Jean Baudrillard y Enrique Valiente Noailles: Los exiliados del diálogo. María Josefina Domecq Chantry (tr.) Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2006.
Enrique Valiente Noailles, conversador inteligente y buen conocedor de la obra de Baudrillard, interroga al pensador francés acerca de algunos tópicos fundamentales de su obra. Baudrillard gana en claridad y cercanía, al tiempo que Enrique Valiente explora las raíces y el sentido de sus polémicas ideas.
Pensar es un acto furtivo
Es lo que había pensado a propósito del objeto fotográfico: llegar antes de que los objetos se pongan en orden de referencia. En cuanto apareces, les das un sentido y ya es demasiado tarde. Se trata entonces de aprovechar ese breve lapso de tiempo en que aún no estás realmente ahí, aprovechar tu ausencia para captar lo que puede ser el mundo en tu ausencia. El acto de pensar es furtivo, en efecto. Como el acto fotográfico, es un acto de desaparición. Un acto en el cual te eclipsas al mismo tiempo que captas las cosas.
La singularidad Rothko
Es en cierto modo lo que podríamos decir de Rothko y su obra, que se abre y se cierra en todas direcciones a la vez; es inatacable. Es algo que me parece característico de toda singularidad: inexpugnable desde el exterior y totalmente abierta hacia el interior, iniciática.
El don insoportable
… no soportamos que el mundo sea perfecto sin nosotros, porque, entonces, quedamos excluidos de él. Y sin embargo, ése es el destino que nos estamos fabricando de manera perversa: un mundo perfectamente operacional del que estaremos automáticamente excluidos en tanto que seres humanos. Mientras tanto, creemos que estamos fabricando un mundo a nuestra imagen.
La clonación
La evolución «natural» propende a la desaparición de las especies. No es solamente un hecho biológico, sino una regla simbólica —sin duda la mas profunda y las más radical— que toda especie y todo individuo quieran perseverar en su ser, vivir y sobrevivir y que al mismo tiempo quieran desaparecer; no sólo que estén destinados a desaparecer, sino que quieran hacerlo, por otra clase de voluntad, y que hagan todo para lograrlo. El hombre ha tomado ahora la decisión de infringir esta regla, apostando (a través de la clonación y muchas otras cosas) por la inmortalidad. Pero al obrar así, tal vez esté obedeciendo a la misma regla, simplemente diferida o, por lo contrario, que conduce a una desaparición acelerada (y entonces ya no habrá especie humana propiamente dicha sino su doble artificial).
El pensamiento: ¿un arte de desaparecer?
Podemos imaginar el mundo, incluso antes de la aparición del hombre y del pensamiento, cuando no hay nada para darle un sentido, sin verdad ni realidad propiamente dichas, es decir, en un estado de ilusión radical. Eso es, en todo caso, lo que yo entiendo por «ilusión radical», que sigue siendo, hoy, la de las apariencias, la del puro juego de las apariencias. Pero entonces, ¿qué significa esta aparición del pensamiento, que viene a darle sentido y que, en cierto modo, lo precipita quizás hacia su fin? No llego a saber si el pensamiento, como producción de sentido y reducción de las apariencias, es lo que lleva al mundo más rápidamente a su fin; es decir, en el fondo, primero a la simulación y luego a la desaparición. ¿Acaso el pensamiento es un arte de desaparecer?

El genocidio antropológico
En nuestro mundo la única singularidad buena es la que está muerta. O bien, pero es lo mismo, la que ha resucitado y está encerrada en nuestro universo museal. A los indios exterminados se les restituye hoy un territorio, una existencia social, se les devuelve el cuerpo de sus antepasados y hasta se los convierte en directores de casinos. Esa es la operación Disneylandia, la de una restitución artificial de todo lo desaparecido. El genocidio antropológico.
Polícronía
En última instancia, no deberíamos poder abstraer el tiempo ni hacer de él una dimensión trascendental. El tiempo es el devenir mismo de las cosas, no una especie de espacio temporal preexistente.
