
No podemos evitar querer estar conectados sin pausa a Internet, huidos de este cuerpo que nos recuerda continuamente que somos mortales.
Hemos querido fugarnos con tanto brío de este mundo que nos hemos dejado una parte vital «en la nube». Para comprobarlo pruébese a despojar a cualquier adolescente de su teléfono móvil.
Es imposible dar marcha atrás a nuestro ascenso al mundo virtual, pero conviene que le pongamos algún tipo de freno. Para ello, el autor recomienda cultivar todo aquello que sea incompatible con el inasible universo digital, como los fogones de la cocina, la lectura en un sillón de orejas o reunirnos en calles y plazas para hacer política.
Pero, por ejemplo, «¿para qué leer si puedo aprenderlo todo en Youtube?»
Ojalá tuviese una buena respuesta… que se pudiera entender sin haber leído nunca un libro… pero no la tengo.
