Charles Fourier: El falansterio


Charles Fourier: El falansterio. Textos seleccionados de Charles Fourier. Mario Vargas Llosa (int.)  y José Luis Caputo (tr.). Buenos Aires: Godot, 2008.

Mario Vargas Llosa, conocido liberal y antimarxista, presenta esta selección de textos de Charles Fourier, un excéntrico utopista del s. XIX. El interés de Vargas Llosa en Fourier tiene los siguientes motivos: en primer lugar, Fourier, por miedo al efecto jacobino, nunca defendió la violencia como un método efectivo para cambiar la sociedad y, en segundo lugar, y más importante, en su análisis de la civilización capitalista sitúa el respeto a la libertad individual como el único camino hacia un orden social más justo. Al contrario que Marx, defensor de la revolución violenta y la dictadura del proletariado, Fourier esperaba humanizar el capitalismo gracias a su Teoría de la Armonía Universal.

El problema que Fourier detectaba en el capitalismo de la época, culpable de condenar a la miseria a una gran mayoría, no era la división de la sociedad en clases, la cual debía permanecer intacta en el nuevo orden societario o falansterio, sino la idea equivocada de que el trabajo y el placer son elementos antagónicos. Fourier creía que la economía capitalista, al forzar al obrero a dedicar su vida a un oficio  completamente ajeno a su vocación pasional, perdía la oportunidad de multiplicar al infinito su capacidad productiva. Para Fourier estaba claro que una sociedad justa sólo tendría lugar cuando el trabajo fuese fuente de placer y felicidad. La garantía de que esta utopía es posible es la existencia de Dios, que ha puesto en todos los hombres pasiones y vocaciones diferentes que, adecuadamente combinadas, pueden generar un todo social armonioso.

El problema de la civilización capitalista tiene raíces judeocristianas. La MORAL es la verdadera enemiga de la utopía. En este sentido, Fourier se sitúa en la misma corriente que Nietzsche.

La moral enseña al hombre a estar en guerra consigo mismo, a resistir a sus pasiones, a reprimirlas, a despreciarlas, a creer que Dios no ha sabido organizar sabiamente nuestras almas, nuestras pasiones; que tenía necesidad de las lecciones de Platón y Séneca para aprender a distribuir los caracteres y los instintos. Imbuido de estos prejuicios sobre la impericia de Dios, el mundo erudito no podía lograr el cálculo de los impulsos naturales o atracciones pasionales, que la moral proscribe y relega al rango de los vicios. Es verdad que estos impulsos sólo nos conducen al mal, cuando nos libramos a ellos individualmente; pero había que calcular el juego de esos impulsos sobre una masa de alrededor de dos mil personas societariamente reunidas, y no sobre familias o individuos aislados: esto es lo que el mundo erudito no ha imaginado. Habría reconocido por este estudio que, una vez alcanzado el número de mil seiscientos societarios, los impulsos naturales llamados atracciones tienden a formar series de grupos contrastados, en las cuales todo conduce a la industria, que se vuelve atractiva, y a la virtud, que se vuelve lucrativa. Al ver este mecanismo, o solamente haciendo el cálculo de sus propiedades, se comprenderá que Dios ha hecho bien todo lo que ha hecho…  (p. 61)

En el falansterio, una comunidad de aproximadamente 2000 personas, se eliminaría la familia como unidad de producción pues es muy poco eficiente. Fourier razona con cierta lógica al afirmar que una cocina para cada cinco individuos no será nunca tan productiva ni sofisticada como una especializada en alimentar a a cientos.La capacidad productiva del capitalismo sería completamente superada por la del falansterio cuando, desde muy temprana edad, se desarrollasen en cada individuo veinte vocaciones. De este modo placer y trabajo estarían inextricablemente unidos en todos los habitantes de la sociedad ideal.

El problema que resolveremos sobre este asunto es hacer surgir no una sino veinte vocaciones en todos los niños de tres años de edad; a partir de la edad de cuatro años ya deberá desempeñarse hábilmente en una veintena de Series industriales, y ganar más que sus gastos de alimentación y sustento… (p. 82)

Otro elemento esencial en el falansterio es el control de la población porque de nada sirve multiplicar la producción si el número de habitantes crece indiscriminadamente. Es aquí donde entra en juego un «nuevo orden amoroso» que es quizás la más revolucionaria de las propuestas de Fourier. Para el control de la población recomienda lo siguiente: a) estimular el vigor físico y la alimentación delicada en las mujeres, elementos estos que, según su rocambolesca teoría médica, juegan en contra de la fertilidad y b) reclutar una cohorte de mujeres cuya única función sea proporcionar placer sexual. Así lo explica Fourier:

Las costumbres fanerógamas: El libre amor, la Pluralidad de amantes, es evidentemente un obstáculo para la fecundidad: se tiene la prueba en las cortesanas que muy raramente son fecundas, habiendo apenas una décima parte que procrea, mientras que la concepción es muy fácil para una chica o una mujer fiel. Ahora bien, los armonianos tendrán (al cabo de apenas un siglo) muchas mujeres consagradas a la pluralidad de los hombres, por virtud corporativa y útil a la sociedad: las Bacantes, Bayaderas, Faquiresas y otras corporaciones encargadas del servicio de los ejércitos y de los caravasares, serán necesariamente fanerógamas. Será un acto de devoción de su parte, del cual el Estado obtendrá grandes ventajas. Este género de costumbres, por su extensión a dos tercios de las mujeres, será un tercer y muy poderoso medio de esterilidad. (p. 149)

Otras características interesantes del falansterio son:

  • La eliminación del intermediario, del comerciante, cuyo único impulso es la avaricia y que para satisfacerlo no duda en falsificar los productos básicos como la leche, el vino o el azúcar.
  • Los artistas y los sabios, por el contrario, ocuparán los rangos superiores de la sociedad porque no hay nada más importante en el falansterio que la educación.
  • La liberación de la mujer y de los hijos de la tiranía patriarcal pues todos serán económicamente independientes.

Para concluir, aunque la lógica del pensamiento de Fourier parezca infantil si la colocamos junto al profundo análisis del capitalismo que lleva a cabo Marx, no cabe duda de que acierta en un aspecto en el que Marx fracasa estrepitosamente. El problema del materialismo histórico es que es heredero directo de la filosofía de la historia idealista, una forma de entender la historia que condena al individuo al sacrificio perpetuo en orden a un bien futuro que nunca llega. La reivindicación que hace Fourier de la libertad, las pasiones y la felicidad no son un tema despreciable como, en general, le pareció a Marx todo el «socialismo utópico».

5 comentarios en “Charles Fourier: El falansterio

  1. Sigo siendo cercano a Marx con que esto de los falansterios y demás, son fuegos artificiales, pero es cierto que su idealismo le niega el presente.

    No me gusta nada hacer «recomendaciones», pero me encantaría que comentases algo de «El hombre rebelde», de Camus. Gente como Vargas Llosa se ha apropiado de su figura y su pensamiento, pero hay mucho más que su condena de la URSS.

    Un saludo

  2. Hola A., Vargas Llosa utiliza a Fourier para atacar a Marx pero Fourier no defiende el liberalismo económico como sí lo hacen sus fundadores que son A. Smith y D. Ricardo. Fourier cae dentro de lo que se llama socialismo utópico: devalúan el papel de la propiedad privada y fantasean con mundos ideales.

    Jovellanos parece un alguien ilustrado, sensato. Este Fourier era realmente excéntrico. Disparatado.

  3. Hola Fran, está claro que las teorías de Fourier son castillos en el aire pero, a pesar de su desvarío, le da a Marx donde más duele. Porque, a pesar de lo publicado en los Anales franco-alemanes, Marx seguía atrapado en la visión hegeliana de la historia.

    Quien lea El hombre rebelde y se quede con una mera condena de la URSS (y de Sartre) poco podemos hacer por él excepto recomendarle que lo lea otra vez y lea menos a Vargas Llosa. Incluso una de sus novelas recientes más interesantes que es La primavera en la otra esquina tiene una desagradable moralina ideológica.

    Saludos.

  4. Apreciado Eugenio,
    Te escribo este mensaje aquí porque no he encontrado tu e-mail (puedes borralos después de leerlo). En pocas semanas voy a publicar un libro titulado «El nacionalismo ¡vaya timo!» en la Editorial Laetoli. ¿Te interesaría que te lo mandara? Si es así podrías darme una dirección postal y con mucho gusto te lo envío. El blog del libro es el siguiente: http://www.elnacionalismovayatimo.com
    un saludo,
    Roberto Augusto
    roberaugusto@hotmail.com
    http://www.robertoaugusto.com

  5. Sí, Eugenio, ahí Fourier supera a Marx.

    «Las cosas estarían mejor si Marx hubiera leído a Hölderlin», Thomas Mann dixit.

    Un saludo.

Deja tu comentario