David Foster Wallace: Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer. Javier Calvo (trad.) Barcelona: Debolsillo, 2003.
David Foster Wallace, de quien ya hemos hecho una breve semblanza en este blog, pertenece a la generación más reciente de escritores norteamericanos. Este es su libro más conocido. Trata sobre unas sencillas «vacaciones en el mar». Ese «algo supuestamente divertido» no es otra cosa que un crucero de lujo por el Caribe. A primera vista, ¿quién podría resistirse? ¿qué puede tener de malo? Sin embargo, Foster Wallace, gracias a su peculiar sensibilidad paranoico-crítica, es capaz de mostrar ciertas impresiones inquietantes y perturbadoras que se esconden tras el turismo de masas. Este termina revelándose como una catástrofe moral y una experiencia radicalmente alienante. Michel Houllebecq también ha sabido sacarle partido a este tema en su novela Plataforma.
Algunos momentos especialmente memorables de este breve diario-ensayo serían los siguientes:
1. -Al inicio del viaje, en el hangar donde tiene que esperar al embarque, Foster Wallace detecta una analogía muy preocupante que podrá resultarle familiar a cualquiera que haya realizado un viaje organizado o haya tomado un avión:
Una segunda señora de Celebrity al cuidado del grupo tiene un megáfono y repite una y otra vez que no nos preocupemos por nuestro equipaje, que nos seguirá más tarde, y por lo visto solamente a mí me parece un momento aterrador por su eco involuntario de la escena de La lista de Schindler en que embarcan a la gente para Auschwitz. (p. 29)
2. -Una pizca de neurosis o mala conciencia es suficiente para avergonzarse de una situación que es espantosamente habitual en el mundo del turismo de masas: la impasibilidad ante la explotación del tercer mundo. Afortunadamente el discurso de Wallace es extremadamente divertido al tratar el tema de la boviscopofobia:
Contemplar desde una gran altura a tus compatriotas caminando como patos con sandalias caras por puertos azotados por la pobreza no es uno de los momentos más divertidos de un Crucero de Lujo 7NC. Hay algo ineludiblemente bovino en un turista americano avanzando como parte de un grupo. Hay cierta placidez codiciosa en ellos. En nosotros, mejor dicho. En puerto nos convertimos automáticamente en Peregrinator americanus, Die Lumpenamerikaner. La Gente Fea. Para mí, la boviscopofobia es una motivación todavía más fuerte que la semiagorafobia para quedarme en el barco cuando estamos en puerto(…) Parte de la desesperación general de este crucero de lujo es que no importa lo que haga, no puedo alejarme de mi americanidad esencial y nuevamente desagradable. Esta desesperación alcanza su climax en puerto, mirando algo de lo que no puedo evitar formar parte. No importa que esté aquí arriba o ahí abajo, soy un turista americano, y por tanto ex officio corpulento, rollizo, rubicundo, escandaloso, tosco, condescendiente, ensimismado, malcriado, preocupado por su aspecto, avergonzado, desesperante y codicioso: la única especie de bovino carnívoro que se conoce en el mundo. (pp. 88-91)
3. -Por último, Foster Wallace hace un análisis sutil y profundo de la publicidad con que se vende este tipo de experiencia deshumanizadora. Los ingredientes que habitualmente utiliza la industria publicitaria en sus proclamas son la mentira, la hipocresía y la desvergüenza. Su uso indiscriminado y arbitrario termina provocando en el cliente una peligrosa desesperación. Léase con detenimiento este enigmático párrafo.
Un anuncio que finge ser arte es —en el mejor de los casos— como alguien que te sonríe con calidez solamente porque quiere conseguir algo de ti. Esto es deshonesto, pero lo más siniestro es el efecto acumulativo que semejante falta de honestidad tiene sobre nosotros: dado que ofrece un perfecto facsímil o simulacro de buena voluntad sin el espíritu real de la buena voluntad, confunde nuestras mentes y al final hace que subamos nuestras defensas incluso en casos de sonrisas genuinas y arte verdadero y buena voluntad verdadera. Hace que nos sintamos confundidos, solos, impotentes, furiosos y asustados. Provoca desesperación.
En cualquier caso, para este cliente concreto de un Crucero 7NC, el anuncio-ensayo de Conroy acaba representando una verdad que estoy seguro de que no es intencionada. A medida que avanzaba mi semana en el Nadir, empecé a ver este publiensayo como una reflexión irónica perfecta del mercado de masas. El ensayo es pulcro, poderoso, impresionante, claramente lo mejor que el dinero puede comprar. Se presenta como algo que persigue mi beneficio. Construye mis experiencias y mi interpretación de esas experiencias y se ocupa de ellas por adelantado para que yo no tenga que hacerlo. Parece que se preocupa de mí. Pero no lo hace, la verdad es que no, porque en primer lugar y antes que nada quiere obtener algo de mí. Igual que el crucero. Los bonitos paisajes, el barco resplandeciente, el servicio elegante, los sirvientes diligentes, los animadores solícitos, todos quieren algo de mí, y no solamente el precio de mi billete: eso ya lo tienen. Lo que quieren exactamente es difícil de precisar, pero a principios de la semana consigo notarlo, y cada vez más cerca: nada en círculos alrededor del barco como una aleta. (pp. 58-59)
P. D.:
Muchas gracias a el_situacionista por su recomendación.
Me alegro mucho de que te gustase. Respecto a la reseña, completamente de acuerdo. Un día me siento y hago la mía propia para comparar puntos de vista.>>Un saludo.
Estoy abierto a más sugerencias, aunque es posible que la lectura de <>El arcoiris de gravedad<> se demore hasta mi próxima reencarnación.
Me parece <>eugenio<> que eso nos pasa a todos. Es necesaria una reclusión de un mes sin amigos, sin familia, sin cerveza, sin demasiadas cosas, para ponerse con él. Yo aún así no me rindo… aunque después del trabajo que me llevaron <>Las Benévolas<> creo que dejaré pasar unos cuantos libros más hasta llegar a él.>>Saludos.