Arthur Schopenhauer: Parerga y Paralipómena. Pilar López de Santa María (tr.) Madrid: Trotta, 2006.
Es un hecho bastante conocido que Arthur Schopenhauer no alcanzó la fama gracias a su mejor obra, El mundo como Voluntad y Representación, sino tras la publicación muy posterior de una recopilación de ensayos de menor calidad conocida como Parerga y Paralipómena. Este primer volumen de Parerga, excelentemente editado por Trotta, incluye los siguientes textos:
- Esquema de una teoría de lo ideal y lo real
- Fragmentos sobre la historia de la filosofía
- Sobre la filosofía de la Universidad
- Especulación trascendente sobre la aparente intencionalidad en el destino del individuo
- Ensayo sobre la visión de espectros y lo que se relaciona con ella
- Aforismos sobre la sabiduría de la vida.
Los dos primeros ensayos son los más interesantes. Schopenhauer elabora una historia de la filosofía que gira en torno a la distición fenómeno/cosa en sí, fundamental en su obra El mundo como Voluntad y Representación. Platón y Kant son los autores más elogiados pues pusieron a la filosofía en el camino de la Verdad, del Idealismo.
A pesar de su elevada autoestima, Schopenhauer no pudo dejar de experimentar cierta sensación de fracaso cuando vio que las clases de Hegel se llenaban, mientras que sus cursos tenían que ser cancelados por falta de alumnos. Sobre la filosofía de la Universidad es una diatriba contra los galimatías incomprensibles del hegelianismo, contra el filósofo-funcionario sometido al poder, al Estado.
Especulación trascendente sobre la aparente intencionalidad en el destino del individuo es una refutación de la libertad humana, una demostración del fatalismo. Sorprende, sin embargo, que Schopenhauer recurra a la videncia y los sueños para su defensa de la necesidad del destino.
Que todo lo que ocurre, sin excepción, se produce con estricta necesidad es una verdad que se puede reconocer a priori y es, por tanto, irrebatible: quisiera denominarla aquí «el fatalismo demostrable». En mi escrito de concurso Sobre la libertad de la voluntad (p. 62 [2.a ed., p. 60]) se infiere como resultado de todas las investigaciones precedentes. Es confirmada empíricamente y a posteriori por el hecho ya indudable de que los sonámbulos magnéticos, los hombres dotados de segunda visión e incluso a veces los sueños del dormir común presagian el futuro directa y exactamente. La más patente confirmación empírica de mi teoría de la estricta necesidad de todo lo que ocurre se da en la segunda visión. Pues vemos que lo que gracias a ella se presagia frecuentemente con gran anticipación se produce después con toda exactitud y en las circunstancias que se habían indicado, y ello incluso después de haberse hecho esfuerzos intencionados de todo tipo por obstaculizarlo o por hacer que el acontecimiento que se iba a producir se desviase, al menos en alguna de sus circunstancias, de la visión transmitida; lo cual siempre ha sido en vano, por cuanto justo aquello que debía frustrar lo presagiado ha contribuido siempre a producirlo; del mismo modo que en las tragedias y en la historia de los antiguos la desgracia presagiada por los oráculos o los sueños es arrastrada por las precauciones que se toman contra ella. (pp. 226-227)
Ensayo sobre la visión de espectros y lo que se relaciona con ella pretende explicar, dentro del marco teórico elaborado en El mundo como Voluntad y Representación, las apariciones fantasmales. Considera que no son fenómenos que deban tomarse a la ligera y entiende que existe para ellos una explicación perfectamente racional. Según Schopenhauer, determinados individuos dotados con una segunda visión pueden intuir realidades sin necesidad de impresiones sensoriales. Son capaces de sobreponerse a las barreras espacio-temporales rasgando el velo del fenómeno y dirigiendo su intuición a la Voluntad misma, idéntica en todos los seres.Así, no sólo pueden recibir información de vivos y moribundos sino también de los muertos.
En todo caso, una aparición espectral no es primaria e inmediatamente más que una visión en el cerebro del vidente: que la puede provocar desde fuera un moribundo lo ha atestiguado a menudo la experiencia; que puede hacerlo un vivo ha sido igualmente acreditado de buena fuente en varios casos: la cuestión es solamente si también puede hacerlo un muerto. p. 349
Los Aforismos sobre la sabiduría de la vida consisten, paradójicamente, en una serie de consejos más o menos sensatos del maestro del pesimismo para enseñarnos a vivir de la manera más feliz posible. En la línea del estoicismo clásico, Schopenhauer defiende que la felicidad depende en mucho mayor grado de lo que uno es que de lo que uno tiene o representa para los demás. Así, por ejemplo, es absurdo, si buscamos la felicidad, poner todo nuestro empeño en acumular dinero u honores pues la felicidad depende mayormente del estado de salud y el temperamento jovial o alegre. Por ello, Schopenhauer recomienda
…evitar todos los excesos y desórdenes, todas las emociones violentas y desagradables, como también todo esfuerzo intelectual excesivo o demasiado sostenido; dos horas diarias de movimiento rápido al aire libre, muchos baños fríos y medidas dietéticas parecidas. (p. 343)
A pesar de tener este comienzo tan clásico, a medio camino entre Aristóteles y los estoicos, el aristocratismo, racismo y misoginia de Schopenhauer terminan convirtiendo la lectura de los Aforismos en una experiencia no demasiado agradable. Añado ahora tres textos bastante significativos al respecto. En el primero, Schopenhauer no duda en afirmar que el único hombre libre, dueño de sí mismo, es el que ha nacido con una herencia lo suficientemente grande como para eximirlo del trabajo.
Pues el hecho de poseer de familia lo suficiente, aunque sea solo para la propia persona y sin familia, para poder vivir cómodamente en una verdadera independencia, es decir, sin trabajar, es una inestimable ventaja: pues supone la exención y la inmunidad de la necesidad y la fatiga inherentes a la vida humana, es decir, la emancipación de la servidumbre universal, esa suerte natural del hijo de la tierra. Solo bajo esa protección del destino se nace como un verdadero hombre libre: pues solo así se es verdaderamente sui juris, señor del propio tiempo y las propias fuerzas, y se puede decir cada mañana: «El día es mío». (p. 367)
El segundo texto es un ejemplo de racismo verdaderamente escabroso propio de los tiempos de la esclavitud.
Pues en el mundo no se tiene mucho más que la elección entre soledad y vulgaridad. Los hombres más sociables de todos suelen ser los negros, que son también los de menor categoría intelectual: según informes procedentes de Norteamérica aparecidos en periódicos franceses (Le commerce, 19 de octubre de 1837), los negros, tanto libres como esclavos, se recluyen juntos en gran número dentro del lugar más angosto, porque no pueden ver repetida con suficiente frecuencia su negra cara de nariz chata. (p. 349)
Y el tercero y último es un ejemplo perfecto de la misoginia visceral de Schopenhauer. Téngase en cuenta que hasta su propia madre lo echó de casa por «irritante en extremo» y su insoportable arrogancia. En cualquier caso, el discurso no es muy diferente del que ensaya Richard Dawkins en El gen egoísta.
Por su naturaleza el honor sexual se divide en honor femenino y honor masculino, y es por ambos lados un esprit de corps bien entendido. El primero es con mucho el más importante de los dos, ya que en la vida de la mujer la cuestión principal es la relación sexual. — Así pues, el honor femenino es la opinión generalizada de que una joven no se ha entregado a ningún hombre y, en el caso de una mujer casada, de que solo se ha entregado a su marido. La importancia de esa opinión se basa en lo siguiente: el sexo femenino exige y espera del masculino todo, en concreto, todo lo que desea y necesita: el masculino exige del femenino primera e inmediatamente una sola cosa. Por eso tuvo que llegarse al arreglo de que el sexo masculino solo puede lograr esa cosa única del femenino a cambio de hacerse cargo del cuidado de todo, y también de los hijos que nazcan de esa relación: en esa disposición se basa todo el bienestar del sexo femenino. A fin de hacerla prevalecer, el sexo femenino ha de mantenerse necesariamente unido y mostrar esprit de corps. Mas entonces se enfrenta como un todo y cerrando filas al conjunto del sexo masculino —que, gracias a la supremacía de sus fuerzas corporales e intelectuales, está por naturaleza en posesión de todos los bienes terrenales— como frente al enemigo común que ha de ser vencido y conquistado para, tomándolo en su poder, apropiarse de los bienes terrenales. Con ese fin, la máxima de honor de todo el sexo femenino es que siempre se niegue al masculino toda cohabitación extramatrimonial, a fin de que cada individuo sea forzado al matrimonio, que es una especie de capitulación, y así se sustente a todo el sexo femenino. Pero ese fin solo puede alcanzarse plenamente mediante una estricta observancia de la máxima anterior: de ahí que todo el sexo femenino, con verdadero esprit de corps, vigile que se mantenga entre todos sus miembros. En consecuencia, toda joven que en virtud de una cohabitación extramatrimonial haya cometido una traición contra todo el sexo femenino será expulsada de él y cubierta de vergüenza, ya que con la generalización de ese comportamiento se destruiría el bienestar de todo él: ha perdido su honor. Ninguna mujer puede ya tratar con ella: se la evita como a una apestada. El mismo destino alcanza a la adúltera; porque no ha respetado la capitulación asumida por el marido y ese ejemplo hace a los hombres desistir de aceptarla, cuando en ella se basa la felicidad de todo el sexo femenino. Pero además la adúltera, debido a la burda ruptura de su palabra y al engaño de su acción, junto con el honor sexual pierde también el civil. Por eso se dice con una expresión de disculpa «una joven caída», pero no «una casada caída»; y el seductor puede restituir el honor a aquella con el matrimonio, pero el adúltero no podrá devolvérselo a esta después de que se haya separado. (pp. 384-385)
A modo de conclusión me gustaría abordar el enorme contraste que existe entre el Schopenhauer de los Aforismos y el ideal de vida descrito en El mundo como Voluntad y Representación. Si bien en su obra maestra Schopenhauer recomienda la heroicidad de renunciar a la voluntad de vivir en favor del ideal estético, la belleza, y el ideal ético, la compasión, el autor de los Aforismos aparece como un viejo patético empeñado en el absurdo de prolongar una vida marcada por el rencor, el odio, la desconfianza, la soledad, la amargura, la venganza… En cualquier caso, esta dualidad no deja de ser una lección extremadamente interesante.
¡Genial!>>De nuevo gracias.>>Una tarea ejemplar la suya.>>Schopenhauer es de los mejores.>>Fdo. un depresivo endógeno.
Gracias Anónimo.>>Leer a Schopenhauer es siempre un placer.
Excelente… Tengo los tomos por separado y me faltan algunos por lo que compraré éstos tomos…. muy buena reseña!!!