Ángeles Basanta: Arde la zarza

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Ángeles Basanta: Arde la zarza. León: Ediprest Arte 2000, 2009.

Ángeles Basanta (Bembibre, León, 1964) ha publicado hasta el momento tres libros de poesía: Poemas de la inexperiencia (1994), Tan solo un gesto (2000) y Arde la zarza (2009).

Define la poesía como un «reducto de libertad». Libertad, interpreto, respecto al tiempo y el espacio. Nada está más próximo a esta libertad que la muerte y los pájaros, «afilados como sofismas de Elea sobre la indivisibilidad de espacio y tiempo». decía Saint-John Perse. Ese es el no-lugar en que nacen los poemas más  hondos de Arde la zarza. Hasta allí tiene que viajar el lector para poder escuchar todas las voces, todos los estratos, que se condensan en sus versos. Creo que este es el poema que mejor señala hacia ese origen.

En la distancia existente
entre el ayer y el ahora,
despierta el ave.

Testigo de paso
sin tiempo,
toma la palabra…

Los poemas de Arde la zarza no son ajenos a la «luz primera» ni a la «rama encendida» pero tampoco eluden, como no lo hizo Giorgio Manganelli, la belleza de la carroña. En la poesía de Ángeles Basanta los nombres de las voces implicadas son a veces explícitos, como en este caso, mientras que en otras ocasiones juegan a esconderse.

He visto, desde el cielo,
hundido, en la carroña,
a un pájaro de oro
con el pico diamantino.
Tal vez Giorgio,
Manganelli.
Estuve allí…

El collage heterogéneo, la multiplicidad de voces actuando a un tiempo al modo de T. S. Eliot,  es, desde mi punto de vista, la técnica de composición más habitual en Arde la zarza. Del mismo modo que en la primera página de The Waste Land se mezcla a Schopenhauer con la historia infantil de un trineo, en la primera parte de Arde la zarza, «Pajaritos», se mezclan los pájaros de Perse, Manganelli y el tarareo «sonámbulo» de «una niña morena» en «tierras castellanas» que dice:

(…) piquito rojo-granada
¿Quién te ha robado el canto…?
Se lo llevó esta mañana,
el perfil de una chinita,
huyendo por el tintero
¿Y dónde está la chinita… ?
Cantando en las altas ramas
con sus labios encarnados,
piquito rojo robado,
encendido de cerezo. (…)

La segunda parte de Arde la zarza, «Vuelos en el Averno» es un profundo ejercicio de teodicea. Ante el espanto cotidiano del «infierno en la tierra», de la figura del hombre abandonado a su suerte por un «extraño equívoco en la burocracia celestial», Mefistófeles, avergonzado ante tamaño desastre, preferiría no existir, huir del antro existencialista estilo Sibila de Cumas en que se ha metido. Recuérdese el epígrafe de The Waste Land.

epigraph

El único deseo que puede inspirarnos la inmortalidad es el ansia de morir. Sin embargo, para nuestra desgracia, Mefistófeles ha sabido adaptarse a los tiempos. Nos hemos quedado sin la inocencia del devenir, sin la salvación del artista trágico y dionisiaco que predicó Nietzsche. Por el contrario, sólo escuchamos la «carcajada idiota» del mal de hojalata que nos ha tocado en suerte. El alter-ego de Mefistófeles….

(…) Su alter-ego, en cambio,
sin linaje ni blasón,
como buen segundón,
le ponía cornamentas
detrás de unas cornucopias
con diablos de tercera,
en sórdidos lupanares,
escapando del antro
de la Sibila de Cumas.

Existe un pesimismo explícito acerca de la suerte de la Filosofía y la Estética en la tercera parte del libro, «Arde la zarza». «¡Luz de luz!», el saber verdadero, ni se le ve ni se le escucha. Ahora es sólo propiedad de los locos y los espectros.

¡Pobre Platón…!
¡Pobre Protágoras…!
Susurraba el viento
al oído del tiempo.
Os temían.

Pero «pasa el ave» y se obra la magia del lenguaje,

Abracadabra:
del alefato
al alfabeto,
arde la zarza.

En la cuarta parte, «Vuelos ingleses», aquí y allá pululan Emily Dickinson, W. H. Auden o Allen Ginsberg. Me gusta especialmente esta versión humorística del primer verso del poema Aullido (Howl) de Ginsberg: «He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura» Así lo reescribe Ángeles Basanta:

Pasa el ave…

No he visto
a los mejores cerebros
de mi generación…
Dixit.
Y se murió.

La quinta parte, «Cuerpo de la esfera», tiene un trasfondo místico de resonancias borgianas. La esfera es el lugar donde los contrarios se reúnen. Así ocurre en las esferas mágicas de los eléatas Parménides y Empédocles. Allí acontece el aleph. En Las palabras y las cosas Foucault atribuye el origen de su libro a un texto de Borges muy conocido.

Este texto cita «cierta enciclopedia china» donde está escrito que «los animales se dividen en a] pertenecientes al Emperador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas,  f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas».

Así, el primer poema reúne a «pieles rojas, peruanos, pinos, cinamomos, patagones, botocudos».  Pero, más importante, la reunión de los amantes. Sólo en la mirada de quien nos ama existimos realmente: «En las manos de la esfera, nos soñamos y nos sueñan».

La parte final, «Ave en provincias», cierra el libro con fortaleza y optimismo: un homenaje a quienes «perdiendo todas las batallas, no se dan nunca por vencidos, los invictos».

Visiones, paisajes, palabras, presencias, humor y amor al lenguaje. Todo esto aparece en Arde la zarza, una lectura sobre la que vuelvo con entusiasmo una y otra vez.

Ángeles Basanta
Ángeles Basanta

6 comentarios en “Ángeles Basanta: Arde la zarza

  1. Comparto la misma sensibilidad crítica frente a un trabajo tan importante como es la poesía de Angeles Basanta Fernández encuentro un recurso estilístico propio con una voz que la destaca y le imprime su sello más sutil en las razones de las diferentes expectativas de su voz poética bajo la luz que le imprime la belleza especular de su yo, como un big bang, virtuosismo sin querer forzar nada y borgeana por momentos: » nos soñamos y nos sueñan». Heidegger, decía un poema es una advertencia sobre aquello que hay que pensar, una advertencia, significativamente, hecha desde la poesía. La razón instaurada como fundamento. Un pensamiento hecho poesía en una voz abismada. Todo poema es un surgimiento desde la nada, más bien nombra algo que se consuma, por momentos un desgarro o un gesto de humor. La palabra poética de Angeles Basanta Fernández , conmueve.

  2. Hola, coincido con las valoraciones que hacéis de la poesía de Ángeles y me alegra que hayáis prestado atención a la reseña. La valoración de María Rojas me parece muy completa. Aunque, personalmente, tengo mis dudas con Heidegger, después de conocer su relación con Paul Celan.

    Saludos.
    Eugenio.

  3. No he tenido el placer de leer este último libro pero me alegra un montón que hablen sobre el mismo y encima que lo valoren tanto. Un besazo y… lo leeré

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