Ernst Jünger fue un filósofo y novelista alemán que, aparte otros méritos, vivió 103 años (1895-1998). La obra de Jünger destaca especialmente por su capacidad para la captación profunda del nihilismo de nuestro tiempo y las posibilidades que encierra el futuro. A Jünger le gusta describirse a sí mismo como un cronista de la protohistoria, el nivel más profundo de la realidad visible, la historia de lo Elemental. La protohistoria arranca del mito y condiciona todos los fenómenos del tiempo que nos toca vivir. Quien experimenta el acercamiento a lo Elemental adquiere un conocimiento del mundo que atraviesa los siglos. Por ejemplo, en la obra de El Bosco Jünger observa a un profeta de la barbarie de nuestra era técnica. El acercamiento a la protohistoria sólo es posible si de alguna manera podemos situarnos fuera del tiempo. Acercamientos es una recopilación de este tipo de experiencias así como un manual de instrucciones. La importancia de este libro reside en que es la prueba empírica que Jünger aporta de la distinción entre el mundo fenoménico y la realidad en sí.
Ernst Jünger: Acercamientos. Enrique Ocaña (trad.) Barcelona: Tusquets, 2000.
- Ebriedad y alteración de la percepción del tiempo
- La ebriedad en la era de los titanes
- Arte y acercamiento
1. Ebriedad y alteración de la percepción del tiempo
El riesgo que corremos con las drogas consiste en que socavamos uno de los poderes fundamentales de la existencia: el tiempo. Por supuesto, esto puede ocurrir de diversos modos: según nos narcoticemos o nos estimulemos, dilatamos o comprimimos el tiempo. Esto guarda una vez más relación con el modo de recorrer y explorar el espacio: en un caso, el esfuerzo por incrementar el movimiento en su interior; en otro, la rigidez del mundo mágico.
Si comparamos el tiempo, como es habitual desde antiguo, con la corriente de un río, parece que bajo el efecto de estimulantes el lecho de este río se angosta, que la corriente se acelera, como si descendiera al valle por remolinos y cascadas hervorosas. Pensamientos, mímica y gestos siguen a esta corriente; este tipo de ebrio piensa y obra más veloz e impulsivamente que el sobrio, también de forma menos previsible.
Por el contrario, bajo el influjo de narcóticos, el tiempo se remansa. La corriente fluye con más calma; las orillas se alejan. Cuando comienza el letargo, la conciencia va a la deriva como una barca sobre un lago cuya costa ya ni se columbra. El tiempo se vuelve ilimitado, oceánico.
Así, se llega a los ilimitados sueños de opio que describe Thomas de Quincey. Imagina «haber yacido sepultado durante miles de años en las entrañas de pirámides eternas». En Suspiria de Profundis, una colección de ensayos que vio la luz un cuarto de siglo después de las Confesiones, evoca esa dilatación desmesurada del tiempo y afirma que las cifras astronómicas no bastarían para describirla.»Sí, sería ridículo mensurar el espacio de tiempo que se vive durante un sueño por generaciones o incluso por milenios.»
El tiempo transcurre más rápido en el polo animal, más moroso en el polo vegetal. […] Que los sujetos depresivos sucumban con particular facilidad a la morfina se explica por el hecho de que experimentan la existencia en cuanto tal como dolor.
Ernst Jünger: Acercamientos, p. 30.
2. La ebriedad en la era de los titanes
[…] Insistimos una vez más: los estimulantes se han convertido en carburante, los somníferos se han esterilizado. El verdadero peligro consiste presumiblemente en que provocan somnolencia sin sueños. […] Asimismo, a mediados de siglo surge algo nuevo a la medida del titanismo: un grupo de sustancias cuyos poderes y fórmulas se clasifican en torno a la mescalina. Son sustancias de origen orgánico, forman parte de los secretis herbarum de Alberto Magno, pero conforme al estilo del tiempo pronto se analizaron y reprodujeron mediante síntesis. […]
La mescalina y sus afines producen un efecto más brutal e imperioso que los opiáceos, transportan no sólo al mundo visionario y a sus palacios, sino también ascienden a las profundas bóvedas subterráneas. Visiones muy arcaicas recuperan su credibilidad. Los estimulantes y narcóticos modifican el tiempo: lo dilatan o aceleran. Pero aquí la tierra se resquebraja; el poder creador del tiempo retorna al origen.
ibid., p. 40 .
Tensión y distensión, concentración y parálisis, compresión y letargo caracterizan la ambivalencia de la ebriedad y de su conciencia de la vida.
La posibilidad el exceso está siempre dada: excedere significa «salir». Aquí está la norma que se abandona. Lo que en la práctica se considera exceso, depende de la norma que con el cambio del medio ambiente ofrece una tolerancia más o menos limitada. En el espacio técnico donde los relojes desempeñan una función cada vez más importante, esa tolerancia se ha reducido: la máquina no consiente ninguna evasión, por fugaz quesea, fuera del tiempo mensurable. Exige ascetismo y no soporta las drogas que se consumen por placer. Por el contrario: allí donde se consume droga, debe aumentarla normalidad. Esto concierne a la mayoría de las píldoras y comprimidos con que se pretende corregir los desequilibrios psíquicos y físicos.
En rigor, la palabra «salir» o «exceder» significa un abandono del tiempo normal. Tal posibilidad se torna más problemática cuando crece el dominio de los relojes. Sigue siendo el mismo tiempo el que aquí se precipita en un abismo y allí se dilata como la superficie de un espejo inmutable, y es el mismo espíritu el que modula al tiempo como forma de su representación. El tiempo deviene su objeto, su juguete allende el «reloj donde suena eternamente la misma hora».Esto explica los estados extraordinarios e inusitados de conciencia, la repentina serenidad que afluye sobre el ebrio, pero también el malestar que sigue a los excesos. No sólo era placer y fuerza vital tomados en anticipo, sino, sobre todo, tiempo prestado y consumido de antemano, sin importar que se concentre o se extienda.
ibid., p. 57.
3. Arte y acercamiento
Algo sufre un cambio en la estructura del mundo cuando se produce el acercamiento. Las cosas se ensamblan diversamente, porque el tiempo se transforma. Sobreviene un poder extraño en el tiempo mensurable, en la vida cotidiana, incluso en la cronologías de la historia. […]
El arte, si es relevante, debería ser existencia en este sentido elevado, y la historia del arte puede contemplarse a la luz de esta cuestión fundamental: ¿se ha logrado el acercamiento? Y ¿en qué medida? El artista lo sabe o más bien lo siente, y conoce la angustia que se entrevera con la creación, el tormento de la partera. Es ineluctable y, como el corazón invisible de la llama, no está relacionado con su rendimiento, sino con su sentido. Así se explica la fiebre de las candilejas, que aún afecta a los grandes mimos, músicos y cantantes, incluso en la cumbre de la gloria. Barruntan que han de entregar algo más al par que muy distinto del mero virtuosismo.
ibid., p. 120.