Francisco José Contreras Peláez: Kant y la guerra. Una revisión de La Paz Perpetua desde las preguntas actuales. Valencia: Tirant Lo Blanch, 2007.
Monografía dedicada a Hacia la paz perpetua de Kant. La base de este libro es «el ejercicio de investigación presentado en septiembre de 2005» al concurso-oposición para cátedra de la Universidad de Santiago de Compostela.
El análisis se centra en los artículos preliminares y definitivos más el primer suplemento. Quedan fuera el segundo suplemento o artículo secreto dedicado a la función del filósofo en la tarea política y los dos apéndices que investigan la relación entre ética y política.
De entrada, resulta especialmente interesante la cuidada contextualización histórica del texto. Está generalmente aceptado que Hacia la paz perpetua fue escrita bajo la influencia de la Paz de Basilea: el acuerdo franco-prusiano en virtud del cual Federico Guillermo II se retiraba de la coalición de potencias europeas que aspiraba a terminar con la Revolución Francesa. Este acuerdo, que garantizaba el triunfo de la república, entusiasmó a Kant.
Aunque algunos autores consideran Hacia la paz perpetua como una obra menor también es cierto que puede leerse como la culminación de su ética y filosofía de la historia.
Para Kant la guerra es moralmente inaceptable pues en ella el Estado usa a los hombres como herramientas y no como fines en sí mismos. Es, por tanto, un deber moral abandonarla y el único camino para ello es el Derecho. Este debe instaurar las normas adecuadas tanto dentro de la organización interna del Estado (la constitución republicana) como a nivel interestatal (la Liga de los Pueblos o el Estado Mundial). Esta posibilidad ha devenido real a finales del siglo XX gracias a instituciones como la Unión Europea o la ONU. Sin embargo, el autor no oculta una versión alternativa de la historia menos optimista y más inspirada en Hobbes. Según el «realismo internacional» esta confianza en la paz y los organismos supranacionales es un lujo que Europa puede permitirse pues vive bajo el paraguas de la seguridad que le proporciona el ejército de EE.UU. En realidad, viene a decir el «realismo internacional» defendido por Robert Kagan, el resto del mundo vive inmerso en un peligroso estado de naturaleza hobbessiano.
Otra de las cuestiones de actualidad tratadas por el autor es el derecho de intervención de unos Estados en otros. En el quinto artículo preliminar Kant afirma que debe estar terminantemente prohibido interferir en los asuntos de otro Estado. El propósito no declarado de este artículo es proteger la Revolución Francesa de sus vecinos monárquicos. Esta visión tan radical de la autonomía de los Estados ha sido puesta en cuestión varias veces en los últimos decenios. La ONU ha autorizado intervenciones militares allí donde se habrían violado sistemáticamente los derechos humanos como por ejemplo en Bosnia en 1995 o Iraq en 1991.
Una de las paradojas que afectan al Kant pacifista son aquellos textos donde teoriza sobre la guerra justa y defiende la temida «guerra preventiva«. Si la guerra se da en la historia y la historia humana ha de tener un fin, un sentido, la guerra también habrá de tenerlo. Los países que por su aislamiento geográfico han podido evitar la guerra son países que no han progresado. Véase por ejemplo la China imperial. Guerra y progreso han estado siempre unidos. Sin embargo, para rectificar este elemento belicista en Kant podemos admitir que, aunque la guerra nos haya traído hasta aquí, es ya una cosa del pasado, un instrumento inmoral y perjudicial.
En último término, resulta interesante la defensa que realiza Kant del derecho cosmopolita. Para Kant debe estar garantizado el derecho de visita y el libre comercio para cualquier ser humano. Pero en ningún caso deben confundirse estos derechos con la conquista y colonización de otras tierras y otros pueblos. Kant, a contracorriente de la época, no acepta la legitimidad de las conquistas coloniales. Es, por tanto, el primer ideólogo de la descolonización.
El libro termina abriendo la paz perpetua a la fe religiosa tal y como Kant la defiende en los postulados de la razón práctica. La paz perpetua sería un postulado en el que debemos creer si esperamos que historia tenga un sentido. Quienes luchan por la paz están obligados a pensar que su objetivo final es factible. En este contexto cabe la pregunta de por qué ese ser divino que dirige la historia humana no hace acto de presencia y encauza definitivamente al hombre hacia la paz. La respuesta, en este caso, es de catequesis: la aparición de Dios eliminaría la libertad en el hombre.
En definitiva, un interesante análisis de un texto clásico. La única objeción que le haría es que quizás el autor se esfuerza demasiado en salvar el esperanzador texto kantiano de la contundente y belicista verdad histórica.
Muy bueno, como siempre!
Saludos Dick, creo que es un libro que te gustará.
Lo conocía, de hecho, en su versión original, como manuscrito del ejercicio de habilitación de cátedra del autor. Me ha resultado simpático verlo y, cómo no, se lo comenté a Contreras. Un abrazo!
Pues mi enhorabuena al autor. Un saludo.