A Giorgio de Chirico (1888-1978) le atribuyó Apollinaire, el poeta surrealista, la invención de la pintura metafísica. Le influyeron tanto Schopenhauer como Nietzsche. La soledad de sus paisajes urbanos, la luminosidad de su arquitectura fantástica, la transformación de la figura humana en maniquíes futuristas, la obsesión con Turín y el peso abrumador del mundo griego son buenos ejemplos de la presencia del autor del Zaratustra. Se pueden hallar huellas de Chirico en la obra de Magritte o Dalí.
Raoul Vaneigem, líder de la Internacional Situacionista, comenta así su obra:
…sus personajes con la cabeza vacía ejemplifican bien el balance acusador de la inhumanidad. Las plazas desiertas, la decoración petrificada muestran al hombre deshumanizado por las cosas que ha creado y que, fijadas en un urbanismo en el que se condensa la fuerza opresiva de las ideologías, lo vacían de su sustancia, lo vampirizan. (Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones, pp. 174-175)






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