Epicteto. Pierre Hadot: Manual para la vida feliz

Pero Critón, si así complace a los dioses, ¡que así sea!
Critón
43 d

Ánito y Meleto pueden condenarme a muerte, pero no perjudicarme.
Apología
30 c-d

Epicteto. Pierre Hadot: Manual para la vida feliz. Claudio Arroyo y Javier Palacio (tr.). Madrid: Errata Naturae. 2015.

Segunda lectura del trimestre. Magnífica edición del Manual de Epicteto a cargo de Pierre Hadot.

Incluye, además de una traducción ejemplar de los 53 capítulos del Manual, un extenso aparato crítico que sitúa a Epicteto en su contexto histórico-filosófico y comentarios en profundidad de cada capítulo.

Antes de profundizar en el significado de los capítulos que me han parecido más significativos, quería hacer una breve introducción a la vida y el contexto histórico-filosófico del autor.

Introducción

Epicteto nació en Hierápolis (Turquía) en el año 55 y fue enviado en su infancia como esclavo a Roma. Apenas se sabe nada de su juventud. Alrededor del año 70 se convirtió en discípulo de Musonio Rufo (20-101). Este pertenecía a un círculo aristócrata estoico que hará frente a Nerón con consecuencias fatales, como fue el caso de Séneca. Al tirano le ofendía de los estoicos su defensa de la libertad interior y el desprecio de todo lo que no fuese un bien o un mal moral. Los principios esenciales del estoicismo que Epicteto aprende de Musonio Rufo se pueden resumir en estas tres ideas: a) El único bien es el bien moral. b) Toda acción humana se basa en el juicio. c) La Naturaleza es coherente consigo misma. Los veremos desarrollados en los textos.

Epicteto fue esclavo de Epafrodito (20-95), secretario en la corte de Nerón. En el año 65 Epafrodito ayudó a descubrir la «conjura de Pisón» y obtuvo honores militares. Pocos años después, asistió a Nerón (37-68) en su suicidio. El Emperador Domiciano ordenó su exilio y posterior ejecución. No se sabe en qué momento se produjo la liberación o manumisión de Epicteto.

Al igual que Sócrates, Epicteto nunca escribió. Se dedicó únicamente a la enseñanza. El autor del Manual es, en realidad, uno de sus alumnos, Arriano de Nicomedia (86-175). Este ha dejado para la posteridad una recopilación de notas tomadas durante las clases titulada Disertaciones y un resumen de esas notas, el Manual, dedicado al cónsul Mesalenos en torno al año 140. Arriano fue un alto funcionario del Estado romano que viajó a Nicópolis, una ciudad griega, en el año 108 para atender a las clases de Epicteto. Su maestro había tenido que exiliarse allí por orden del Emperador Domiciano en el año 94. Junto a Epicteto, tuvo una sincera conversión a la Filosofía al contrario que muchos de los alumnos que solo iban a las clases para ganar méritos y hacer carrera dentro del Estado. De igual modo Dani Martín, de Canto del Loco, se ha convertido recientemente al estoicismo aunque él lo llame cosa de «su psiquiatra«.

Hasta el s. I a. C. el método de enseñanza preferido en las escuelas filosóficas era el método dialéctico, el diálogo entre maestro y discípulo, y el método retórico, donde el maestro ofrece un largo discurso en respuesta a la pregunta de algún alumno. A partir del s. I la enseñanza adoptó otros métodos. Se hizo necesario revisitar los textos originales de cada escuela. En el caso de los estoicos, a Platón, Aristóteles, Crisipo y Epicuro. En los ss. I y II las clases constaban de dos partes diferenciadas. En primer lugar, el comentario de los textos fundacionales más ejercicios de Lógica proposicional y, en segundo lugar, el método dialéctico o retórico. En cualquier caso, Arriano cuenta en sus Disertaciones que Epicteto «tenía seguramente como mayor objetivo orientar el espíritu de sus oyentes hacia el bien»

El Manual

El Manual, redactado por Arriano a partir de las notas tomadas en las Disertaciones, no es, como pudiera parecer a primera vista, una exposición arbitraria de consideraciones morales en 53 capítulos. Al contrario, Hadot los agrupa en una estructura coherente relacionada con la exposición de la filosofía estoica en que se funda. Los principales tópicos son los siguientes: a) Discernir lo que depende de nosotros de lo que no depende de nosotros, b) disciplinar el juicio, la acción y el deseo, y c) consejos al aspirante a filósofo.

1

Entre todas las cosas que existen, hay algunas que dependen de nosotros y otras que no dependen de nosotros. Así, dependen de nosotros el juicio de valor, el impulso a la acción, el deseo, la aversión, en una palabra, todo lo que constituye nuestros asuntos. Pero no dependen de nosotros el cuerpo, nuestras posesiones, las opiniones que los demás tienen de nosotros, los cargos, en una palabra, todo lo que no son nuestros asuntos. (…)

La primera regla del estoicismo de Epicteto consiste en entrenar continuamente nuestro juicio para distinguir en nuestras representaciones aquellas cosas que dependen de nosotros y las que no. De esto convendría que nos ocupáramos con frecuencia si queremos alcanzar una vida feliz. Entre las cosas que dependen de nosotros se hallan el juicio, la tendencia a la acción y el deseo. Por ejemplo, si volamos en avión ante una turbulencia hay dos juicios posibles: «un pequeño bache en las autopistas del cielo» o » ¡voy a morir!». Conviene elegir el más realista. Ese será el que fortalezca nuestro ánimo. No dependen de nosotros el cuerpo, las posesiones, las opiniones de los demás o los cargos. Si piensas que puedes controlar todo esto, caerás en la tristeza y en la inquietud. Por ejemplo, es imposible que vivas feliz si tu ánimo depende de la opinión de los demás.

3

Con cada cosa que te atraiga, que te guste o que te resulte útil, recuerda decirte a ti mismo lo que en realidad es, comenzando por las cosas más sencillas. Si te gusta una vasija, di: «Me gusta esta vasija», de modo que si se rompe no te sentirás perturbado. Cuando beses a tu hijo o a tu mujer, di: «Beso a un ser humano», de modo que si mueren no te sentirás perturbado.

Los lamentos son juicios aplicados a cosas que no dependen de nosotros. Las pasiones no pueden combatirse de frente sino rectificando los juicios que las motivan. Por ejemplo, si experimentas celos, recuerda que en algún momento debes haberte equivocado al representarte como tuyo el deseo de otro cuando eso no depende de ti. En el caso de una vasija o un ser humano, para prevenir futuras lamentaciones, cabe repetirse a uno mismo que la vasija es una vasija y como tal puede romperse y tus familiares son seres humanos de modo que pueden morir. Se decía que Anaxágoras, al comunicársele la muerte de su hijo, respondió: «Ya sabía que había engendrado a un ser mortal»

5

Lo que perturba a los hombres no son las cosas, sino los juicios que hacen sobre las cosas. Así, por ejemplo, nada temible hay en la muerte, y la prueba es que a Sócrates no se lo pareció. Sólo el juicio que nos hacemos de la muerte —a saber: que es algo temible— resulta temible. (…)

No son las cosas sino nosotros mismos los responsables de nuestras preocupaciones y ansiedad. Piensa en un caso extremo como la muerte. Es en nuestro juicio donde reside lo temible y aterrador de la muerte. La muerte no le pareció terrorífica a Sócrates porque su juicio era más sabio. La contempló con una mayor objetividad y pudo mostrar ante ella una serenidad ejemplar. Conviene no olvidar que en la mayor parte de los casos la culpa de nuestra desdicha reside en nosotros mismos.

8

No pretendas que lo que ocurre ocurra como tú quieres, sino quiere que lo que ocurre ocurra como ocurre. Así el curso de tu vida será feliz.

Debemos practicar constantemente el discernimiento de qué cosas dependen de nosotros y cuáles no. Respecto a lo que no depende de nosotros no debemos desear nada, debemos quererlo tal como ocurre. De ese modo no entraremos en ninguna batalla que podamos perder. Este planteamiento alejará de nuestra vida muchas tristezas e insatisfacciones.

La diferencia entre Epicteto y Nietzsche reside en que el primero dice sí a la racionalidad del Mundo mientras que Nietzsche dice sí a su irracionalidad, a la crueldad de la existencia, a la voluntad de poder más allá del bien y del mal.

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No digas nunca respecto de una cosa: «La perdí», sino: «La devolví». ¿Ha muerto tu hijo? Ha sido devuelto. ¿Ha muerto tu mujer? Ha sido devuelta. ¿Han expoliado tus campos? También eso ha sido devuelto. (…)

En el capítulo 7 cuenta Epicteto una parábola sobre una travesía en el mar que tiene una escala en tierra firme. Esa parada es la vida. Bajamos a tierra y nos encontramos conchas, rocas y raíces de los que nos enamoramos. Son la esposa y los hijos. El piloto es la Naturaleza o el Destino. Cuando el piloto llama para regresar al navío es el anuncio de la muerte. Es conveniente regresar de buen grado si no queremos volver arrastrados como el ganado. En el momento en que se escucha la llamada del piloto se deben abandonar las conchas y las raíces. No dependen de nosotros.

Esa actitud de desasimiento respecto a lo que no depende de nosotros, incluida la vida de los más queridos o las posesiones, es esencial en el progreso del aspirante a filósofo.

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Si quieres progresar, deja de pensar así: «Si descuido las cosas que me pertenecen, no tendré con qué mantenerme», o bien: «Si no castigo a mi esclavo, se convertirá en un mal esclavo». Es preferible morir de hambre tras haber vivido sin pena ni miedo que vivir en la abundancia asediado por la inquietud. Y más vale que tu esclavo se convierta en un mal esclavo antes de que tú te conviertas en un desdichado. Comienza, por tanto, por las cosas más pequeñas: si se derrama un poco de aceite, si te roban un poco de vino, di para ti mismo: «A este precio se vende la imperturbabilidad, a este otro la serenidad. Nada es gratuito». (…)

Es necesario dejar a un lado todo aquello que no depende de nosotros. Si andas preocupándote por tus posesiones o la educación de tus hijos no vas a poder alcanzar la imperturbabilidad.

15

Recuerda que en la vida debes comportarte como si estuvieras en un banquete. La bandeja circula y llega hasta ti: extiende la mano y sírvete con moderación. ¿Avanza hacia los demás comensales? No la retengas. ¿Tarda en acercarse al lugar donde estás sentado? No proyectes tu deseo sobre ella, simplemente espera a que llegue junto a ti. Compórtate igual en lo que tiene que ver con los hijos, las mujeres, los cargos, la riqueza. Y un día serás un digno convidado de los dioses. Más aún: si de aquello que se te ofrece no tomas nada, sino que lo rechazas, no sólo serás el convidado de los dioses, sino su compañero. Así actuaron Diógenes, Heráclito y sus semejantes, merecidamente considerados y llamados «hombres divinos».

Esta es la parábola del banquete. La bandeja con manjares que llega hasta nosotros son la esposa, los hijos, las magistraturas y las riquezas que el Destino, el anfitrión, tiene a bien ofrecernos. Lo correcto es servirse con moderación, sin retener la fuente, y pasarla al siguiente invitado. La misma actitud debemos tener en la vida, no retener los bienes ni mostrarnos impacientes. El auténtico filósofo es aquel que no se sirve de la bandeja, que renuncia a estos regalos que hacen los dioses a los hombres. El verdadero filósofo solo desea lo que desea el Destino, la Razón Universal. Estos filósofos gobiernan el mundo junto a los dioses.

20

Recuerda que no te ofende quien te insulta o quien te azota, sino tu juicio, que te hace pensar que aquéllos te ofenden. Por tanto, que sepas que cuando alguien te irrita, es en realidad tu juicio quien lo hace. Recuérdalo y a continuación ejercítate en no dejarte arrastrar por tu representación: si en ese momento consigues ganar algo de tiempo y distancia, te será mucho más fácil gobernarte a ti mismo.

Tener una representación clara y adecuada de la realidad es fundamental para poder gobernar nuestros deseos y acciones. Si alguien te insulta o te agrede, la ofensa no está en lo que ocurre sino en tu juicio. Es necesario ejercitarse en no dejarse arrastrar por la representación y poder así gobernarse a uno mismo.

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Ten presente cada día la muerte, el exilio y todo aquello que parece temible, pero sobre todo la muerte. De este modo no habrá mezquindad en tu pensamiento ni exceso en tus deseos.

Tener presente sucesos luctuosos nos libra de la mezquindad en nuestros pensamientos y el exceso en nuestros deseos.

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Podemos conocer la voluntad de la naturaleza a partir de las cosas en las que no nos diferenciamos los unos de los otros. Por ejemplo, cuando el esclavo de otro rompe una copa, enseguida y de manera natural decimos: «Son cosas que pasan». Pues debes saber que cuando sea tu esclavo quien rompa la copa debes comportarte de la misma manera. Y ahora lleva este razonamiento a las cosas importantes de la vida. ¿Han muerto la mujer o los hijos de otro? Todos decimos: «Así es la vida para los seres huma-nos». Mientras que cuando uno pierde a su propio hijo, de inmediato viene aquello de: «¡Ay, qué desgracia la mía!». Sin embargo, en esos momentos deberíamos recordar lo que sentimos cuando escuchamos a los demás hablando de las mismas cosas.

Los estoicos daban mucha importancia a los juicios que todos los seres humanos comparten. Les llamaban juicios espontáneos. Cuando a alguien se le cae una copa de vino no montamos en cólera sino que decimos que son cosas que pasan. Del mismo modo, si es la muerte de un ser querido en casa de un vecino o un conocido también nos aliviamos con el «son cosas que pasan». Cuando nos ocurre a nosotros también debemos aplicar el mismo juicio.

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Si alguien entregara tu cuerpo al primero que pasara, te sentirías indignado. Sin embargo, tú entregas tu disposición interior al primero que pasa, pues basta que cualquiera te insulte para que te sientas alterado y confundido. ¿Y por esto no te avergüenzas?

Para un esclavo sería indigno que su señor lo prostituyera con el primero que pasa. Es un deshonor más insoportable que alguien ajeno a nosotros se convierta en dueño y señor de nuestra vida interior.

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Proponte cuanto antes un estilo y un modelo de vida, y atente a ellos cuando estés solo contigo mismo y cuando te encuentres con los demás.

Guarda silencio la mayor parte del tiempo y habla para decir cosas necesarias y con pocas palabras, pero sólo de vez en cuando, cuando la ocasión se brinde, y no sobre cualquier tema; por ejemplo, evita en lo posible hablar sobre luchas de gladiadores, carreras de caballos, atletas, comidas o bebidas —temas sobre los cuales se charlotea demasiado—, y sobre todo no hables sobre los demás, para criticar a uno o alabar a otro o compararlos a ambos. Y si te es posible, conduce igualmente las conversaciones en las que participen otros hacia lo conveniente. Pero si te quedas solo entre extraños, calla.

La risa, que no sea excesiva, ni a todas horas ni por cualquier cosa. (…)

En este capítulo Epicteto desarrolla cuáles son los deberes del aprendiz de filósofo. Es un simple tratado de buenas maneras que ayuda al filósofo a conducirse tanto en público como en privado.

Conclusiones

Antes de cerrar me gustaría tocar dos tópicos que Hadot desarrolla en esta edición del Manual: el problema del mal y la interpretación que hace Giacomo Leopardi del estoicismo.

Respecto al problema del mal el planteamiento estoico es negar que exista la naturaleza del mal. Toda acción tiene un fin, una diana, y el mal no es sino la ignorancia del fin, del Bien. Cuando erramos no acertamos en ninguna diana. No existe el mal en sí. El mal es solo ignorancia del Bien. Epicteto coincide completamente con el intelectualismo moral de Sócrates.

La interpretación que hace Leopardi del estoicismo es muy pesimista. Cree que no es una filosofía para los fuertes de ánimo sino para los débiles y desesperados que necesitan protegerse de las vicisitudes de la vida. El Manual es un tratado de resignación. Ofrece serenidad a cambio de resignación ante el Destino. En último término, aceptando la Necesidad de lo que ocurre se evita la tristeza pero también se renuncia a ser feliz.

Para concluir, el Manual es un libro que he leído muchas veces a lo largo de mi vida. Siempre me ha sido útil recordar estas verdades esenciales para restaurar mi equilibrio personal.

3 comentarios en “Epicteto. Pierre Hadot: Manual para la vida feliz

  1. Genial, Eugenio. No sabes lo que disfruto leyendo tus entradas y cómo inspiras. Estas lecturas de los clásicos que cada vez ocupan menos tiempo tienen mucho que ofrecer tanto a alumnos como a profesores. Una reflexión actualizada ayuda al lector a ser protagonista y no mero receptor de discursos a memorizar. Muy buena opción el manual de vida de Epicteto y una edición que es un lujo.

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