Fernando San Basilio: Curso de librería

Fernando San Basilio: Curso de librería. Barcelona: Caballo de Troya, 2006.


Curso de Librería es la primera novela de Fernando San Basilio. Al igual que en la siguiente, Mi gran novela sobre la Vaguada, su prosa rebosa ironía, sentido del humor, escepticismo, ternura y verdad, cualidades muy difíciles de reunir en la misma mirada.

El narrador relata su experiencia en un curso de librería para desempleados donde los profesores no saben qué enseñar, los alumnos no están interesados en aprender y, sobre todo, no existe demanda alguna de libreros, especializados o no. El absurdo acompaña siempre a las ocurrencias de uno de sus asistentes, un tal Gerardo, estrafalario y lúcido al mismo tiempo. Dice Gerardo:

… que él tenía en su casa una novela muy antigua llamada Los tres soles de Toledo donde por lo visto no aparecía la letra A.

—Lo mejor de todo —decía Gerardo— es que a la segunda página ya te has olvidado de la letra A, no la echas de menos. Es una lectura muy ágil.

También aseguraba que Paul Auster, tan traído y tan llevado, no existía, que era el seudónimo que usaba un señor de Soller, en Mallorca, el cual nunca había salido de la isla de la calma. (p. 20)

Supongo que conocerás la pecera de la FNAC, allí te puedes tumbar y leer lo que no está escrito, nadie te va a decir nada, pero reina un ambiente de cultura viva y de amor a los libros realmente repugnante, todo lleno de barbudos sensibles y muchachas con inquietudes, cada cierto tiempo salta uno y lanza una risotada inteligente. Yo, por norma, no leo en público, ni siquiera para mí, y paso una vergüenza horrorosa en esa pecera, no me atrevo a levantar la cabeza del libro por miedo a que pase alguien y me reconozca. Pero ¡qué quieres, chico!, es gratis… A las librerías de viejo voy para remover los cajones y estropear las primeras ediciones, nunca compro nada… (p. 59)

—Este Sándor Márai, ¿no es el mismo que escribió El último encuentro —preguntó Gerardo al vacío: era una pregunta retórica—. Pues resulta que yo la leí y acabé con sobrecarga muscular, lo tuve que estrellar contra los cristales de la pecera de la FNAC, no había otra solución. Qué tomadura de pelo, qué morosidad narrativa. Chopin por arriba, Chopin por abajo. Mi madre que toca una polonesa, a ti que te destinan a Singapur, los ciervos de mi casa de campo, las chapitas de nuestros uniformes, amores dolientes, imperio austrohúngaro, castillos y bosques. ¡Puaj! (p. 170)

Hay muchos libros que, de no haberse publicado, no se habría perdido nada. Los dos de Fernando San Basilio no pertenecen a esa categoría. Su mirada peculiar, a lo soldado Schwejk, es para mí un consuelo necesario.

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