Alex Ross: El ruido eterno. (2009)

Alex Ross: El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música. Luis Gago (tr.) Barcelona: Seix Barral, 2009.

Esta ha sido para mí una lectura inolvidable. La historia del siglo XX contada a través de su música, tal y como lo hace Ross, consigue realmente abrir las puertas de un arte que en muchas ocasiones resulta críptico y lejano. La música experimentó, como todas las demás artes, esos fenómenos afines a la posmodernidad que son el fin de la historia, la muerte del arte, la eterna repetición, que terminaron aislándola cada vez más. Ross muestra las soluciones que la música ha encontrado para salir de ese estancamiento. En general, tienen en común el renunciar a distinciones artificiales como la separación entre música clásica y música popular o música culta y música para el gran público.

Un evidente activismo gay recorre todo el libro. Ross saca a relucir la homosexualidad de muchos de los que transformaron la música el siglo pasado: «En torno a la mitad de los grandes compositores estadounidenses del siglo XX parecen haber sido homosexuales o bisexuales: Copland, Bernstein, Thomson, Barber, Blitzsten, Cage, Harry Partch, Henry Cowell, Lou Harrison…» (p. 511)

Los momentos que más me han interesado del recorrido de Ross por la reciente historia de la música serían los siguientes:

  • La pieza dramática Salomé de Oscar Wilde convertida en ópera por Richard Strauss y estrenada en Dresde en 1905. A su representación en Graz en 1906 asistieron Mahler, Schoenberg, Puccini y probablemente Adolf Hitler. Strauss murió en 1949 tras contemplar el ascenso y caída del nazismo.
  • La novela Doktor Faustus de Thomas Mann es la clave para interpretar el surgimiento de la música atonal. «A ojos de Mann, el fanatismo sectario del arte moderno sí que guardaba relación con la política del fascismo: ambos intentan rehacer el mundo por medio de formas utópicas». (p. 56) La respuesta del público al estreno de la Primera Sinfonía de cámara de Schoenberg consistió en «traqueteo de butacas, silbidos y ostentosas salidas de la sala.» Dodecafonismo y expresionismo se dan la mano en la ópera Wozzeck de Berg.
  • Algunos compositores quisieron escapar del influjo del espíritu alemán en la música y buscaron inspiración en el folklore nacional. Así, Falla, Janácek, Bartok, Ravel o Stravinski. El estreno de La consagración de la primavera en 1913 es el momento crucial de esta etapa.
  • Estados Unidos, principios de siglo: Charles Ives aúna folklore y disonancia, surge el jazz con la figura de Duke Ellington, Gershwin mezcla lo culto y lo popular en Rhapsody in blue o Porgy and Bess.
  • El finlandés alcohólico Sibelius, símbolo antialemán tras la Gran Guerra, se convirtió en el compositor más interpretado en Estados Unidos. El alineamiento de Finlandia con los nazis en 1941 transformó a Sibelius en un símbolo ario. Aún no habiendo tomado el camino de la atonalidad su música es extremadamente moderna.
  • Berlín, años veinte. La ópera de los tres peniques de Kurt Weill con libreto de Bertold Brecht representa el intento crear una música para todos y políticamente comprometida. Otro ejemplo de esta idea son los Kampflieder de Eisler.
  • El realismo socialista: la música sometida a los dogmas ideológicos de Stalin. Shostakovich y la Sinfonía nº 5.
  • Estados Unidos tras la gran depresión de 1929. Es la época del New Deal. La intervención estatal y la generalización de la radio acercan la música al gran público. El compositor emblemático es Aaron Copland, judío, comunista y homosexual. Paradójicamente su música, pensada para describir la belleza perdida de la América preindustrial, fue utilizada por el partido republicano en la campaña de Reagan.
  • La música de la Alemania nazi: una lectura antisemita del Parsifal de Wagner y las sinfonías del menospreciado Bruckner. Strauss se convirtió en el compositor icono de los nazis cara al exterior. Sin embargo, Strauss aborrecía el antisemitismo: su esposa era judía.
  • Estados Unidos, tras ganar la Segunda Guerra Mundial, intenta desnazificar la música. La dodecafonía del judío Schoenberg cobra el impulso definitivo. Así lo explica Adorno, cualquier música no atonal es kitsch, pues «la nueva música ha asumido para sí toda la oscuridad y la culpa del mundo». Estreno de Quatuor pour la fin du temps de Olivier Messiaen en el campo de prisioneros de guerra Stalag VIII A en 1941. 4’33» de John Cage es a la música lo que los lienzos totalmente blancos de Rauschenberg son a la pintura. Copland pierde el favor del público y el gobierno: no puede irle bien a un homosexual comunista durante la caza de brujas. Stravinski termina por aceptar el nuevo lenguaje dodecafónico. La música electrónica de Stockhausen: Gesang der Jünglinge.
  • Benjamin Britten, otro ilustre homosexual, a quien debemos una ópera emblemática del s. XX, Peter Grimes. En la figura de Grimes, un marinero sádico que abusa de sus aprendices, Britten volcó parte de sí mismo. Puso música a los sonetos sagrados de John Donne. Aquí, Death be not proud.
  • La vanguardia en los años sesenta: Treno por las víctimas de Hiroshima y Dies Irae (Oratorio de Auschwitz) de Penderecki, Folk songs de Berio interpretadas por su mujer Cathy Berberian, Lux aeterna y Requiem de Ligeti.
  • La revolución del jazz, el bebop: Charlie Parker, Miles Davis. El minimalismo: Riley, Reich, Glass y Nyman.
  • Finales del siglo XX: Tabula Rasa de Arvo Pärt, Nixon en China de John Adams, Der Staat (La República) de Andriessen, La pasión según San Marcos de Osvaldo Golijov.

Un libro imprescindible, una lectura inagotable.

Gracias a Nilda por la recomendación.

5 comentarios en “Alex Ross: El ruido eterno. (2009)

  1. Parece interesante el libro. Ojalá se pueda conseguir en Chile. Sobre la música contemporanea, hay un autor bien conocido en el circuito, pero desconocido para la masa; me refiero a John Zorn. Una de las cabezas principales del movimiento radical judío de New York. Un autor inclasificable, rompedor de esquemas. ¿hay alguna mención a él en el libro?

    Saludos.

  2. En la pág. 641, dentro del capítulo «Después del minimalismo», escribe Alex Ross: ‘En The Stone, en la Avenida C, el saxofonista de free jazz, aficionado al klezmer, artista del collage y compositor vanguardista John Zorn congrega todos los sonidos que atesora su experiencia en una música tan descaradamente frenética como la propia ciudad.’ [Nueva York]

      1. Soy muy amigo de Luis Gago, me regaló «El ruido eterno» y buscando información sobre el sionismo de Ross llegué a tu blog.
        ¡Mi poesía! Ojalá leas alguna cosa; me encantaría conocer tu opinión sobre ella.

  3. Es un libro extraordinario. Quizá lo que más me impresionó fueron las descripciones, algunas de ellas muy vividas, de la música que estaba explicando. Me impresionó porque eran descripciones técnicas, de octavas, quintas, etc. Y aun así dan ganas de estudiar música cuando la lees.

    Llegué a este libr leyendo libros de música sin parar, y este es uno de los mejores. Recomiendo leer El mundo en el oído, de Ramón Andrés.

    Saludos

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