
El fragmento más conocido de Anaximandro es también epígrafe del primero de los libros de poemas de Jaime Gil de Biedma, Según sentencia del tiempo (1953). Así lo traduce el poeta: «Donde tuvo su origen, allí es preciso que retorne en su caída, de acuerdo con las determinaciones del destino. Las cosas deben pagar unas a otras castigo y pena según sentencia del tiempo» (Jaime Gil de Biedma: Las personas del verbo, p. 10). Una versión más literal sería la siguiente:
… alguna otra naturaleza ápeiron de la cual nacen todos los cielos y los mundos que hay dentro de ellos. El nacimiento a los seres existentes les viene de aquello en lo que convierten al perecer, «según la necesidad, pues pagan mutua pena y retribución por su injusticia según la disposición del tiempo», como Anaximandro dice en términos un tanto poéticos.
Simplicio, Física, 24, 17, citado en Kirk G. S., Raven, J. E.: Los filósofos presocráticos, Jesús García Hernández (tr.), Madrid: Gredos, 1981, p. 169.

La experiencia fundamental griega es el desvelamiento, no del ser y del sentido, sino del sinsentido irremisible. Anaximandro lo dice y es vano comentar sabiamente su frase para oscurecer la significación: el simple existir es adikía, «injusticia», desmesura, violencia. Por el simple hecho de que usted es, usted ultraja el orden del ser -que es, por lo tanto, de la misma manera, esencialmente orden del no-ser-. Y ante esto no hay ningún recurso, y ningún consuelo posible. La rueda de la Diké impersonal aplasta, incansablemente, todo lo que viene a ser.
Cornelius Castoriadis: Lo que hace a Grecia, Sandra Garzonio (tr.) Argentina: FCE, 2006, pp. 325-328.
