Simone Weil: La fuente griega. Agustín López y María Tabuyo (tr. «La Ilíada o el poema de la fuerza» y «Electra»). José Luis Escartín y María Teresa Escartín (tr. el resto de la obra). Madrid: Trotta, 2005 [La Source grecque, Paris: Gallimard, 1953]
Recopilación de artículos, traducciones y apuntes en torno al pensamiento griego.
Destacan los textos «La Ilíada o el poema de la fuerza», «Antígona», «Electra» y «Dios en Platón».
La intención que anima todos las páginas del libro es hacer la literatura griega más accesible a las masas. La autora está convencida de que es el pueblo quien más preparado está para identificarse con l@s protagonistas de la tragedia pues es quien sufre cada día la arbitrariedad del destino y la miseria de la opresión.
La Ilíada es el poema de la fuerza. La fuerza es el destino, la naturaleza, la guerra: todo aquello que somete y destruye el alma del hombre. Según Weil, las ideas básicas que transmite la Ilíada son las siguientes:
- En la guerra no sólo se convierten en cosa cadáveres, perdedores y esclavos sino también el soldado victorioso que queda reducido a mero instrumento (para vencer hay que dejar en el camino aquello que nos hace humanos: piensa en Aquiles degollando jovencitos junto a la tumba de Pátroclo).
- No hay otro poema igual en toda la cultura occidental porque la Ilíada es modelo de equidad. Es casi imposible saber si el poeta es griego o troyano. No toma partido, al contrario, sabe que la amargura de estar a merced de la fuerza es común a todos los hombres.
- Sólo quien es consciente del imperio de la fuerza y la consiguiente fragilidad humana puede rebelarse, identificarse con el otro, amar y ser justo. En el polo opuesto está quien elige respetar el orden que impone la fuerza en cada momento de la historia, el que elige ser cosa. El bien y el mal tienen, en este caso, su recompensa en sí mismos. No es difícil interpretar a Simone Weil en clave existencialista y no es casualidad que fuese Albert Camus el editor de gran parte de su obra.
En las tragedias Antígona y Electra nos encontramos con la oposición expuesta más arriba. A los ojos de Antígona la sumisión al poder de su hermana Ismene es la peor de las vilezas. Quien elige no intentar cambiar las cosas con argumentos del tipo «no estoy hecha para sublevarme contra el Estado» o «hemos de someternos a quienes son los más fuertes» son legión y personifican para Weil la Bestia del Apocalipsis de Juan.
En Electra vuelve a ser la hermana de la protagonista, Crisótemis, quien elige someterse a la injusticia y olvidar que es una injusticia. Ni siquiera cuando es posible resistir casi sin riesgo Crisótemis se atreve a dar el paso. Quien elige ser esclavo está paralizado por el miedo.
En los apuntes que llevan por título «Dios en Platón» el mismo tema vuelve a aparecer cuando Weil habla sobre los prisioneros de la caverna: «Tales cautivos se aferrarían con toda su alma a su cautividad. Este es siempre el efecto de la degradación de la desdicha: el alma se adhiere a ella hasta el punto de no poder desprenderse«. Quien habita en las sombras de la caverna se vuelve adicto a la ignorancia, a la mentira, a la amargura y, lo peor de todo, no quiere ser liberado.
Para Weil, Platón no fue tanto un filósofo sino un místico que sintetiza una tradición religiosa milenaria. Así, cuando en Platón leemos que «jamás, de ninguna manera, es Dios injusto», hay que remontarse a los misterios de Eleusis o al logos de Heráclito y no a la teodicea medieval para comprenderlo correctamente. El camino de la sabiduría no tiene tanto que ver con el conocimiento sino con un proceso de conversión y este implica una «muerte en vida», pues es preciso que el alma deba «apartarse toda entera de las cosas que nacen y perecen… toda entera, comprendida, pues, la parte carnal del alma, que está arraigada en las cosas sensibles y saca de ellas la vida».
Este camino de conversión es extremadamente doloroso y difícil. De ahí que la mayoría se deje encantar por las sombras de la caverna que a la autora tanto le recordaban la degradación de las películas sonoras de la época. Este rechazo visceral del cine es útil para constatar la contradicción típica del intelectual platónico: una vez iluminado debe regresar a la caverna para liberar a unos compatriotas cuyo modo de vida desprecia con toda el alma.
Es curioso observar en su biografía que con diez años ya se declaraba bolchevique, a los veinte ayudaba a escapar a camaradas comunistas del régimen nazi y trabajaba en una fábrica de automóviles para entender mejor a la clase trabajadora y con algo menos de treinta se presenta voluntaria en el frente republicano solicitando misiones suicidas. Quienes están tocados por este tipo de pureza espiritual (o locura) no duran demasiado: Weil falleció a a los treinta cuatro años y según el informe del coronel a su cargo en Inglaterra: «the deceased did kill and slay herself by refusing to eat whilst the balance of her mind was disturbed».
Otro rasgo esencial de la filosofía platónica analizado por Weil es la Idea de Belleza como mediadora entre mundo sensible e inteligible. El punto de partida en el camino hacia Dios o el Bien es lo bello, fuente de energía espiritual inagotable siempre y cuando no haya contacto material con el objeto en cuestión. ¡Qué puritanos somos siempre los lectores de Platón! 🙂
De forma general, todo lo que es deseado es fuente de energía, y la energía es del mismo nivel que el deseo. La belleza como tal es fuente de una energía que está al nivel de la vida espiritual, y ello por el hecho de que la contemplación de la belleza implica desprendimiento. Una cosa percibida como bella es una cosa que no se toca, que no se quiere tocar, por miedo a dañarla. Para transmutar en energía espiritualmente utilizable la energía proporcionada por los otros objetos de deseo, es necesario un acto de desprendimiento, de negación. Es un atractivo que mantiene a distancia. Así lo bello es una máquina de transmutar la energía baja en energía elevada. (p. 112)


