitable. Una vez le dije a un grupo en un tono amargo que no leían nada y una chica me respondió que ella sí, que ella leía (acaba de publicar un libro de poesía). Tuve que salirme de la clase para echar una lágrima 🙂

    De Loach, en cuanto vieron a gente y problemas corrientes en la pantalla, les resultó bastante extraño y aburrido. Pero mi deber de caballero andante es que la vean. Entera. 🙂

    Abrazos.

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