Eloy Fernández Porta: €®O$. La superproducción de los afectos. Barcelona: Anagrama, 2010.
Han pasado ya cinco años desde que Fernández Porta recibió el Premio Anagrama por este alarde de iconoclastia que es €®O$. Cinco años lleva en la estantería. Me resulta complicado leer «novedades editoriales»: demasiado ruido, demasiada interferencia.
¿De qué va €®O$? Pues de nada extraño, el libro de Fernández Porta trata sobre los derroteros del amor en tiempos de Facebook. Es básicamente un «experimento mental» que intenta imaginar qué idea se harán en 2040 de nuestra forma de entender las pasiones y relaciones humanas.
Desde ese punto de vista privilegiado se podría observar que para algunos, jerarcas de la alta cultura, el amor o el deseo es menos verdadero porque ha sucumbido a Internet, al Capital. Se ha dejado atrapar por los tentáculos del poder. Banal, ridículo, sin sustancia, mera simulación: así es el amor digital, anulado entre el porno y Ashley Madison.
Sin embargo, para Fernández Porta quienes deberían desaparecer son los jerarcas de la ortodoxia pasional, que los hay de muchos tipos a la izquierda y a la derecha. La tarea del filósofo consistiría en llevar pasiones reverenciadas como el «vacío» o la «angustia» a un Cash Converters tal y como haríamos con los «regalitos» de nuestr@ ex. Desenmascarar la falsa autoridad de esas pasiones simulando un discurso futuro es la forma en que lleva a cabo su crítica. Son, sin lugar a dudas, las mejores páginas del libro. Imitando al autor, escribo a continuación desde un hipotético 2040:
- Su definición de «vacío» es cínica y certera: «Sentimiento singular, que denotaba profundas cualidades psicológicas y estéticas, decorando a su portador con un aura de marqués en bancarrota.» En realidad sólo se especulaba con el vacío existencial en los reducidos márgenes del Premio de la Crítica Joven del Festival de Valladolid. 🙂
- También es muy perspicaz el análisis del concepto de «alivio«, suscitado cuando la autoridad nos interpela, revisa, aprueba e ignora. Obsérvese que la policía, por tanto, no sólo nos provoca rechazo o ansiedad sino que también es fuente de felicidad. No es otro el mecanismo que operaba en la inútil aunque rentabilísima red de control de pasajeros que se había establecido en los aeropuertos de todo el mundo. 🙂
- Lo «humano» también se convirtió en objeto de consumo. Se era tanto más humano cuanto más se aparentaba estar próximo a las clases bajas (la clásica pose de Federico Luppi). Las actrices de Hollywood sólo recibían el ansiado premio si se afeaban porque así lograban resaltar sus profundos valores espirituales: Theron en Monster, por ejemplo.
- La «nostalgia» no era más que la legitimación de los valores de una generación sobre las demás. Solía estar asociada a absurdos como que una madre recordaba como auténticos los sentires de su adolescencia y calificaba de carentes de fundamento los de su hija cuando en realidad una adolescente de la época vivía en seis meses «más experiencias amorosas, más complejas y adultas» que las que vivió su madre en toda su juventud.
- En la lucha a muerte entre los arquetipos de consumidor y ciudadano se suponía que la mera actividad de la lectura «causaba en el sujeto irreversibles mutaciones psicológico-morales» ganando en refinamiento y sensibilidad a cada línea.
- Absurdos resultaban los profesores de Estética, pontificando acerca de la desaparición de las fronteras entre géneros, el todo da lo mismo y el fin del arte, cuando en realidad vivían en la época «más reglamentista y jerárquica que habían conocido los siglos». A efectos amorosos la dictadura de la «comedia romántica» sobre los espectadores era increíblemente efectiva.
Por lo tanto, si pudiésemos ver nuestra época desde el futuro el panorama no sería favorable a esas pasiones profundas y preservadas de los intereses del Capital. Al contrario, sería en los reality shows o en las series de televisión, donde Dionisos, la vida amorosa sin reglas, camparía a sus anchas.
El cuarto capítulo, titulado «Queen Lear«, está dedicado al reality show «Paris Hilton’s BBF (British Best Friend)» y es una muestra de lo dicho arriba. En la final se recrea la escena inicial de Rey Lear de Shakespeare donde este exige a sus hijas que expliquen en público lo profundo que es su amor. De los tres finalistas, Emma, Kat y Sam, Paris Hilton elige a este último por una buena razón. Mientras que las dos primeras reclaman el premio argumentando que conocen mejor que los demás a la verdadera Paris Hilton, Sam gana porque no ve otra Paris más allá o más adentro de lo que ofrecen las cámaras.
En el sexto capítulo «Hoy me siento Fox«, Fernández Porta observa que es en sus provocadoras series de televisión (Padre de familia, por ejemplo) y no en sus informativos donde se resuelve la verdad de una cadena de televisión hiperconservadora como la Fox.
€®O$ es, para concluir, un texto divertido y eso es de agradecer en el terreno filosófico. Ahora bien, en mi opinión, le sobran las últimas doscientas cincuenta páginas. En cuanto al contenido, la verdad es que pronto olvidaré todo lo que dice y me quedará sólo la risa, como al gato de Cheshire.

