Tom Spanbauer: Faraway places. A novel. Portland: Hawthorne Books, 2007. [Edición en castellano, Barcelona: Muchnik, 1995]
Poco a poco y de modo autodidacta voy trazando mi propio mapa de la literatura norteamericana contemporánea. En los comentarios del blog empezaron a surgir autores de prestigio indiscutible a los que desconocía. Este es, resumidamente, el resultado de mis lecturas al respecto a lo largo de los últimos años.
El buque insignia de la narrativa más vanguardista es el enigmático Thomas Pynchon. He comprado todos sus libros, desde V. hasta Vicio propio pasando por El arcoiris de la gravedad pero nunca he logrado pasar de la primera página. Si no fuese por la reseña de Rafael Reig sobre su penúltima obra, A contraluz, no tendría ni idea de qué quiere transmitir. La complejidad de Pynchon requiere de un lector en plenitud de facultades, mucha paciencia y tiempo para regalar. En estos momentos, no es mi caso. Aunque persevero, sí, persevero…
La mezcla de western y gore, la revisión del salvaje oeste, el pesimismo antropológico de Cormac McCarthy no me interesan en absoluto. La carretera, el Pulitzer de 2007, me pareció extremadamente sobrevalorada.
Sobre Don DeLillo tengo una opinión curiosa. No puedo con sus obras maestras de novecientas páginas como Submundo o Ruido de fondo. Antes de llegar a la página cien he perdido el interés o la energía necesaria para seguirlo. Sin embargo, he disfrutado mucho sus obras menores como Punto omega, El hombre del salto o Body art. Es de las pocas voces literarias que se atreve con ese tema tan complejo que es el tiempo. Decía San Agustín acerca del concepto del tiempo que «si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicarlo a quien me lo pregunte, lo ignoro». En mi opinión el esfuerzo de DeLillo para poner de manifiesto la extraña naturaleza del tiempo es admirable. Además, son magníficas las traducciones de Ramón Buenaventura.
No he leído a Toni Morrison porque le dieron el Nobel de Literatura y eso para los snobs como yo es una objeción muy poderosa. Tengo que darme prisa con Philip Roth. Últimamente, sólo le he perdonado ese defecto a Coetzee y Kertész. Y no por motivos literarios, sino por la insistencia de lectores amigos.
Mi preferido es David Foster Wallace. La broma infinita, Entrevistas breves con hombres repulsivos, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacerHablemos de langostas son todas obras geniales, propias de un superdotado del lenguaje. La sensibilidad enfermiza de Foster Wallace le permite captar detalles de la realidad y del alma humana que para todos los demás permanecen ocultos. Tan delicado e inestable era que terminó suicidándose el año pasado.
Correcciones de Franzen es una lectura demasiado tiempo aplazada. Está al caer.
En resumen, la Santísima Trinidad son Pynchon, DeLillo y Foster Wallace. En los tres siempre es más importante el pensamiento filosófico o el estilo vanguardista que la propia historia. Sus libros son, por decirlo de algún modo, anti-novelas, y este es al mismo tiempo su mérito y la causa de la dificultad de su lectura.
En el extremo opuesto a esta Trinidad está el popular Chuck Palahniuk. Palahniuk me parece irregular y demasiado aficionado al gore pero me gustaron El club de la lucha y Snuff. Fantasmas es un despropósito tal, que me arrebató las ganas de leer cualquier otro libro suyo. Si alguien aporta alguna recomendación se lo agradecería mucho.
Palahniuk fue discípulo del taller de escritura creativa que Tom Spanbauer tiene en Portland. Allí Spanbauer enseña el estilo literario conocido como Dangerous Writing, caracterizado básicamente por el minimalismo expresivo, los elementos autobiográficos y el enfrentamiento cara a cara con los miedos y vergüenzas que nos paralizan. El objetivo es que la anécdota individual se transforme en arquetipo universal.
Faraway places es una novela brillante, una de esas que te hace sentir la relatividad del tiempo: una hora leyendo pasa como si fuese un solo minuto. Dicho de un modo más grosero, antes de darte cuenta, Spanbauer ya te tiene cogido por los huevos. La anécdota es mínima, cinco personajes y la voz narrativa en primera persona. Pero eso no significa un abandono de la complejidad ni de la técnica literaria. Al contrario, casi me atrevo a calificar Faraway places como una novela erótica: el autor va desnudando magistralmente los acontecimientos hasta llegar al clímax, a la catarsis final. Es un complejo viaje hacia las cosas mismas: en línea recta, dando un rodeo o saltando al vacío.
Cito dos fragmentos que ilustran bastante bien el estilo de Spanbauer. Un inglés directo, poético y, en un sentido peculiar, filosófico:
I’d studied American history at the St. Joseph’s School, but those Holy Cross nuns didn’t teach American history like Mr. Hoffman did at the Hawthorne Junior High School. He was old and smelled like cigarettes and his own self. He taught us that history was just a story that somebody was telling, and what happened in the story often depended on who was telling it. An interpretation, is what Mr. Hoffman always said that history was—like, for example, we think it was a good deal for us to buy Manhattan for twenty-four dollars in trinkets, but how do the Indians feel about that transaction? And Custer’s Last Stand wasn’t a massacre at all as far as the Indians are concerned. And how would you like it if the Ku Klux Klan hated you because of how you were? It was all a matter of interpretation.
Mr. Hoffman said that America was formed by people trying to get away so they could be how they were and exercise their right to their own interpretation and not be like governments and religions were saying they had to be.
It’s a free country, is another thing Mr. Hoffman said over and over. It’s a free country. I started saying that to myself, too: It’s a free country.
I remember the day Mr. Hoffman first said that history was always just somebody’s interpretation of the events, and not the events themselves. Sitting in Mr. Hoffman’s class that day, I looked out the window and thought about what Mr. Energy had said at the Blackfoot State Fair, about everything being an illusion. (p. 63)
My mother knelt down by the grave to pray to God and the Virgin Mary, and my father—when he saw that she was kneeling down by the grave—came over and knelt down beside her. My mother’s eye told me to kneel down at the grave too.
But I didn’t.
Instead, I sang the heya, heya, Geronimo song and danced around and let myself go like a wild animal. I sang the heya, heya, Sugar Babe song too. The crows heard my song, and the pigeons in the barn heard, and the hawks. The river heard and so did the trees along the river. I don’t know if God heard my song, but the rest of them heard and that was enough.
I danced and sang and I watched my mother and my father. They didn’t act like it was unusual that I was dancing. They acted like I was doing something ordinary, which surprised me a little, but then I wasn’t dancing for them to see. I didn’t care what they thought. I thought of digging up Old Glory, of crawling inside that grave my father and I had dug. I would have liked to have slept and dreamed dreams with Geronimo. But he was already too far away.
What I didn’t know then as I danced, watching my mother and watching my father, was how many times, uncountable times, I would live through all of this again: the chinook, the heya, heya, Geronimo and heya, heya, Sugar Babe songs, yellow stains and red flags, butterflies and dice, Black Velvet and the river, one thing always leading to another forevermore. (pp. 98-99)
Por tanto, al diablo con Pynchon por el momento. Continuaré leyendo las otras tres novelas de Spanbauer The Man Who Fell in Love with the Moon (1991), In The City Of Shy Hunters (2001), Now Is The Hour (2007). Y, a continuación, un curioso heredero de Bukowski al que he conocido a través de Hawthorne Books, Poe Ballantine.
Buenas tardes!
He leído «Palahniuk» y he entrado a comentar, claro. Bueno, lo primero, que si se incluye a Palahniuk, hay que hablar de Amy Hempel. Quizás sea de las autoras con más músculo en la literatura minimal. Respecto a C.P., decir que 4estoy casi de acuerdo contigo: «Snuff» me resulto aburrida a morir y de «Fantasmas» pues bueno, algunas cosas sí y otras no. Recomiendo «Pigmeo» de este autor, en el que le da una interesante vuelta de tuerca a la sintaxis minimalista. Merece la pena echar una leída, aunque le final sea decepcionante y malo como el solo, a mi modo de ver.
Un placer como siempre el pasar por aquí.
Hola Andrés,
me gustó el humor negro de Snuff y el final. Tampoco es gran cosa, va verdad. Gracias por la recomendación de Pigmeo y de Amy Hempel.
Por mi parte, te recomiendo a Spanbauer. Creo que te gustará.
Saludos.
Eugenio
Hablando de escritores americanos..
¿Que te parece Bret Easton Ellis?
Un saludo.
Me cuesta American Psycho. Me recomiendas otra cosa?
Veo que usted no ha tocado demasiado a los autores judíos. Recomiendo «El lamento de Portnoy» de Roth, «Herzog» de Bellow y «Los inquilinos» de Malamud. Un saludo Eugenio, muchas gracias por tu trabajo y perdón por contestar con ¡3! meses de retraso..
De Malamud tienes una reseña en el blog sobre El Reparador: https://auladefilosofia.net/2008/04/28/bernard-malamud-el-reparador/ No me gustó la novela pero encantan Deleuze y Spinoza.
Creo que Philip Roth está sobrevalorado y Bellow me aburre. Eso no quiere decir nada. No pongo en duda que sean unas clásicos. Mi juicio sólo habla de mi particular sensibilidad.
Saludos y muchas gracias por aportar.